En España, cada cierto tiempo, surge algo de crispación entre sus propios compatriotas. Se remueven fantasmas del pasado —supongo que por no enterrarlos como es debido; ya me dirán los creyentes—, no se transige y aparecen los rencores por cosas que pocos de nosotros hemos vivido en nuestras carnes, pero que a más de uno le provocarán una úlcera. Suerte de la Constitución de 1978, que lo dejó todo atado y bien atado, para que estas cosas no pasaran.
El comunismo está mal visto y del anarquismo pocos hablan porque a ver quién lo organiza y se pone al mando. Son utopías, dicen, que llevadas a la práctica, fracasarán irremediablemente, dejando además a la población en la más desesperada de las pobrezas. No les quitaré la razón yo, precisamente, la Historia es clara y no admite dudas al respecto. Afortunadamente nosotros vivimos en el capitalismo, que si te deja en la pobreza es porque tú te la has buscado.
Si has llegado a este párrafo, tal vez te pueda interesar Cartas a María, el documental dirigido, ideado, investigado y vocalmente interpretado por Maite García Ribot. Maite es la nieta de Pedro García León, anarquista activista de la CNT que se refugió en Francia durante la Guerra Civil por miedo a represalias contra él y su familia, a quienes dejó en España con la esperanza de un día volver. Flores, hijo pequeño de María y Pedro y padre de Maite, está aquejado de la enfermedad de Alzheimer, su memoria se deteriora y es por ello que Maite se decide a llevar a cabo un viaje con el que descubrirá qué fue de su abuelo y de su periodo en el exilio, mediante las cartas que éste escribió a su abuela a lo largo de los años.
Al igual que hacía Chris Marker en El fondo del aire es rojo, García Ribot pretende con Cartas a María llegar a nuestro subconsciente mediante fotografías y grabaciones de archivo con las que reflexionar acerca de las imágenes y la memoria; imágenes que nos remiten a los tiempos de pos-guerra y memoria que nos hace más humanos que la razón, en algunos casos. La historia de Pedro fue la de muchos otros durante aquellos años, porque, como dice él en una de sus cartas, la vida está llena de desengaños y miserias. El documental no entra a valorar los hechos, tan sólo narra lo ocurrido tal y como la protagonista ha llegado a ellos, por las cartas de su abuelo y rehaciendo el camino que él mismo anduvo. No se extralimita en ninguna dirección, sólo en una parte de la narración dedicada a hijos de exiliados, y el resultado final es lejano y frío, a pesar de los esfuerzos.
Documental interesante e instructivo aunque falto de ritmo y constreñido por su propio planteamiento, destinado a ser carne de La noche temática de La2 o a ser emitido en algún otro contenedor de documentales de la segunda cadena pública —con suerte—. El mayor valor de esta obra reside en la memoria y en su capacidad para evocar un periodo de su pasado —y del nuestro— que ha sido recreado muchas veces y que sin embargo sigue demostrando que aún hay historias que contar. A pesar de ello, prevalece más el homenaje a su padre —las pocas escenas en las que aparece destilan verdadera amargura— y a su abuelo desconocido —mostrando las cartas que escribió—, que el relato en sí, demasiado rutinario e irónicamente olvidable.
En definitiva, documental triste y necesario, como cualquier ejercicio que busque estudiar el pasado que nos ha llevado hasta donde estamos actualmente, a pesar de sus defectos. El homenaje a su padre y sus abuelos, siendo lo mejor de la cinta, lastra a su vez el ritmo del propio documental, que a través de una monótona —aunque sincera— voz en off hace pensar en un uso más pedagógico del mismo. La relación a distancia que mantienen los abuelos de la directora bien podría servir, en cierto modo, de estudio para aquellas parejas que han pensado en la posibilidad de estar separados por un tiempo.