Esta película se puede catalogar como una de las mejores representaciones del cine negro mexicano, y emerge hoy como una rareza, pues ha permanecido de manera injusta guardada en los archivos olvidados del cine.
Filme sombrío y pesimista, que basa su contenido en el mundillo de las apuestas y su relación con el crimen. Constituye además un ensayo psicológico de personajes envueltos en esquemas fatalistas de amor, odio, venganza y ambición.
Se trata de una película absorbente de inicio a fin. Narra la historia de Marcos, un destacadísimo jugador de pelota vasca, cuyos éxitos deportivos no han hecho más que agrandar su ego y convertirlo en todo un ser despreciable por su arrogante actitud. Por circunstancias de la vida y por su propia obra, se verá inmerso en una contradictoria apuesta mafiosa que marcará su destino.
La película está dirigida por Roberto Gavaldón, uno de los grandes realizadores del cine mexicano, un estilista y riguroso director que tiene en su haber algunas joyas fílmicas como Macario, La otra, En la palma de tu mano, La diosa arrodillada, La barraca, etc.
Gavaldón abordó en su cine diversidad de realidades mexicanas, pero tenía como obsesión enfocar esa contraposición de caracteres de las personas, al tiempo de dotar a sus películas de un aire fatalista. Un ejemplo de esto fue, precisamente, La noche avanza, un intento por penetrar el esquema clásico del «film noir» americano al contexto urbano nocturno mexicano.
Tomando como referencia la noche, esta película se adentra en una atmósfera especial para develar a esos seres que se cobijan en la oscuridad para delinquir y tejer sus engaños, o también para refugiar su soledad y crear el ambiente propicio para labrar un futuro ilusorio con el riesgo latente de ser devorados por un exceso de pasiones.
La ironía, el cinismo, la humillación y el engaño serán las constantes que marquen la historia de personajes atormentados por aspiraciones desesperadas, y que estarán ubicados en un argumento atrayente y permanentemente subrayado por una banda sonora inquietante, que se encargará de mantener el suspense.
‹El hombre que no triunfa no merece vivir› ‹Nadie se fija en los fracasados› ‹Más vale la quinta parte de un hombre de primera a tener todo de un hombre de quinta›, son algunos de los impactantes enunciados que marcan la filosofía de vida de los personajes del filme, y que al mismo tiempo se convertirá en su propia sentencia.
Uno de los lugares básicos en donde se desarrolla la trama de esta cinta es el cabaret, símbolo escénico por excelencia del cine mexicano, y que aquí fluye como el espacio ideal para dar cabida a un aire sombrío, de dolor, y también criminológico. Y es precisamente en este contexto en donde se ubica otro factor representativo de la filmografía azteca, las canciones de bolero que, para esta ocasión, serán las encargadas de poner el ingrediente de despecho a un filme de por sí pesimista.
En el transcurso del filme, podremos notar como Gavaldón nos muestra un estereotipo rígido del personaje central (Marcos), pero previo al desenlace lo dota de una curiosa ambigüedad cuando lo coloca como una víctima que intenta reflejar algo de dignidad, pero ésta será superficial y no será más que un hábil motivo para justificar un final irónico y duro, como intentando ajusticiar socialmente a quienes se atrevieron a desafiar a la vida.
La fotografía del filme estuvo a cargo del experimentado Jack Draper, que dotó a sus imágenes de esa magia de luces y sombras del cine negro norteamericano, pero fielmente adaptadas a los moldes o personajes mexicanos.
La pasión está también en el cine.