Nuevamente la propuesta de François Ozon para este año ha vuelto a ser una de las citas obligadas y más esperadas en la vigésimo-octava edición de Cineuropa Compostela. Une nouvelle amie, película con la que se inauguraba el festival —y que en cierta manera resarcía a los espectadores de aquél vacío de envoltura preciosa que Joven y bonita dejara en noviembre pasado entre los asiduos al patio de butacas del Teatro Principal— se lleva en esta ocasión una nota media de 6,8 en el ránking final de las predilectas al premio del público, sólo por detrás de What we did on our holidays (Guy Jenkin y Andy Hamilton), Marie Heurtin (Jean-Pierre Améris) y Negociador (Borja Cobeaga).
Ozon es uno de los nombres que repite en Cineuropa y uno de los cineastas cómplice y también de los más consentidos —junto al canadiense Xavier Dolan, “el niño bonito”— del público compostelano. No en vano, los dos títulos más recientes del francés vienen compitiendo en sección oficial en ésta y en la edición anterior del festival, si bien es cierto que es inevitable apreciar entre el murmullo generalizado del público un mismo mantra casi al unísono por lo que respecta a su último estreno: “copia a Almodóvar”. No siendo intencionado, ocurre y, lo que parece innegable es que quizás el realizador galo haya perdido fuelle desde que inaugurara el ciclo que abrió hace tres años en su renovada filmografía con su enigmática En la casa.
Sin que el parecido razonable a las manías cinéfilas de Pedro Almodóvar sirva de demérito, Une nouvelle amie ha sido gratamente recibida por cientos de espectadores en su sesión de inauguración del festival y en sus dos pases posteriores del certamen compostelano.
Con dosis de calculada euforia, humor cínico pero inofensivo y drama comedido, la cinta protagonizada por Roman Duris y Anaïs Demoustier es un perfecto compendio de antagonismos a las preciosas y burguesas maneras de vida de una sociedad que Ozon caricaturiza, no sólo en esta sino en varias de sus películas. Hay cierta tendencia en su cine a ridiculizar la pose, como pura idiosincrasia francesa, de la vida burguesa de clase media alta. Lo que Ozon busca en su último trabajo es poner en un brete a la elite de la progresía y del esnobismo sacando a la palestra y “del armario” el comportamiento tabú, como inesperado, de uno de sus miembros. Las reacciones de su entorno serán lo que nos mantenga en vilo durante una cinta con momentos de euforia y desparpajo impagables.
Tras la pérdida de su amiga de la infancia y juventud, luego de casarse y haber compartido juntas dos décadas de sus vidas, Claire (Anaïs Demoustier) encontrará sin esperarlo a una «nouvelle amie» en quien fuera marido —ahora viudo—, de su mejor amiga. David/Virginia (Roman Duris) romperá pronto sus esquemas. Enseguida Ozon regalará al público un divertimento sin demasiadas pretensiones, muy a costa de un Duris espléndido y de una actriz con tanta picaresca como curiosidad pueda despertar esta inesperada relación al otro lado de la pantalla.
El ansia, casi de portera de edificio por inmiscuirse en la alcoba del vecino —como si de ello dependiese la salud de nuestro pacto social— dará buena carnada a un guión que sin demasiada mala leche pondrá en jaque muchas de las convicciones sociales asumidas. Sobrado de naturalidad y controlando una arriesgada dosis de histrionismo muy al límite de rayar el ridículo bochornoso, Ozon se la jugará saliendo bastante airoso.
La complejidad de las relaciones sexuales que puedan darse entre humanos no radica en sus múltiples opciones, posturas o número de miembros intervinientes en el acto, sino en la generalizada tendencia por construir tabúes, en mofarse de lo estrafalario de los gustos ajenos, o en el empecinamiento obsoleto por levantar muros entre personas sin que se repare en afinidades que éstas comparten en otros ámbitos de la vida cotidiana.
Partiendo así de la premisa de la diversidad, como una constante en el último cine de Ozon, sirviendo esto a su vez como argumento para ridiculizar al burgués acomodado y a esos individuos de clase media-alta (sean suegros, cuñados, maridos o vecinos) que no se han visto nunca en el brete de decidir sobre sus propias convicciones, Ozon imprime fuerza a un hilo argumental repleto de razones de por sí que consiste en desarmar al hipócrita social.
Otra cosa es que se justifique airosamente y en profundidad a su personaje revelación. El que Roman Duris encarna y que más incomprensión puede conllevar por ser quien pone en entredicho esas convenciones sociales. Difícil no llevarlo al esperpento, aunque eso sólo puede corresponder a la apreciación personal de cada espectador y mucho me temo que dependerá de los valores de cada uno. Ozon, sin embargo, no concede ese ejercicio de libertad al público, pues sus personajes serán apartados a un lado o al otro de quienes simpaticen o no con Virginia y David. En estas lides, más allá de cualquier técnica o guión cinematográfico, será la percepción y la madurez del público quien intervenga y juzgue.
Sí es cierto que hay un devenir inconstante —al hilo de la recreación psicológica del personaje principal (Virginia/David), con todos los vaivenes que implica su complicada definición personal—. La película peca tanto por defecto como por exceso, dando lugar a lances de la trama que luego de momentos delirantes se desinfla, no para retomar aliento, sino para perderse en un tercio final de acontecimientos atropellados calzados para completar un guión que careciendo de un mejor plan, se resuelve facilonamente.
Pero a Une nouvelle amie se le puede perdonar todo giro almodovariano del que adolezca como su inacabado desenlace. Ofrece mucho más antes. Es una película vital y alegre, que no se complica a sí misma, que transmite muchas cosas desde su gran intérprete masculino y que será, en todo caso, una oda a la mujer y a la feminidad declarada por François Ozon. Una feminidad no poco cosificada en ideales de belleza caros y difícilmente accesibles, pero al fin y al cabo, un alegato de amor a la mujer y contra convencionalismos que algún día dejarán de serlo. Y es más, de muy fácil acceso a todo el que recele de todas estas cuestiones de identidad sexual y de género. Otra vez Ozon, desde Cineuropa y con casi un notable en sus valoraciones, una película más que recomendable.