Viajar en el tiempo en términos cinematográficos suele ser algo así como ir al pasado buscando solucionar errores, cambiar futuros teñidos de negrura, tejer complicadas teorías científicas, construir máquinas, sufrir paradojas espacio temporales… etc. Una larga lista de clichés que sin embargo en sus múltiples variantes no dejan de repetirse. ¿La razón? La fascinación por lo desconocido, por la posibilidad de que algo aparentemente imposible, si se tiñe de racionalidad pseudocientífica, pueda llegar a a darse, pero sobre todo está el ansia de reparación, de volver atrás y arreglar aquello que juzgamos erróneo.
The Navigator parte de todos estos supuestos pero, lejos de limitarse a una burda repetición, los lleva a al terreno de la subversión vía sustitución inversa. Donde teníamos ciencia encontramos misticismo religioso, donde hay traslado presente-pasado hay medievo-futuro, donde hay interés interés por impedir lo ya acaecido hay voluntad de evitar lo que todavía tiene que pasar. Un viaje (o no) que no se basa en reconstruir un futuro espeluzanate sino salvar a los habitantes de un pueblo mediaval inglés de la amenaza de la peste negra.
Evidentemente el contexto medieval, así como el propio argumento nos trasladan a una cierta visión religiosa de la misión a cumplir en el argumento, pero no hay que dejarse llevar a engaño. Esta es una religiosidad meramente funcional, sin peso moralista o adoctrinante. De lo que se trata es de sentar unas bases creíbles, realistas, para dejar que la historia fluya y se construya correctamente. De hecho, la narrativa, tanto en el aspecto formal, como en lo que nos cuenta argumentalmente está más cerca del juliovernismo decimonónico que de la parábola bíblica. No, no estamos ante un ejemplo de steampunk, naturalmente, pero si ante un ejemplo de como recuperar ideas conceptuales como el maravilloso túnel que atraviesa toda la tierra no sólo en el espacio sino también en el tiempo, y dotarlos de funcionalidad en un contexto donde difícilmente el viaje en el tiempo tendría encaje.
Pero si por algo es remarcable The Navigator es por su uso de los recursos. Efectivamente con unos medios que más que económicos podrían considerarse de guerrilla, consigue reflejar, en lo que su uso de la imagen se refiere, las expectativas, sentimientos e incluso contexto histórico de los personajes. Y todo con algo tan aparentemente tan simple, tan de manual, como la alternancia entre el blanco y negro y el color. Algo aparentemente fácil pero que en el film se revela como eficaz correa de transmisión de lo que se halla en la trastienda del texto principal.
Al final puede que The Navigator no sea la más optimista de las películas, pero sabe jugar con especial habilidad las bazas de conjugar la esperanza, la desesperación y la realidad en un cóctel que lejos de parecer extraño o farragoso nos sitúa en el plano de la experiencia humana cercana, cosa meritoria teniendo en cuenta la lejanía cultural-temporal con sus protagonistas. Lo más importante, sin embargo en esta aventura reside posiblemente no ya en la duda de si el viaje ha sido real o se sitúa en el plano del imaginario interior, sino de la imposibilidad de esquivar de ninguna manera el fatum personal y colectivo que sobrevive a través de todas las épocas: la muerte.
excelente comentario de un excelente film. Mas vigente que nunca en tiempos de pandemia