El cine británico intentó involucrarse en los años 1940’s y 1950’s en el mundo del film noir basándose en la conocida estética americana, llegando a importar, en algunos casos, directores y actores de Estados Unidos para ampliar el mercado de este tipo de películas, sin mucho éxito.
A varios analistas cinematográficos se les ha dificultado encontrar una identidad propia del cine negro británico, tal vez por la manera superficial en que trató a esta, de por sí, ambigua corriente fílmica, a la que si no se la exterioriza con sus esenciales características, es fácilmente confundible con el melodrama, el suspense o incluso con el trazado cinematográfico del realismo poético francés.
Sin embargo, el Reino Unido logró en algunas de sus películas negras colocar ciertos rasgos propios que, aunque mínimos, pudieron diferenciarlo de las sólidas perspectivas noir estadounidenses y francesas. Elementos que se podían distinguir en el conservadurismo de algunos temas y en el enfoque relevante a problemáticas sociales.
El film noir británico, a su modo, pudo crear algunas obras maestras, como El Tercer Hombre y Noche en la Ciudad; y también produjo ciertas películas que, sin llegar a la excelencia, estaban dotadas de interesantes matices que enriquecieron en algo la limitada gama estética del cine negro. Este es el caso de El precio de un hombre (The Long Haul), filme que relata la vida de un ex-militar estadounidense (Victor Mature) que vive al norte de Inglaterra con su esposa e hijo. Él trata infructuosamente de convencer a su mujer de radicarse en América, mientras se dedica a trabajar en la conducción de camiones de carga, espacio en donde se verá envuelto en un clima de corrupción y fatalidad pasional del que no podrá salir, por más que nunca intentó entrar.
Se trata de un noir de carretera, que sustenta su estilo en la presencia de la noche y de la lluvia para configurar un producto que denota angustia y melancolía. Mature representa bien a ese personaje bueno y convencido de sus valores que, de repente, tuvo la “oportunidad” de demostrar su debilidad y sucumbir ante la tentación y un sistema ilícito, que lo acorralará hasta vencer su resistencia moral.
En este filme el guión no es su fuerte, pero ello no es impedimento para que destaque ese famoso estilo inglés de expresar su mensaje de manera visual, a través de escenas o gestos de los personajes. Notaremos algunas referencias iconográficas que denotan sexualidad, desesperación, ambición, resignación, derrota y tristeza.
La rebuscada identidad noir inglesa se puede sentir en la caracterización de los personajes. Está presente, por ejemplo, ese villano inculto y ambicioso de poder económico y social, cuya sola presencia ya genera antipatía. También está la víctima, ese hombre que no llega a configurar el modelo de héroe y cuyos valores sucumben ante un submundo degradante.
Desde otro punto de vista, El precio de un hombre configura de manera global ese ambiente sórdido y pesimista, muy característico del cine negro estadounidense, y que lo adorna con la imponente presencia de Diana Dors como mujer fatal, que en esta película figura como un extraño estereotipo que no buscará aniquilar a alguien por placer o ambición, sino que su aire de destrucción estará inmerso en el amor que siente por un hombre ajeno, cuya relación imposible será el motivo para que se refugie en un pasado que ha marcado su presente y su futuro.
La presencia de Dors sobresale no sólo por su papel, sino además por su aspecto físico, pues es esa rubia rara, que cautiva por ese contraste mágico de llevar un cabello tan encendido con un color de piel casi bronceado, que la fotografía enblanco y negro se encargará de oscurecer más, a lo que hay que sumar unos rasgos faciales que dan la impresión de un eficiente mezcla de raza latina y anglosajona. Todo esto construye en ella una figura de explosivo erotismo.
Dors y Mature llenan la pantalla en todo el filme y su relación ratifica esa constante del cine negro: el amor entre personas equivocadas es sólo el boleto hacia la decadencia interna del ser humano, y en donde las víctimas no solo son ellos sino también quienes los rodean.
Por su parte, el actor Patrick Allen, que representa al cerebro del contrabando en este filme, también alcanza cierto protagonismo al estructurar un personaje áspero, con un rostro de caricatura, casi sacado de un cómic.
La película presenta una buena fotografía de las escenas nocturnas, dotando de sentido artístico a la composición de las imágenes. Además, posee momentos de extremo dramatismo, como la relación que mantiene Mature con su esposa, que se torna humillante cuando él se entera que el hijo que criaron no le pertenece. Pese a ello, el vínculo sentimental entre padre e hijo ejercerá como detonante que defina el desenlace y que no será más que otra pesadilla.
El precio de un hombre, pese a su olvido, forma parte de ese fascinante subgrupo del cine negro: los noir de carretera, donde en los caminos, en las cabinas de camiones o en los salones de paso se sobrevive a un tenso presente con la esperanza de culminar un difícil, y a veces ilegal, recorrido que permita un mejor porvenir, pero para ello se deberá vencer primero esos obstáculos peligrosos que no se encuentran precisamente en la vía, sino en el propio interior del ser.
La pasión está también en el cine.