Esta historia basada en hechos reales fue uno de esos intentos de Menahem Golan y Yoram Globus, máximos responsables de la incombustible Cannon Films, de separar a su productora de las exclusivas intenciones de dominar el mercado del cine acción, apostando también por cine de autor que les hiciese entrar de lleno en el mainstream y las ceremonias de premios. Sin ir más lejos, con este film realizado por Fred Schepisi (El Juguete del Diablo o Plenty, entre otras) se originó uno de los primeros grandes reconocimientos a nivel mundial de Meryl Streep, quien aquí interpreta a una mujer que ve como su hija recién nacida desaparece súbitamente en una excursión familiar, con el agravio de ser juzgada y culpada públicamente por su posible asesinato. Una historia que ocurrió realmente en Australia, país donde se desarrolló la producción, y que trajo consigo un debate popular acerca de la culpabilidad de la mujer. Ella afirmaba ver como un dingo (perro salvaje australiano) fue quien se llevó a su pequeña. El escarnio mediático realizado por los medios de comunicación acerca del suceso y su trascendencia fue algo realmente significativo, y será el principal centro neurálgico del film de Schepisi.
La forma en la que se cuenta la historia de Un grito en la oscuridad destaca por abordar la polémica sin ningún tipo de estridencias narrativas ni posicionamientos, aunque ello haga que se eche un falta un poco más de atrevimiento en la crudeza moral que se ejerce sobre la pareja protagonista. Sobre esta, compuesta por unas interpretaciones muy admirables de Meryl Streep y Sam Neill, será sobre quien decaiga todo el peso de la narración. La pareja actoral asume para sí el gran apoyo la película, dejando en evidencia los valores interpretativos de Streep en una actuación que acapara uno de los grandes puntos de interés de la historia. Aunque en ello haya que reconocer que el papel es demasiado agradecido, la actriz expone todo aquello que su personaje necesita: dolor, tortura emocional y un tumultuoso calvario, sin ningún tipo de exageraciones o desproporciones dramáticas. Streep construye el personaje a medida que avanza la película y lo eleva justo en la medida que esta lo necesita en cada momento. Sí se podría afirmar, sin querer menospreciar ningún otro valor del film, que la actriz y su trabajo es el mayor reclamo de Un grito en la oscuridad. Neill está perfecto secundando a la actriz, en un rol más contenido pero en proporción igualmente notable.
La narración y su ritmo es otro de los puntos más destacables del film, fruto de la medida mano de su realizador. Es interesante el punto de vista que acerca el drama al suspense, con esa falta de posicionamiento que hace mantener la incertidumbre sobre la veracidad de los alegatos del personaje principal para su defensa, logrando así que se cree una interesante intriga sobre las causas reales del suceso y la supuesta inocencia de la mujer. Clave es el enfoque donde se muestra como una familia modelo acaba destruyéndose y cayendo a los infiernos ante la presión social a la que es sometida (principal causa por la que el hecho real es conocido) aunque se echen en falta alguna que otra secuencia donde dar más juego a la dramática expresada por los intérpretes. Es precisamente ahí, donde el relato parece mostrar cierta apatía en su construcción del drama, al extrañar la ausencia de cierto impacto en los momentos que se presuponen clave: aquellos, por ejemplo, donde el personaje de Streep se vuelve cada vez más susceptible a los hechos o el suspense de los interrogatorios, que carecen de una potencia narrativa digna de su importancia, quizá fruto de una puesta en escena demasiado fría y poco deudora del interesante tema que el film trae entre manos.
La película respira bastante clasicismo tanto en su desarrollo como conclusión, con una crítica al sensacionalismo de los medios poco atrevida aunque juegue con el documentalismo en aquellos momentos donde se introducen insertos de personajes anónimos aportando su punto de vista al respecto. Aún así, y reincidiendo, lo más positivo de la película es su falta de posturas y prejuicios acerca de ninguna de los dos bandos, aportando un punto de vista que intenta mostrar tan solo el drama y conmoción de unos hechos que en ese momento estaban aún por resolver. Sería en el pasado 2012, 32 años después del suceso, cuando un tribunal australiano diese por concluido el drama determinando que realmente un dingo originó la desaparición y muerte de la pequeña.