El erotismo llegaba a Molins de Rei en su 33ª edición, y no había mejor marco que el escogido: quizá porque la amplitud de una temática como esa, que puede interceder en cualquier título sin apenas proponérselo, era idónea para recurrir a ella. Más allá de las ya conocidas retrospectivas —que incluyeron dos cintas ineludibles en esa mixtura entre horror y erotismo o sexo, Rabia de David Cronenberg y El cuarto hombre de Paul Verhoeven—, a la que se añadió la habitual sesión sorpresa —con El descuartizador de Nueva York de Lucio Fulci—, el certamen de este año ha sido capaz de aunar títulos de lo más sugerentes que compactaban aun más la temática central, y es que más allá del riesgo o no de la Sección Oficial, encontrar ciertas películas que escenificaban con tal acierto el camino a recorrer ha sido determinante.
Más allá de esa virtud que ha sido capaz de atesorar en su «line up» el festival, y como cada año, la SO ha sido capaz de conglomerar títulos de toda índole, recurriendo desde los escenarios más autorales posibles —ahí está la letona The Man in the Orange Jacket, a la que quizá no beneficiase en exceso el horario de su proyección, pero sorprendió por el modo de continuar explorando nuevas vías y horrores—, a los ya habituales homenajes al género —en ese sentido, el «rape & revenge» Julia o cintas menores como Berkshire County cumplían— e incluso las visiones diferenciales —ese Bigfoot de Eduardo Sánchez con Exists— o revisiones —cabe destacar como recurre la magnífica Starry Eyes al horror psicológico, o esa Closer To God, regenerando el mito de Frankenstein—.
No era fácil, pues, otorgar un palmarés donde al final se terminó haciendo con los galardones centrales quizá el único título que no era puramente de género —sí, se podría considerar un thriller y darle cancha en ese aspecto, pero hablamos de un título no tan dentro de la tónica de Molins de Rei—, esa Autumn Blood cuyos premios no dejan de ser merecidos por resultar una de esas cintas diferenciales del festival. A nivel interpretativo, hubo especialmente dura pugna en el apartado femenino —mucho protagonismo tuvo— ya que en cintas como Autumn Blood, Julia, Starry Eyes o Berkshire County reinaba ese género, aunque la decisión fue equitativa —galardón para el buen papel de Ashley C. Williams en Julia, y mención especial para el tremendo esfuerzo de Alex Essoe en Starry Eyes—, mientras en el masculino fue Chris Cleveland, actor de Living Dark —cinta que también se hizo con dos menciones especiales más—, el gran ganador.
En su esfuerzo por seguir reivindicando un género que en ocasiones parece difícil de reivindicar —más por la cantidad de material e incluso de piezas que uno encuentra en ocasiones—, Molins de Rei ha continuado en una línea que complementa lo visto hasta ahora: hay riesgo por esos títulos que no muchos tomarían con tal determinación, hay decisión y hay ganas de ampliar un cerco que no lo constituyen aquellos títulos mejores y peores, sino aquellos —siempre hay alguna excepción, como es obvio— que pueden otorgar amplitud, nuevas miras y grandes sorpresas al cine de género. Algo que no muchos serían capaces de hacer en el corto espacio de tiempo que posee el festival catalán y que, sincertamente, hay que aplaudir un año más.
Por último, os dejamos con el Top 5 de lo visto en el certamen, algunas ya reseñadas, otras por reseñar, pero sin duda cintas que hay que rescatar y que ojalá tengan la suerte que merecen. Con ello, nos despedimos —a falta de continuar dejando alguna otra reseña de las destacadas, claro está— un año más.
1. Starry Eyes (Kevin Kolsch, Dennis Widmyer)
Con una actriz completamente entregada, Alex Essoe, Starry Eyes se sumerge de nuevo en ese horror psicológico tan polanskiano —aunque de tintes incluso más malsanos aquí— para terminar derivando en una suerte de slasher y sorprender con una conclusión digna de elogio, donde los ecos de un Cronenberg más terrenal y menos fantástico resuenan en una de las cintas de género del año.
2. Autumn Blood (Markus Blunder)
Los imponentes montes tiroleses sirven como escenario central para un western contemporáneo que tiene algo de thriller rural y mucho de contemplativo. Sophie Lowe —en otra gran interpretación femenina— pone rostro a la protagonista en un relato donde la redención y el perdón se sirven a través de la sutileza y los gestos. Una gran sorpresa.
3. The Man in the Orange Jacket (Aik Karapetian)
Un escenario —una enorme mansión en mitad de la nada—, un personaje aterrado en pleno proceso de mutación y una parábola social sin parangón son los principales ingredientes de una cinta insólita. Karapetian compone uno de esos mosaicos donde el horror asoma de un modo distinto, y lo hace con una de esas cintas que no hay que perderse, para bien o para mal.
4. Exists (Eduardo Sánchez)
Uno de los amos y señores del found footage vuelve a su terreno y lo borda. Sánchez redefine el universo Bigfoot en una cinta que alude a algunos males del género pero, en especial, a todas sus virtudes, y es capaz de dotar a la experiencia de un aire tan ciertamente refrescante como aterrador y (en parte) divertido. Si tienen un rato, no lo duden, Exists ofrece exactamente lo que prometía.
5. Closer To God (Billy Senese)
La reformulación de uno de los mitos del cine de terror llega con un debut inesperado. Senese consigue tejer imágenes tan inquietantes como perturbadoras en su faceta de horror más puro, manteniendo asímismo un cauce dramático y consecuente que juega en favor de uno de esos títulos que cualquier amante de la regeneración de esos mitos.
Larga vida a la nueva carne.