Cincuenta años dedicados plenamente al cine dan para mucho. Claude Chabrol (1930-2010) creó de su pasión un elenco de películas que nos dejó en herencia hace ya cuatro años. Donde hay un final existió un principio, y Le beau Serge es el nacimiento de su extensa carrera como director, así como uno de los partícipes en el comienzo de la denominada Nouvelle Vague.
Suscita un tema curioso el visualizar la primera película de un director tan veterano. El decir “película de Claude Chabrol”, sinónimo de suspense y tensión psicológica entre personajes, nos hace centrar la mirada hacia un cine de misterio. Sin embargo, Le beau Serge focaliza la visión en un conflicto humano y la lucha contra lo estipulado.
Conocemos a François (Jean-Claude Brialy), hombre urbanita de buenos modales, el cual regresa a su pueblo natal en Francia tras una década de ausencia. Lo que a primera vista parece no haber cambiado demasiado desde su partida, hará que caiga rápido en su equivocación, pues la gente sí lo ha hecho, en especial su viejo amigo Serge (Gérard Blain), ya que no es el mismo. El personaje pintoresco y clásico propio de las comunidades rurales, el borracho del pueblo, es ahora el que fuera su fiel y único amigo. La culpabilidad por parte de Serge que somete a François dada la pésima situación en la que se encuentra, crea en el protagonista un duelo entre lo que debe y quiere hacer, pues en el terreno rural todo es más comedido, todos saben pero, a su vez, actúan como si no supiesen nada. Por ello, la intromisión de François en la vida de Serge supone un conflicto ya no tanto personal, si no más comunitario.
Claude Chabrol supo, mediante la psicología de los personajes, plasmar la vida rural más profunda y el impedimento que supone a sus habitantes el crecer como personas en todas sus facetas. Los problemas personales, las tensiones surgidas, la rutina vivida es un auténtico bucle que funciona como prisión para el pueblo en conjunto. Las mujeres están destinadas a las labores del hogar, a tener hijos y a sufrir las humillaciones de sus hombres, los cuales, entre trabajos dedicados por entero al municipio, pasan las horas con botella en mano.
Dicen que la ignorancia hace feliz al hombre. También nos hace débiles. La intolerancia que sufren los personajes crea un miedo hacia lo desconocido y un rechazo inmediato por lo nuevo. La película de Chabrol deja claro que el ser humano, desde sus formas más primitivas e ignorantes, es un ser despiadado y egoísta, donde no existen más miramientos que el que uno mismo tiene delante de sus narices. Son individuos que asumen la vida que tienen y la afrontan como pueden.
De esta forma, Chabrol muestra la comodidad que tiene a la hora de filmar en espacios rurales, siendo capaz de focalizar mejor y controlar los comportamientos de los personajes dándoles un carácter detallado y sin enredos.
No obstante, el análisis no se queda aquí. En un aspecto más analítico, Le beau Serge recalca el cine que posteriormente le precedería, haciendo de François la transición a través de la visión del individuo que lucha por vivir la vida, que se impone a lo estipulado, que reacciona contra las estructuras de un modelo impuesto en ese momento y que da comienzo a un tipo específico de cine, que a su vez es muy variado entre sí, pues la Nouvelle Vague trata sobre eso, reducir al mínimo las intervenciones manipuladoras y artificiales.