La combinación de drama y comedia a veces puede convertirse en un terreno demasiado pantanoso en el cine. La cuestión de si buscar la paridad entre ambos géneros o decantarse por uno a sabiendas de que esto puede provocar decepción e incluso indefinición tiene difícil respuesta. Parece que no es el caso de En un patio de París, última película del realizador francés Pierre Salvadori, que demuestra perfectamente en qué casos una obra cinematográfica tiene bastante claro lo que tiene que ofrecer sin temor a caer en el absurdo o la liviandad… Al menos hasta que el propio director y guionista planea traicionarse a sí mismo.
La trama se plantea de manera bastante clara: Antoine es un cantante de mediana edad que está cansado de la música y decide dar un giro a su vida. En la oficina de empleo le ofrecen un interesante trabajo como portero en una urbanización. Mathilde, la ya anciana presidenta de la comunidad, desoye a su marido y pese a la inexperiencia de Antoine decide contratarle porque le da seguridad. Cosa lógica, si tenemos en cuenta que el nuevo portero de la finca es un buenazo en toda regla. Éste es su principal defecto, pero no el único: también tiene una desafortunada adicción a las drogas.
La historia ya tiene de por sí un tinte algo cómico, que pronto se torna en algo todavía más evidente. La aparición de diversos individuos bastante peculiares, típicamente franceses, le dan un punto bastante divertido a la película. El personaje de Mathilde, interpretado por la veterana Catherine Deneuve, abre una subtrama con cierta gracia, que alcanza su punto más álgido con una disparatada pega de carteles y sus inmediatas consecuencias. También es muy gracioso el personaje de ese vecino pesado, sobre todo cuando en una escena determinada pega un giro hacia a lo absurdo que inevitablemente provoca la carcajada.
Pero de golpe y porrazo, todo esto se viene abajo. Ojalá nos estuviéramos refiriendo aquí al fundido en negro, ya que si bien nos quedaríamos con una película coja y falta de desenlace apropiado, el regusto final sería de diversión y esparcimiento. Sin embargo, Salvadori no era de la misma opinión. Durante el último cuarto de película, pega un giro hacia lo dramático que asusta, por inesperado y porque no pega nada con el tono general del filme. Al final, En un patio de París acaba siendo una especie de mezcolanza que aúna un telón de fondo dramático cubierto durante buena parte del metraje de un tono cómico con ciertos devaneos bastante graciosos, pero al final las risas desaparecen y nos queda un dramón en toda regla.
Este cambio de escenario no resulta tan gris como innecesario, en cualquier caso, ya que aceptando el volantazo en materia de guión nos queda un desenlace final que tampoco peca de ser mediocre, puesto que al fin y al cabo puede resultar hasta lógico teniendo en cuenta la evolución de los distintos personajes a lo largo de la película. Pero aun dando por bueno este final, es imposible calificar a En un patio de París como una película absolutamente redonda, ya que da la sensación de poca uniformidad en su conjunto. Buen planteamiento de la historia, gran trabajo a la hora de diseñar a los diferentes personajes (también gratamente interpretados, mención especial a Gustave de Kervern además de Deneuve), gags muy conseguidos, pero toda película siempre afronta una nueva reválida con su desenlace, y en este caso no podemos calificarlo de satisfactorio toda vez que supone un cambio de ritmo demasiado brusco, por muy realista que intente ser el final. Película para ver con la mente abierta, por tanto, y sin dejarse imbuir por el sentido cómico que desprenda durante su primera hora y cuarto de filme. Otra cosa es que eso sea posible, claro.