Los musicales componen ese género cinematográfico cuya dificultad a la hora de realizarlo sólo es comparable al no menos esfuerzo que en ocasiones tiene que realizar el espectador para comprenderlo en todo su volumen. Pero también puede conllevar una cierta complejidad a la hora de analizarlo, ya que no es sencillo concluir si el filme es bueno por su calidad coreográfica y propiamente musical más que por su endeble o liviana historia (en la mente de un servidor aterriza Sonrisas y lágrimas al escribir esto) o por el contrario, si por muy excelsas que sean las composiciones musicales es necesario tachar de mediocre a la película por no resultar plenamente satisfactoria a nivel argumental.
Esta coyuntura se presenta a la hora de hablar sobre God Help the Girl, musical realizado por Stuart Murdoch, líder del grupo de música escocés Belle and Sebastian. Una película que goza de cierta belleza en sus canciones pero que peca de aburrida a la hora de contar la historia de Eve, joven compositora musical con muchos problemas emocionales y de salud. En teoría, la obra plantea que Eve es una chica frágil tanto física como mentalmente, que se marchó de casa y ahora también se fuga del centro donde se recupera de sus problemas, y que su única vía de escape es escribir canciones e interpretarlas.
Eve es encarnada en la pantalla por Emily Browning, una actriz de la que ya conocíamos sus dotes musicales tras el sorprendente cover de Sweet Dreams que hizo para Sucker Punch, pero sobre la que pesa todavía una cierta duda respecto de sus cualidades interpretativas. En God Help the Girl confirma ambas cuestiones, ya que si bien sus escenas cantadas gozan de un extraordinario temple de principio a fin (aunque personalmente, las dos canciones que más me gustan están interpretadas por los otros dos protagonistas), su capacidad a la hora de desenvolverse dramáticamente no convence del todo, cosa que en este caso quizá se deba a que su personaje tampoco necesitaba un gran repertorio de gestos por su parte.
Continuando con esta parcela interpretativa, descubrimos cuál es en realidad el verdadero problema de la película: los personajes no desprenden magia ninguna, son seres cuyo punto de partida es más que aceptable pero que se desarrollan de una manera bastante mediocre, pudiendo llegar a rozar, sobre todo en el caso de Olly Alexander, el odio visceral por parte de algún que otro espectador. Quizá sea Hannah Murray la que disfruta el mejor personaje, ya que si bien aparenta ser igual de bobo que los otros dos, al menos no dialoga el tiempo suficiente como para acabar de rematar un exasperante trío calavera.
Una auténtica pena que God Help the Girl falle en conseguir la empatía por parte del espectador, porque en lo que respecta al resto de cuestiones no va mal servida. Comentada su calidad a la hora de componer una serie de registros musicales muy a tono con el argumento de la obra y que además destilan cierta calidad por sí mismos, hay que remarcar la notable capacidad de Murdoch para saber llevar muy bien los tiempos del relato, cosa que no es baladí si tenemos en cuenta que esta película supone su debut como director en el séptimo arte. Una ópera prima ciertamente prometedora con una película que, si le acompaña el aspecto comercial, puede llegar a convertirse en un icono para aquellos jóvenes que encuentran un abismo entre la post-adolescencia y la edad adulta. Más allá del éxito que recabe o no la película, esperemos que para una segunda ocasión el guión de Murdoch lleve dentro de sí unos personajes mejor construidos, con mayor peso dramático y, sobre todo, que no den ganas de pegarles por escuchar alguna ínfula excesivamente hipster saliendo de sus labios.