Mina Djukic es una joven cineasta serbia que ha presentado esta tarde su ópera prima como directora, Neposlusni (The Disobedient en inglés), una producción independiente y fresca. Aunque no habría que olvidar que junto con otros jóvenes de su país ella creó la productora Film House Kiselo Dete y que formó parte en la producción de Tilva Ros (Nikola Lezaic, 2012, Premio Especial del Jurado en Gijón ese año).
The Disobedient sigue a dos jóvenes veinteañeros que se reencuentran luego de años distanciados y tras haber vivido una infancia juntos como grandes e inseparables amigos. El encuentro (en el entierro del padre de ella) es fortuito y sirve a Leni, nuestra protagonista, para huir de su vida llena de encuentros sexuales esporádicos y un trabajo que no la llena. Lo que sigue es una especie de road movie en bicicleta por los paisajes rurales de Serbia.
Su relación está llena de juegos y actos que nos sumergen irremediablemente en la infancia. Puede que pequen de “raritos” ya vistos en el cine, pero esta manera de entender su relación, con escaso diálogo y muchos juegos, funciona a la perfección. También hay que mencionar el cuidado estético y ciertas ideas que la directora lleva a la perfección en su relato, revelándose como una figuro importante a seguir. Esta chica sabe mover la cámara y saber dirigir a unos actores que en manos de cualquier otra podrían haber acabado en desastre. El tono, por otro lado, resulta ser una bomba de relojería entre un pinceladas de humor que sientan de maravilla al relato y un drama romántico con sus aciertos y fallos. De hecho hacía el final de la cinta se echa en falta esos toques de humor que sabiamente dosificados en su inicio otorgaban una frescura única a la película.
Tal vez el proyecto se resiente demasiado por una trama que se deja llevar hacía ninguna parte con dos personajes que pueden incluso llegar a caer mal, pues hay quien podría identificarlos con ese cliché de raritos que el llamado cine indie nos vende como lo más de lo más.
Nuestro narrador, el famoso cantante nacido en Sarajevo, Minja Subota, conocido como el Robert Redford serbio por su asombroso parecido con el transcurso de los años, nos pone al día de lo que sucede, pero en cierta manera acaba siendo innecesario o como recurso para explicar algo que de otra manera sería más complicado. Su final, de igual manera, aunque poético, resulta algo atropellado y me parece poco inspirado.
Pero The Disobedient no es una mala película aún a pesar de ciertos fragmentos, del hastío que puede producir la pareja protagonista en algunos instantes o de un guión claramente por debajo de un gran trabajo tras las cámaras. Hay escenas que aparecen de la nada y atrapan al espectador, hay una muy buena banda sonora y detalles aquí y allá que sacian nuestro interés, pero no de manera constante.
De todas formas, es una película a la que se le termina dando muchas vueltas y recordando momentos y sensaciones. No todas las ideas que la cineasta Mina apunta en su filme florecen, pero toma riesgo en mostrarnos la relación como un continuo juego infantil.
Seguramente será una de esas obras a las que con el tiempo volveré a visionar para salir de dudas. Pero ya quisieran muchos directores tener no sólo este comienzo en la industria, sino esa mirada de Mina Djukic.