Comentaba con un compañero hace un tiempo que, últimamente, las películas que ganan el premio al mejor guión en el Festival de Sitges me resultan mucho más interesantes que las ganan el Festival en sí mismas. Quizá sea porque al final son las que, sin dejarse vencer por el surrealismo, se ajustan a los canones más clásicos del cine de género, actualizándolo y reinventándolo.
Una de las más fascinantes de los últimos años, ganadora del mejor guión en 2010, llega a nuestras pantallas. Se trata de Fase 7, una cinta que acaba encontrándose a medio camino entre un thriller sangriento y una comedia muy negra. La trama es que Daniel Hendler y Jazmín Stuart, una pareja de treintañeros recién mudados a su nueva casa, al volver un día de hacer la compra descubren que se ha detectado una pandemia. La OMS está aplicando cuarentenas para controlar la expansión, con toda la parafernalia: plástico para proteger los hogares, trajes protectores de cuerpo entero… todas esas cosas. El edificio de viviendas donde residen queda aislado. Coco y Pipí quedan, pues, hasta nuevo aviso, con lo que tienen atrapados junto a sus vecinos: el misterioso Yayo Gurdi, el solitario Federico Luppi y un par de familias, de las que solo conocemos a los padres.
A partir de aquí, con todo el juego que da tener una serie de personajes atrapados en un entorno del que no pueden salir, Goldbart aporta una visión completamente innovadora, tanto por el planteamiento de la trama como por el modo de contarlo. Al estilo de otras películas, como La comunidad de Alex de la Iglesia o The Divide de Xavier Gens, será la evolución de los personajes la que acabe marcando el desarrollo de la obra. Y es que las guerras que emprenden los poderosos siempre las terminan perdiendo otros.
En este aspecto resultarán fundamentales las escenas en las que aparezca el trío protagonista: Un Daniel Hendler que, sin hacerlo mal, no destaca, un Yayo Guridi maravilloso en cada movimiento y Federico Luppi, cabeza visible del reparto, haciendo gala de un curioso e inesperado registro, mezcla de El Castigador y Van Pelt, el cazador de Jumanji. Absolutamente impresionante. Entre los tres conseguirán ir atrapando al espectador, que se mantiene el vilo a lo largo de los 95 minutos.
En el fondo es una suerte de realismo mágico aplicado al cine: Aunque la hipérbole, la exageración y lo irracional sean los elementos que van estableciendo el desarrollo de la obra, todo se mantiene en un tono cotidiano, sosegado, usual. Daniel Hendler será el conector entre ambos extremos, representados respectivamente por Yayo Guridi (su actuación es recalcable: nadie diría que no tiene experiencia haciendo cine) y Jazmín Stuart, que actúa como comparsa. De hecho ese es uno de los peros que se le puede poner al film: parece enteramente masculino, cómo si las mujeres, ante una situación apocalíptica, no tuviesen relevancia.
De otra parte, será un final excesivamente simplista y esperable, relleno de delicioso tópico de género, lo único que le falta a este largometraje para ser redondo. Si uno apuesta por la parodia, debería mantener esa apuesta hasta las últimas consecuencias. Aun así, el buen trabajo realizado en todos los aspectos, como un sonido que se convierte en otro elemento desquiciante, compensa los pocos fallos que se le pueden sacar. Por lo demás, el debut de Nicolás Goldbart detrás de las cámaras brilla con luz propia. Fase 7 cumple con todo lo que promete, y hará las delicias de aquellos que buscan cine de autor, de aquellos que buscan cine de género, y de aquellos que están cansados de los mismos refritos a la hora de hablar de cine negro. Para no perdérsela.