Todo esto comienza con la incertidumbre de no saber qué ha opinado realmente Olivier Peyon, director del documental, sobre las matemáticas toda su vida. Así que asumo que el «yo» sujeto del título es aquel que ve el film y no otra persona. Aquí está el reto, me decido por un documental que, a priori, me excluye por completo.
Yo. Siempre me gustaron las matemáticas, todo se resolvía con un poco de atención y lógica, poco útil era la aburrida opción de memorizar datos para salir del paso, también llegaron asignaturas donde aplicarlas y el reto era incluso más estimulante. He tenido profesores apasionados y de aquellos que todo era espalda números en una pizarra, y las matemáticas y yo nos seguíamos llevando bien. Ningún problema en el paraíso.
Todos los demás. En cambio, Cómo odiaba las mates (Comment j’ai détesté les maths) parte de esa fracción que defiende la dificultad de esta materia igualándola a la inutilidad de su existencia. La defensa de cualquier persona que no soporta algo es desear su desaparición, pero ¿se es consciente de la necesidad de la presencia de todo aquello que nos sobra? A grandes rasgos, la defensa de las matemáticas se plantea como algo universal, del mismo modo que cualquier otra ciencia maltratada se podría defender.
Se expone el odio pueril como una base y se da paso a los expertos para que den una visión más realista. Cogidos de la mano de esos expertos en matemática puras y aplicadas (los nombres se suceden con el esplendor de sus palabras) nos sumergimos en su mundo y resolvemos los problemas que se van planteando. Un esquema claro para tratar el asunto. A nadie se le escapa aquello de estar utilizando matemáticas en todo momento, que el ordenador desde donde estáis leyendo esto son más números, más fórmulas, más combinaciones binarias, y por tanto, no es lo que se necesita mostrar en el documental, es más bien un interés por comunicar cómo viven las matemáticas a través de esos mismos conocedores de respuestas.
La base a discutir es la educación, el primer enfrentamiento con ellas, el que uno no quieren superar y a otros les sirve de trampolín para llegar a lo que ahora son (ya no sólo teóricos, en cualquier ámbito se encuentra gente afectada por la fiebre de la suma y la resta). Claro queda que siempre se intenta revolucionar el modo de presentar un mismo problema y no todos dan el mismo resultado aunque 1+1 siempre sea 2. Siempre se puede complicar todavía más lo que no se comprende.
Resulta fascinante escuchar a alguien a quien le encanta ese tema que desarrolla a diario, sin importar demasiado el panorama que viva en la actualidad, todas esas personas que reflexionan en voz alta sobre alguna pregunta que no hemos llegado a oír demuestra que sobre este tema en particular pasan muchas manos y todas ellas soportan el peso de lo desconocido, como el momento en que se deciden a nombrar la crisis financiera y los errores de Goldman Sachs y su momento «los matemáticos dijeron y nosotros hicimos a su merced». Todo lo que ofrece el caos y la evolución es una parte del futuro, y con esos pequeños testimonios de aquellos que tan bien conocen la materia y sus fundamentos aporta un poco de luz a sus verdaderos fundamentos, las matemáticas pueden ser odiadas, pero siempre necesarias para seguir adelante. Un cúmulo de testimonios interesantes y certeros que pueden abrir la mente de los que disfrutan de los problemas que les plantea la vida.