Angélica (Antonio Cuesta)

Angélica

Angélica es el último cortometraje dirigido por Antonio Cuesta, y que nos evoca de inmediato aquellos films clásicos norteamericanos que se centraban en destripar las entrañas de Hollywood, concretamente aquellos que describían la decadencia de los/las que en su tiempo fueron grandes estrellas y después se convirtieron en una suerte de juguetes rotos, olvidados por el público. Dos de las mejores películas de dicha temática estuvieron firmadas por el gran Billy Wilder: El Crepúsculo de los Dioses (1950) y Fedora (1978), y precisamente es con ésta última con la que más puntos de contacto evidencia este genial corto, ya que la trama de ambas se centra en la tortuosa y esclavizadora relación entre un gran actriz del cine clásico y su hija, también actriz de cine. En el caso del film de Fedora, la gran dama del cine que da nombre a la película transforma a su hija en una nueva versión de sí misma, para continuar haciendo películas y seguir así gozando del favor del público. En Angélica, Neus Asensi interpreta magistralmente a Cintia Galán, una joven actriz a la que le ofrecen el que, según los implicados en el proyecto, será el papel de su vida. Cintia no duda en firmar el contrato sin haber leído ni siquiera el guión, pero cuando contempla la transformación que ha sufrido tras la primera prueba de maquillaje, comprueba horrorizada que la han convertido en su madre —una metamorfosis espeluznante y conseguidísima—, actriz que falleció y que gozó con enorme fama en vida y con quién se supone que mantuvo una relación tortuosa; la clásica historia de hija de gran actriz eclipsada por el potente fulgor de su madre.

El corto está rodado en blanco y negro y con un inteligente y eficaz uso de la banda sonora —una música de piano que surge de manera intermitente a lo largo de la cinta, a modo de macabro golpe o trágico mazazo—; estos elementos, más la escalofriante interpretación de Neus Asensi, contribuyen a que la cinta transmita al espectador una atmósfera cada vez más asfixiante y angustiosa. Cercano al desenlace, la trama nos sorprende con una giro hacia una suerte de realismo mágico, que emparenta Angélica con el cine de terror o los dramas psicológicos a lo ¿Qué fue de Baby Jane?.

Angélica

La figura de la Madre, con mayúsculas, es tan potente para Cintia que ni siquiera después de muerta dejará de torturarla y obligarla a hacer su “santa” voluntad, tema que ya estaba presente en el anterior corto de Cuesta, Umbilical (2013). En ésta, la anciana madre de una joven deficiente mental mantiene con ella una relación de poder y esclavitud, que llega hasta extremos realmente desagradables y horribles (aunque el tono con el que Cuesta narra la historia no lo sea en absoluto). Realizado también en blanco y negro, en esta ocasión se trata de un film de gran sobriedad, ni siquiera tiene banda sonora ni diálogos, y parece que ya da muestra de cuáles son sus obsesiones como cineasta. En Angélica sin embargo los diálogos tienen mucha importancia y la sobriedad “bressonsiana” del anterior corto parece ausente, siendo una película mucho más agresiva, más apasionada, más elaborada incluso, con homenajes claros al cine clásico norteamericano. Al igual que en El Crepúsculo de los Dioses será una larga escalera un elemento esencial tanto al comienzo de la historia como en su desenlace; incluso la caracterización de la madre recuerda en parte a la Gloria Swanson de dicho film.

Pero evocaciones aparte, el corto resulta una experiencia tan impactante como inolvidable al espectador; un film que gradualmente va creciendo en intensidad y en fuerza hasta extremos realmente inquietantes y profundamente perturbadores.

Angélica

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