En el año 2012, el inefable Tim Burton realizó uno de sus films más equivocados y catastróficos, Sombras tenebrosas, su visión particular o personal del serial televisivo Dark Shadows, creado por Dan Curtis y que fue emitido por la ABC norteamericana desde el 27 de junio de 1966 hasta el 2 de abril de 1971. En conjunto, el film de Burton resulta, desde mi punto de vista, más grotesco que extravagante, más tontorrón que corrosivo, más caótico que alocado. Por eso, resulta aconsejable acudir a la fuente original, es decir al serial primigenio o al par de adaptaciones cinematográficas, inspiradas en la serie y dirigidas por Dan Curtis: Sombras en la oscuridad y Una luz en la oscuridad.
Con respecto a la producción televisiva, en un principio, las intenciones de Curtis (director) y Wallace (guionista) era la de crear un trama de inspiración gótica: chica que se aloja en una mansión tenebrosa y sombría, atemorizada por extrañas amenazas. Sin embargo, ésta fue perdiendo audiencia a pasos agigantados, por lo que a modo de experimento, Curtis sugirió a Wallace que introdujera en la trama un vampiro para así atraer a los aficionados al género de terror. Nace así Barnabas Collins (Jonathan Frid), cuya presencia en la historia en un principio iba a ser circunstancial, un simple cebo para atraer audiencia; pero dado el enorme impacto que el personaje provocó en los televidentes —en especial, en el público femenino— se convirtió por derecho propio en el eje central del serial. El éxito fue tal que Frid recibía un exagerado número de cartas de mujeres que le pedían que las mordiese en el cuello, tal y como hacía en la serie; un autentico «sex-symbol» de la época.
A falta de ver los 1225 capitulos de los que consta la serie original, nos ocupamos mejor de la primera de las películas inspiradas en ésta, Sombras en la Oscuridad, ya que aquí Barnabas posee un mayor protagonismo que en la segunda. Así, como una suerte de regalo para los fans de la serie, Dan Curtis dirigió en 1970 este curioso film que ofrecía a modo de compendio la recreación de las peripecias de Barnabas Collins, al menos las más sobresalientes o destacadas; sobre todo, aquellas que mejor resumieran el nacimiento, auge y caída del personaje en cuestión. Así, el film lo puede ver cualquier espectador que nunca haya visto la serie sin problemas, y no sólo eso: uno no tiene la impresión de estar viendo un refrito o una película en la que faltan cosas, sino todo lo contrario, un film sólido y muy entretenido que se sigue con sumo interés. En esencia, Curtis realiza una versión libre y muy «sui generis» del Drácula romántico y atormentado apuntado en el Nosferatu de Murnau, utilizado por otros cineastas anteriores o posteriores con mayor o menor fortuna.
Resulta curiosa la visión que Tim Burton ofreció tanto de Barnabas como de la serie ya que precisamente ésta nunca da la impresión de ser anticuada o anacrónica, aunque sí posee un clasicismo elegante y barroco. Barnabas Collins no viste ropas extravagantes ni se expresa como un hombre de otro siglo, sino que luce traje y corbata de manera impecable y se expresa con seriedad pero nunca de manera teatral o chirriante, a pesar de que ha permanecido dormido varios siglos. Se trata de un personaje complejo, de enorme solidez, atormentado y enamorado de una mujer que cree ser la reencarnación de su esposa, y hará lo imposible por conseguir su amor hasta el punto de intentar curar su vampirismo. La historia no deja sin embargo el más mínimo resquicio que nos haga pensar en un final feliz, sino muy por el contrario ésta desprende un patente nihilismo y un acusado romanticismo abocado inevitablemente al fracaso.
Curtis, maestro del terror, nos muestra en este film un pulso magistral sobre todo en aquellas situaciones “peliagudas” que en otras manos caerían en el más espantoso de los ridículos, como el momento en que varios policías intentan detener en un granero y rodear a una Carolyn Stoddard vampirizada, empuñado cada uno de ellos una cruz de plata en una mano y una pistola en la otra. Resulta, por el contrario, una de las mejores secuencias del film, intensa, potente y emocionante… pero afortunadamente, Sombras en la Oscuridad está repleta de ellas.
La dirección de Curtis en ese sentido resulta excepcional a la hora de trasmitir un ambiente gótico y terrorífico, sin resultar casposo o ridículo en ningún momento, y sabe dar entidad a un personaje cuyas características podrían abocarlo fácilmente a lo grotesco, y que resulta, sin embargo, una de las mejores recreaciones de un vampiro que he visto jamás; el patetismo de Barnabas Collins invita más a la empatía que a la hilaridad; a la sonrisa cómplice siempre, nunca a la carcajada.