El premio Kutxa – Nuevos Directores, que dota al mejor trabajo presentado en la sección paralela del Festival de San Sebastián con 50.000 euros, ha recaído este año en la película búlgara Urok – The Lesson. Este galardón no sería más que una anécdota carente de peso alguno en su reseña si no fuera por la tremenda —y es de suponer que involuntaria— ironía de que en ella se proponga una feroz diatriba contra un sistema absurdo, a través del retrato de una mujer forzada a violar sus mecanismos precisamente al querer velar por su protección.
Trasciende muy poco o nada del cine que se hace al noreste de los Balcanes, y quizá en parte por ello sorprende la garra del directo comienzo de Urok – The Lesson. Sin hacer gala de un estilo que no podamos asociar estrechamente al de otros prestigiosos cineastas europeos, la pareja formada por los debutantes en el largometraje Kristina Grozeva y Petar Valchanov tiene muy claras las coordenadas en las que se debe mover para acercarnos la historia de una estructura podrida desde su base, con un transcurso de la acción que bien podría extrapolarse a cualquier país de la Europa actual sin perder un gramo de su esencia ni su maravillosa credibilidad.
En un aula cualquiera de un pequeño pueblo, la profesora de inglés trata de descubrir a un alumno que comete robos menores. Cabe pensar que la educación intentará ocuparse y reprobar su conducta, corregirla para que en un futuro puedan formar parte de una sociedad plena. Pero Nadezhda, que se convierte en protagonista absoluta, atraviesa paralelamente un periplo de burocracia y papeleos que pone en riesgo su integridad personal y plantea el dilema de equiparar el delito a la supervivencia. Tras el alcance de títulos como La muerte del señor Lazarescu o Madre e hijo, la cinematografía de los vecinos rumanos parece haberse convertido en un referente a la hora de hablar de individuos ahogados en mares de absurdos trámites, de la dignidad humana reducida a cuestiones tan triviales como la clave de una tarjeta o un fallo informático. El retrato de Urok – The Lesson es aún más crudo por desarrollarse en un entorno cuya lejanía geográfica nos resulta curiosamente familiar, entre terroríficas oficinas repletas de funcionarios obligados a acompañar el cumplimiento a rajatabla de su trabajo con una sonrisa y personas de a pie que acaban cometiendo actos tan cuestionables como desesperados.
Grozeva y Valchanov depositan su demoledor discurso en las espaldas de la prodigiosa actriz local Margita Gosheva, de la que una cámara en continuo movimiento no se desprende. Se opta así por mostrar lo necesario sin renunciar a la crudeza, utilizando el objetivo como fiel testigo de unas prolongadas idas y venidas que culminan en un brillante golpe final, un trabajo de dirección que parece tener como referente directo el cine de los hermanos Dardenne. Si la observación de la realidad resulta asfixiante de por sí, contemplar de qué modo la tragedia a la que aboca el sistema financiero se funde con el proceso educacional otorga el broche a una obra de sorprendente madurez y contundencia, que paradójicamente va a encontrar una oportunidad a través de un premio otorgado por una entidad bancaria. Cabe esperar que los autores no se topen ahora con el mismo infierno que su personaje.