Efectismo. Efecto causado por un procedimiento o recurso empleado para impresionar fuertemente el ánimo.
Efectista. Que busca ante todo producir fuerte efecto o impresión en el ánimo.
Una de las grandes cualidades de la nueva ola de cine coreano aparecido a finales de los 90 y que reventó definitivamente a principios de siglo era su talento para diferenciarse del cine norteamericano, siendo aparentemente similar a la hora de abordar el cine de acción y el thriller —también la comedia romántica—. Dejaba de lado (o perfeccionaba) la aparatosidad, las trampas de guión, buscaba nuevas formas de mostrar la violencia y de rodar escenas y un nuevo lenguaje que permitieran la renovación y nuevo auge del héroe de acción. En suma, nueva intriga, tensión e imprevisibilidad. Poco a poco han ido apareciendo nuevos cineastas con la intención de explotar el camino internacional que abrieron directores como Park Chan-wook, Bong Joon-ho, Kim Jee-woon o Na Hong-jin, con desiguales resultados, aunque siempre competentes.
Demasiadas veces, para referirse al cine de acción, se usan términos como efectista o efectismo de forma negativa —y no tiene porqué serlo— y llega un momento en que pierden su significado, es por ello que de vez en cuando no viene mal realizar un recordatorio de lo que quieren decir. Mientras recordaba esta película, pensé en comenzar esta opinión con la palabra “sexo” en mayúsculas y con tamaño de fuente 72, para explicitar claramente a qué me refiero. No es que The Target (El objetivo) tenga nada que ver con el erotismo o la sexualidad, al contrario, es que lo negativo de su efectismo es que no acaba de dar lo que promete. Por ejemplo, la trepidante primera escena, acción pura, aunque algo espídica para mi gusto, para minutos después dar paso a un drama con cierta querencia lacrimógena, con relaciones que no transmiten lo que pretenden y que evitan la participación emocional del espectador en el asunto principal por la propia simplicidad de las interacciones entre los protagonistas, en muchos de los casos resueltas torpemente. Además, no por poner una cámara en el espejo retrovisor de un coche para rodar un alunizaje estás haciendo una gran escena de acción, sobre todo si no me entero de quién recibe y quién da, ante el exceso de movimiento o de diferentes tomas (muy cortas) en una escena de lucha cuerpo a cuerpo.
Por otra parte, puestos a coger tópicos del cine, mejor que no sean ni estadounidenses ni franceses —The Target (El objetivo) es el remake de Cuenta atrás (2010)—, sino autóctonos. ¿Dónde está el correspondiente hacha del cine coreano? Es verdad que tenemos a un protagonista que cada vez sangra por más orificios, pero coge prestados demasiados clichés del cine comercial americano, sin con ello negársele el buen hacer y la capacidad para mantener el interés durante la mayor parte del metraje. A pesar de lo cual, le pesa el exceso de argumentos, que más que generar sorpresa e intriga, dan lugar a cierta impaciencia por ver cómo se resuelve todo. No me creo en ningún momento a la mujer del protagonista —y no tiene nada que ver con su idiosincrasia—, y me molestó que alargaran ciertas escenas para crear tensión, pues no lo consiguen.
Es incomprensible que una película con tantas tramas que se mezclan, se separan y se vuelven a juntar, que además no llega a los 100 minutos de duración, como es El objetivo, provoque la sensación de que algunas secuencias estén demasiado estiradas y de exceso de grandilocuencia —aunque esto último personalmente no me moleste tanto—. El cine coreano ha demostrado de lo que es capaz y en este caso también da buena muestra de ello, pero también se ha descuidado el detalle de ser un remake y se ha ido directamente al recurso fácil, dando por hecho que como el original funcionó, apenas habría que intentar mejorarlo. Aquello que ya mucha gente criticó de El hombre sin pasado (2010), aquí se hace más presente. ¿Cine de hombretones valientes, fuertes y robustos para hacernos llorar? No veo por qué no, pero no tan simple.
En cuanto a lo positivo, además de alguna de las escenas de acción y algún interesante —aunque no demasiado inesperado— giro argumental, está el propio carácter del cine llegado de Corea del Sur, y es que tus actos tienen consecuencias, de algún modo. En este punto siguen separándose del cine de acción norteamericano, donde todos podemos imaginar al gran héroe de acción recuperándose de sus heridas en el hombro junto a los policías y enfermeros que le alaban por su fortaleza para resolver un caso a base de hostias y asesinatos —pero de los malos—. En cualquier caso, se aprecia el esfuerzo por avanzar en la leyenda de que este cine es de los mejores del panorama mundial, y que éste siga llegando a las salas de cine de nuestro país es una buena noticia.
No he contado de qué va… Pero ha quedado clara su nacionalidad y procedencia.