Ariane luce un semblante alegre para celebrar el día de su cumpleaños, pero no sabe hasta qué punto podrá ser amargo: a su casa llegan muchos ramos de flores, pero ni un solo familiar, amigo o conocido. En la siguiente escena vemos que Ariane tiene que esperar a que baje un puente para cruzar a la otra orilla, y mientras el resto de conductores decide amenizar la pausa marcándose un curioso baile, un joven motero la ofrece ir a comer algo… Dejándose su coche atrás, claro.
Así transcurren los primeros minutos de El cumpleaños de Ariane (Au fil d’Ariane), una curiosa cinta que mezcla drama, comedia, fantasía e incluso algo de road movie para ofrecernos el retrato de una mujer desdichada, aparentemente extrovertida y llena de vitalidad, pero a la que su soledad atenaza por dentro. Robert Guédiguian (realizador de Marius y Jeannette, La ciudad está tranquila o Las nieves del Kilimanjaro, entre otras) dirige y escribe esta película que cuenta una vez más con la valiosa colaboración de su mujer Ariane Ascaride en el papel de su homónima protagonista. Ella da color a la obra desde el primer al último minuto, un trabajo en principio poco llamativo y con algunos momentos irregulares, pero con un mensaje claro y un final que cierra a la perfección cualquier cabo argumental que pudiera hacer dudar al espectador.
Vaya por delante que El cumpleaños de Ariane es una película bastante asequible de ver y digerir. Prueba de ello son sus minutos musicales “porque sí” (aunque al final veremos el motivo), la no excesiva profundización en el carácter de sus personajes y los temas tan universales que trata: amor, desamor, soledad, autorrealización y, por encima de todos, la muerte, que enlaza con los anteriores y está presente de forma más o menos implícita en numerosas secuencias de la obra. El personaje de Ariane genera una empatía tan grande desde el principio que resulta terrible. Su pena y su tristeza, unidas a la serie de percances que atraviesa en las primeras escenas hacen que el interés por la cinta aumente exponencialmente durante los minutos iniciales.
El pulso narrativo de Guédiguian a la hora de contarnos las diversas andanzas de Ariane y la búsqueda de sí misma que está poniendo en práctica, resulta algo desequilibrado por momentos. A escenas de verdadero calado dramático e importancia argumental le suceden otras que a primera vista no encajan demasiado bien en el contexto del filme. De ahí vienen ciertos momentos que rozan lo tedioso y provocan cierta desazón ante lo que parecía una película tremendamente prometedora.
El problema principal que un servidor ve en la película de Guédiguian es que, en cierto modo, se deja todo para el final. Escenas que a priori resultan chocantes, como los ya comentados momentos musicales o incluso que una tortuga posea el sentido del habla, quedan perfectamente explicados en un desenlace que, eso sí, casa bastante bien con el espíritu de la obra. Un final así puede criticarse con dureza en muchas otras películas (de hecho, ya lo hemos podido comprobar en diversas ocasiones), pero sería injusto hacerlo aquí por dos motivos: primero, porque el director deja las suficientes pistas a lo largo de la obra como para que ésta no acabe siendo tramposa; y segundo, porque sintetiza a la perfección todos los temas que se habían tratado en los 100 minutos anteriores.
En definitiva, El cumpleaños de Ariane es una nueva propuesta dentro del cine francés, que goza de una frescura que siempre merece los aplausos y ostenta varias virtudes de gran calado cinematográfico, aunque en este caso su irregularidad acabe echando alguna palada de tierra a un producto que, por otra parte, permanece muy vivo hasta el final. Una obra que posiblemente se calificará como “menor” en la filmografía de Guédiguian, pero que en ningún caso merece ser despreciada, al menos en lo que se refiere a sus intenciones y puesta en escena.