Desde que este proyecto se iniciará durante el verano de 2012, no han sido pocas las malas noticias que han ido llegando en forma de cierre definitivo de algunos proyectos en torno a este particular mundillo en el que nos ha tocado lidiar con todo tipo de experiencias. Si ese mismo año, en diciembre, se producía la suspensión —por aquel entonces cautelar y más adelante definitiva— del Fecinema (Festival de Cine negro de Manresa), precisamente un cuatrimestre después llegaba la noticia de que Alta Films, una de las empresas de distribución y producción más importantes del país, cerraba sus puertas en un 2013 cuya última nota negra fue el cierre de los míticos cines Alexandra, situados en la Rambla de Cataluña en la ciudad condal. Si bien es cierto que durante este periplo también han llegado noticias positivas, como podría ser la apertura de cines como la sala independiente Zumzeig o los cines Texas a cargo del cineasta Ventura Pons, siempre ha sido duro ver como una parte de nuestro cine, presente en esos festivales, distribuidoras o cines se veían obligados a echar el cerrojo sin poder mediar de ningún modo para evitarlo.
Es, quizá, ese el principal motivo que me lleva a escribir estas líneas, y es que una de las salas de pantalla única más antiguas de Barcelona (fechada de 1945) podría desaparecer, y con ello otro de esos lugares ineludibles para cualquier cinéfilo que se precie de serlo, los cines Maldà. Y es que obviando debates sobre precios, horarios y demás —en los que, por cierto, sale bastante bien parada la sala—, una de las principales virtudes de este cine es la de rescatar títulos que en muy pocas salas (o ninguna) se pueden rescatar. Buena prueba de ello son algunas de las cintas todavía presentes en su cartelera, donde destacan títulos como Loreak, La desaparición de Eleanor Rigby, Coherence o Diplomacia, entre otras, algunas de ellas ya apenas visibles en la cartelera española, y otras tantas apuestas arriesgadas por un cine que quizá no capte tantas miradas pero a buen seguro también merece la atención dedicada.
La situación a la que se ha visto relegado este cine nos condujo a una sincera nota que descubrimos ayer solicitando ayuda a quienes pueden salvar un escollo como en el que se encuentran: nosotros, los espectadores. En ella se hacen eco de unos precios realmente idóneos si consideramos la situación actual, así como de los bonos (4 entradas por 20 €) que han puesto a la venta durante este mes de diciembre o las maratones que organizan —consistente en pagar una entrada y ver todas las películas que contenga la sesión programada ese mismo día, ahí es nada—. Todo ello sumado a nuevas iniciativas como la sesión sorpresa que inauguran hoy mismo a las 21:15, donde el espectador paga lo que considere necesario en relación a la calidad de la sesión a la salida de la sala, hacen de esta petición un reclamo ante el que se debería responder, más por el acto en sí, por el hecho de hallarnos ante una propuesta tan distinta como necesaria.
No cabe añadir mucho más, lejos valorar lo que tenemos, y ya sólo queda intentar dar una última mano a un grupo de personas que, en el fondo, no hacen sino compartir algo más que va más allá de la mera afición, que se contempla como una pasión y en la que todos estamos implicados como, ya no espectadores, sino cinéfilos que la comparten y cuya experiencia enriquecen rincones como estos cines Maldà capaces de abrir puertas que no deberían ser cerradas, ¿os animáis?
Larga vida a la nueva carne.
Aún recuerdo esa marathon que hicieron de todos los capítulos de True Detective. Auténtica pasada. Cuando regrese a Barcelona el día 31, volveré a disfrutar de su compañía.