A diferencia de las manifestaciones físicas, deformes y truculentas de terror características del mundo occidental, las historias fantásticas emanadas en Japón se diferencian de sus compañeras europeas por estar basadas fundamentalmente en un tratamiento mucho más espiritual e incluso sociológico de los fundamentos que cimientan el cosmos del pánico más intenso y aterrador. Este hecho no me resulta extraño conociendo el carácter sensible, introspectivo y eminentemente romántico en el que se asienta el marco ideológico, político y social del país del Sol Naciente en particular y del continente asiático en general, siendo pues las historias de fantasmas de origen medieval la correa de transmisión del miedo que se ha mantenido vigente en el Japón desde esos tiempos ancestrales en los que los abuelos relataban a sus nietos leyendas de terror que servían tanto para espantar a sus vástagos del mal camino trazado por los protagonistas de estas fábulas como para empapar a los mismos con la filosofía humanista que lanzaban estas epopeyas a través de sus instructivas moralejas de vida. Y no solo a través de estas narraciones familiares se alimentó el mito de los kaidan, sino que del mismo modo buena parte de los romances más inquietantes alcanzaron fama inmortal gracias a las representaciones en el teatro tradicional japonés kabuki, convirtiéndose todas ellas en parte fundamental de la cultura del país oriental.
La explosión del J-Horror acontecida en los años noventa gracias a las aportaciones de directores del prestigio de Hideo Nakata, Kiyoshi Kurosawa o Takashi Shimizu tuvo su germen constituyente en las seminales obras de terror El más allá, Onibaba o El gato negro, pero eminentemente en las inmersiones en un incipiente J-Horror aportadas por el legendario cineasta de género Nobuo Nakagawa, sin duda uno de los fundadores del cine de terror japonés poseedor de una filmografía repleta de títulos inquietantes y preciosistas como The Ghost of Kasane Swamp, The Mansion of the Ghost Cat o la cinta protagonista de esta reseña, la imprescindible Historia de fantasmas de Yotsuya, una de las piezas más populares y de ineludible visionado para todo fanático del cine de terror oriental.
Historia de fantasmas de Yotsuya (Yotsuya Kaidan), está considerada como la más famosa leyenda medieval de fantasmas de la cultura japonesa (punto este que se demuestra con el hecho de que la misma ha sido adaptada al mundo del cine en infinidad de ocasiones, la primera de ellas datada en 1912, siendo incluso re-interpretada por un cineasta de la talla de Keisuke Kinoshita en los años cuarenta, y que lejos de haberse estancado en el tiempo en 2007 Hideo Nakata llevó de nuevo al cine la leyenda y parece que el ínclito Takashi Miike anda detrás de una nueva versión ambientada en el presente). La misma tuvo su origen escénico a mediados del siglo XIX como una obra creada para teatro Kabuki, logrando desde su estreno un éxito fulminante y aterrador que transformó a la pieza en un clásico súbito, basada a su vez en una maldición fechada en el siglo XVII ligada al fantasma de Iwa, una misteriosa mujer cuyas apariciones parece que torturaron a toda una serie de integrantes de la sociedad feudal japonesa de aquella época.
La leyenda, y la película, se sitúa en la región de Yotsuya. Así la cinta arranca centrando la trama en el ronin Iemon Tamiya, un ambicioso y vehemente samurai sin amo que se halla perdidamente enamorado de la bella Iwa, una hermosa joven perteneciente a una familia aristocrática, por lo que el adinerado padre de Iwa se opondrá rotundamente a que su descendiente contraiga matrimonio con este hombre descastado. Pero, el carácter beligerante de Tamiya provocará que en un encuentro nocturno, éste asesine al padre de su enamorada así como a parte de su corte acompañante, excepto al mísero y traicionero sirviente Naosuke, un ser desleal e intrigante que se aliará con Tamiya para engañar a Iwa y a la hermana de ésta Sode (imberbe doncella de la que Naosuke, al igual que su aliado, se encuentra enamorado en secreto) para hacer creer a las dos hermanas que su padre ha sido asesinado por un famoso bandido del lugar en un asalto nocturno. Los dos malhechores así aprovecharán este engaño para prometer a las desdichadas huérfanas que no descansarán hasta localizar y matar al bandido como venganza por la muerte de su progenitor, siendo la contrapartida a esta treta que ambas contraigan matrimonio tanto con Tamiya como con Naosuke.
