De los nórdicos parajes de Dinamarca llega Cuando despierta la bestia, título de incierta adaptación hacia el original (“Cuando los animales sueñan” sería mucho más apropiado, tal y como se tradujo en inglés para el estreno internacional) y que esconde un curioso thriller sobre licantropía que parece trazar una línea de diferenciación sobre los cánones más habituales del género en estos entramados tan recurridos en los últimos tiempos. En esencia puede recordar a la popular y elogiada Déjame entrar, con la que comparte origen nórdico, y en el que una historia de vampiros mutaba en drama intimista con un calado hipnótico y sugestivo, haciendo circular al cine fantástico por unos caminos de formalidad poco corrientes en él con todo lo bueno e imputable que ello pudiera tener.
En la película danesa que nos ocupa se traza como eje del entramado la licantropía, delineándose los elementos que habitualmente se desarrollan sobre ella pero beneficiándose del drama de Marie, una joven marginal que llega a la adolescencia manifestando los crueles síntomas de una extraña enfermedad y dentro de un complicado seno familiar (su madre está postrada en una silla de ruedas víctima también de una insólita afección) comandado por un padre que intenta aparentar normalidad ante los furtivos ojos de los habitantes del pequeño pueblo costero en el que viven. El film, que no deja de ser la descripción del drama de la joven, circula a la misma velocidad que la enfermedad de Marie se va manifestando, a modo de una proto-mutación que potenciará los extraños rasgos psicológicos de la joven al mismo tiempo que su cuerpo sufrirá unas alteraciones algo repulsivas. La premisa está sacada sin ningún tipo de edulcoración de las ideas más clásicas del terror, potenciando la recurrente figura del individuo marginal, perseguido y de tintes malditos, con un dibujo de lo misterioso e insólito que emerge del interior para desprecio y discriminación de aquellos que le rodean.
Lo más interesante de la propuesta es ver como el debutante Jonas Alexander Arnby recoge ese legado postergado por las diatribas de los relatos sobre hombres lobos y licantropía haciéndolo carburar por los calados estéticos y narrativos más afines al drama intimista y al dibujo interior de la psicología, pero sin abandonar ciertas autoimposiciones formales hacia el género que aquí se presentan a modo de deconstrucción. Aún así, el film apuesta toda su carga hacia la deshumanización de la protagonista, con el acertado tratado del camino de la autodestrucción (inherente a la transformación ocasionada por su licantropía, aquí concebida como una realista enfermedad y dejando a un lado sus aspectos más entroncados con el «fantastique») utilizando para ello un campo de juego sensacional: los fríos parajes nórdicos de la pequeña localidad en la que vive, agrietados en atmósfera por la aridez infligida hacia ella por la comunidad hostigadora que la rodea. El realizador, antiguo colaborador de Lars Von Trier, apuesta por algunos apuntes vanguardistas en lo puramente cinematográfico, con la usual utilización de la cámara en mano y la sobresaturación musical de algunos momentos, que ciertamente se ven en el film requeridos por y para el drama y no como meros compromisos autorales.
Es admirable la forma en la que la película presenta ese dibujo de marginalidad con ciertas miras al fondo el personaje, sin abandonar un coqueteo constante con las narrativas maneras más usuales del terror. Aunque, todo sea dicho, llama poderosamente la atención esa ausencia de momentos o secuencias de solidez hacia este género, donde el film fácilmente se pudiera haber beneficiado de una apuesta por lo sobrecogedor en el aspecto más puramente efectista, ya que la oscuridad imperante en su calado estético parecía requerirlo. Es una lástima que a pesar del conseguido ritmo y pulso descriptivo, los toques espeluznantes tan relacionados con la temática no acaben de llegar dejando las intenciones artísticas a medias tintas entre la pura dramática y el relato del horror, postergando a la película con muchas superficialidades. Sin embargo, su momento final, donde se apuesta al 100% por las mixturas del terror (de manera tardía, aunque la escena merece reconocimiento por su exquisito tacto visual), deja a la vista el corte clásico del film, principal encanto de esta producción que apuesta por el preciosismo visual como una de sus grandes herramientas narrativas.
«apuesta por algunos apuntes vanguardistas en lo puramente cinematográfico, con la usual utilización de la cámara en mano y la sobresaturación musical de algunos momentos,»
Cómo van a ser vanguardistas, si inmediatamente después se dice que la utilización es usual.
La peli es malísima, y esta crítica falta de coherencia.
«algunos apuntes» y «la usual utilización de la cámara en mano». La peli será lo que usted quiera, pero no estaría de más releer lo que uno ha copiado en su propio comentario.
Saludos
Una respuesta tan ambigua como la propia crítica. Por más que lo relea el lector, o tú lo saques de contexto, el escrito sigue sin tener sentido. Vanguardista y usual son términos antagónicos, le invito a que explique (sin divagar, por favor) el sentido, que yo no he llegado a comprender. Una vez explicado, podremos proseguir con otras muchas dudas que tengo sobre esta crítica.
Muchas gracias