Durante estos días tenemos en la cartelera española Mr. Turner, el último trabajo de Mike Leigh que ya comentamos recientemente en esta página. Dejando de lado trabajos para la televisión y cortometrajes, el biopic sobre el pintor del Siglo XIX es la duodécima película de un director que, sin hacer demasiado ruido, se ha colado entre los autores británicos imprescindibles de los últimos 30 años. Todo esto lo ha conseguido con un estilo personal pero que, sobre todo a partir de Naked (1993), puede ser disfrutado por cualquier persona más allá de su bagaje cinematográfico. Dicho de otra forma, Leigh cuenta historias sugerentes pero sin llegar a ser abstracto, construye personajes creíbles en situaciones cercanas, se toma su tiempo para desarrollar con mimo cada escena pero nadie osaría calificar como “lenta” a alguna de sus películas.
Todo o nada (All or nothing) supuso en 2002 la octava película de Leigh, que tras gozar de su hasta ahora mayor éxito profesional con Secretos y mentiras (que se alzó con la Palma de Oro en Cannes), dirigió dos obras que pasaron más de puntillas por la escena internacional como Dos chicas de hoy (Career Girls) y Topsy-Turvy. Con Todo o nada, además de recuperar la confianza de crítica y público (materializada en el retorno a Cannes, aunque sin premio), Leigh volvía a contar una historia de verdad acerca de la familia, apuntalada especialmente por la relación entre padres e hijos, todo ello desde un punto de vista dramático que recordaba al de sus mejores obras.
En esta película, el cineasta británico retrata a tres familias londinenses de clase media-baja. Los protagonistas de la cinta son Phil y Penny, taxista y cajera de supermercado, que además de hacer frente a una crisis matrimonial tienen que cuidar de sus dos hijos con sobrepeso, la formal e inteligente Rachel y el problemático y perezoso Rory. En el piso de al lado vive un compañero de trabajo de Phil con su mujer alcohólica y su muy liberal hija. Más allá, un nuevo dúo materno-filial como es el de la soltera Maureen y Donna. Diversos temas saldrán a la luz a lo largo de la película; además de los ya comentados matrimoniales y alcohólicos, de índole personal (más otros muchos que no desvelaremos para no entrar en el spoiler), encontraremos un interés especial de Leigh por hacerse eco de la propia situación profesional, plasmada por ejemplo en ese momento en el que el padre de familia va rapiñando dinero de su mujer e hijos para poder pagar el alquiler de la radio del taxi.
Obligatorio hacer hincapié en el reparto que caracteriza a los personajes de la obra. En primer lugar, porque está plagado de habituales de Mike Leigh. Sin ir más lejos, coinciden tanto en Todo o nada como en Mr. Turner los actores Timothy Spall, Lesley Manville, Ruth Sheen y Marion Bailey, todos ellos con un rol muy importante, además de otros a los que se ve menos (como Dorothy Atkinson, que goza de muchos minutos en Mr. Turner, y que tiene aquí un pequeño papel). Pero en segundo lugar, es necesario destacar al conjunto de actores y actrices porque todos ellos cuajan un trabajo verdaderamente sensacional. A la cabeza se alza una Manville espléndida en su papel de madre de familia atormentada por haber perdido el amor por su marido y sin saber cómo remediar la situación de su hijo, teniendo entre medias que trabajar a destajo para ganar una miseria de sueldo. Sorprende en el sentido negativo que Manville no haya gozado de papeles importantes más allá de los que Leigh le ha otorgado, porque estamos ante una actriz fenomenal. Compenetrándola en su actuación está Timothy Spall, no tan lúcido como aquella pero igual o más creíble. Juntos nos ofrecen la mejor escena de la película hacia el final de la misma, que tanto por interpretaciones como por tensión dramática sintetizan a la perfección no sólo el film en sí, sino también la obra de Leigh. No hay que olvidarse tampoco de los buenos trabajos de Sheen y Bailey ni por supuesto de una exuberante Sally Hawkins que goza aquí de su primera actuación importante. El único “pero” es comprobar cómo han envejecido muchos de ellos (desde el respeto, Spall y Bailey están casi irreconocibles pese a que han pasado sólo 12 años entre Todo o nada y Mr. Turner).
A diferencia del biopic que ha estrenado recientemente, en Todo o nada resultaría complicado imaginarse la película sin alguna de sus escenas. Parecería imposible meter tantos y tan variados temas en la cinta sin que ésta acabase por parecer cargante o pretenciosa, pero Leigh lo logra. Tiene un mérito colosal el saber otorgar a cada personaje unos pocos minutos en pantalla y que sólo con estos logremos empatizar con él. Precisamente esta línea es la que separa a ambos trabajos: pese a que en Mr. Turner retrata personajes relevantes y sobre los que en teoría el espectador pudiera tener un mayor interés, las construcción de sus identidades acaba despertando mucha menos atención que en Todo o nada. Hemos hablado de la que para un servidor es la mejor escena de la película, pero sería imposible desdeñar otras como las conversaciones de taxi que mantiene Phil con sus clientes, la fiesta en el karaoke de las tres vecinas, la humillación que sufre Rory cuando sale de casa, la encrucijada a la que se enfrenta Donna…
Muchos son los motivos que deberían impulsar a ver esta película. Hemos hablado de las actuaciones y del guión, pero la excelsa fotografía o la lectura en clave social podrían ser otras dos buenas razones para darle una oportunidad a Todo o nada. Aunque quizá la que gozaría de mayor peso sería la de descubrir, una vez más, a un cineasta que tiene mucho que contar y que, además, lo cuenta muy bien. Cada película de Mike Leigh es una palmada en la espalda para animarse a ver la siguiente. Permaneciendo fiel a unas ideas cinematográficas personales, sabe dar el toque a cada obra para que ésta se distinga lo suficiente del resto de su trabajo. No muchos directores de hoy en día tienen esa cualidad, así que habrá que disfrutar de Leigh mientras podamos.