Las dos parejas, acompañadas por el prometido de Sode, abandonarán el hogar familiar con destino a Edo en busca de venganza. En el camino hacia la ciudad Tamiya y Naosuke se desharán de la pareja de Sode, al que arrojarán por una acantilado tejiendo una emboscada por la espalda. Una vez desaparecido el obstáculo hacia su objetivo, los dos forajidos conseguirán su meta de matrimonio, comenzando pues una nueva vida en la ciudad. El tiempo pasará lentamente de modo que la mala vida y los escasos recursos económicos con los que cuenta la familia terminarán erosionando la fascinación amorosa inicial de Tamiya hacia Iwa. Por consiguiente, Tamiya conocerá fortuitamente a otra joven, perteneciente al igual que Iwa, a una familia noble de Edo, de la que se encaprichará por interés pecuniario. Pero, para poder contraer matrimonio con su nuevo objetivo, el vil ronin urdirá junto con su cuñado Naosuke un plan para asesinar a Iwa, montando una trama de adulterio que justifique el asesinato. El plan acabará resultando exitoso para el bandido Tamiya, pero su desgraciada esposa resurgirá del mundo de los muertos para vengarse de las afrentas que hundieron en el tormento la existencia de su familia.
Lo primero que llama la atención de la cinta es su reposada narración de la leyenda. Esta no es una película típica de terror en la que las apariciones y los elementos de horror surgen desde el primer minuto de metraje, al revés, se trata de una cinta que apoya su estructura en una detallada descripción de los personajes y los sucesos melodramáticos que van aconteciendo conforme avanza el desarrollo de la misma, por lo que una gran parte de los cimientos del film se basan en una epopeya marcada por los paradigmas del melodrama clásico feudal japonés, muy del estilo del maestro Kenji Mizoguchi. En este sentido, la obra maestra de Nakagawa arrancará con un ritmo muy pausado para ir poco a poco aumentando la angustia presente en la historia a base de giros dramáticos respaldados en una trama amparada en el universo del crimen feudal, así como en una perfecta ambientación de la historia reafirmada en unos magnéticos escenarios naturales como en unos decorados muy teatrales y barrocos que ayudan a enrarecer el ambiente de la fábula gracias al dibujo de una atmósfera influenciada por el mundo de las pesadillas.
Todo este esbozo inicial, preciso para centrar el argumento, será aprovechado por el director de Jigoku como un perfecto entrante para el broche final de la cinta, que no es otro que el último tramo, de apenas 20 minutos, en el que estallará la pantalla con las apariciones de los fantasmas de Iwa y el masajista asesinados cruelmente por el atroz y detestable Tamiya (increíble resulta el maquillaje ideado para mostrar el asesinato por envenenamiento de Iwa que se adornará con una truculenta deformación de la cara de la víctima en la que aparecerán toda una serie de bultos, bubas y distorsiones sanguinolentas que a día de hoy seguro que seguirán produciendo un tremendo impacto en el espectador debido al realismo visual con el que el equipo de efectos especiales de la cinta moldeó el rostro de la agonizante Iwa). Igualmente inquietantes y perturbadoras serán las manifestaciones espectrales de los fantasmas en su búsqueda de venganza por las atrocidades protagonizadas por el sanguinario ronin, al que perseguirán sin descanso para atormentar su existencia. Nakagawa evita dotar a estos advenimientos fantasmagóricos con adornos impostados, haciendo gala de este modo de un realismo aterrador con el simple recurso de un maquillaje ascético y con un juego de iluminación y vestuario que provoca el espanto. Y es que no me cabe duda que a pesar de que los elementos de puro terror apenas ocupan unos escasos minutos concentrados al final del film, esta Historia de fantasmas de Yotsuya acongojará a cualquier espectador actual gracias a su espléndida envoltura que combina a la perfección el melodrama introspectivo y humanista japonés con el terror más visceral, puntos éstos que han convertido con el paso de los años a la cinta de Nakagawa en una obra de capital importancia para entender el género de terror ideado en el lejano oriente que aún, a pesar de los años y el nacimiento de la tecnología digital, mantiene fresca su esencia artística y visual.
Todo modo de amor al cine.
Una espectacular película!!!! Un verdadero placer leer tu reseña.
¡Muchas gracias Ana! Un honor este comentario que procede de una fanática del cine de terror japonés como tú, sin duda, con muchos mayores conocimientos que yo en este género. La película como a ti, me encanta. Me fascina como en apenas una hora el maestro Nakagawa teje una película compacta, introspectiva, filosófica y al final aterradora. Los efectos especiales, como comenté en la reseña, me parecen muy avanzados a su tiempo, con algún toque gore que en esa época era impensable ver en cine. Al igual que seductora es la moraleja que encierra la cinta, muy japonesa: Al final los malos acabarán siendo torturados y atormentados por fantasmas que impedirán que sus malos actos lleguen a buen puerto. Así que a ser buenos jejeje. Un beso! :)