Si hay un género que no falta nunca en la cartelera es el de la comedia. La explicación a esta asunto es bien sencilla, ya que es un género que le pide muy poco al espectador (salvo en contadas ocasiones donde nos encontramos con un producto más visceral) y a cambio le puede dar mucho como es el retorcerse de risa en la butaca. De hecho, por muy mala que sea la comedia, al menos un par de risas están garantizadas.
Una de estas últimas comedias que llega a España proviene, cómo no, de Francia, país ya experto en producir un batallón de películas enmarcadas en este género. La obra en cuestión llevaba por título 100% Cachemire, una expresión que aquí se ha traducido como Voy a ser mamá. No es la peor conversión al castellano que se ha hecho, lo cual no la exime de mediocridad en este caso.
La actriz Valérie Lemercier se embarca en su segundo proyecto como directora después de que en 2005 dirigiese Palacio real, que pasó casi sin pena ni gloria. Con Voy a ser mamá la propia Lemercier se reserva el papel protagonista de Aleksandra, una madre que, después de dos abortos, ha decidido junto a su pareja Cyrille (interpretado por el gran Gilles Lelouche) adoptar a un niño ruso. El problema es que este infante no es precisamente un alma cándida y tiene un curioso afán por la destrucción. Cosa que, por otra parte, se debe sobre todo a que sus padres adoptivos apenas le dedican tiempo y están más centrados en sus profesiones. Y éste es el dilema que plantea la cinta, algo entendible, ligero y relativamente de actualidad.
El problema que se presenta desde el principio no es sólo que todo esté demasiado exagerado (el problema con la agencia de adopción, la familia de Cyrille, Lemercier haciendo de Lemercier…), sino que la propuesta en sí carece de verdadera relevancia, no tiene gancho, resulta difícil entender las motivaciones de los protagonistas sobre el porqué de la adopción (sí, uno se puede imaginar que puede ser una combinación de autoestima con temor a que “se pase el arroz”, pero esto es pura hipótesis) y desde luego es bastante complicado poder llegar a la empatía. Buena culpa de ello se encuentra en reflejar a la pareja como dos jefes ricachones que despilfarran dinero sin parar, cosa que se podía haber obviado perfectamente ya que en estas comedias ligeras no suele importar la procedencia del dinero.
Uniéndolo con esto último, es necesario mencionar algunas líneas de guión que se abren en ciertos momentos de la película (la infidelidad de la mujer, por ejemplo) para luego no volver a saber nada de ellas, amén de otras subtramas cuyas escenas están para proporcionar una carcajada y a otra cosa, porque en realidad acaban sin tener mayor trascendencia en el resultado final. La verdad es que acaba dando la sensación de que lo de la adopción es una simple excusa para contarnos la vida de los dos protagonistas, lo cual podría ser hasta cierto punto loable de no ser por lo comentado anteriormente sobre la vacuidad de sus respectivas existencias.
Por tanto, con Voy a ser mamá nos encontramos ante un filme que de entrada ofrece buenas pretensiones pero que en seguida comienza a diluirse bastante. Es la típica película que algunos dirían que es para mujeres, cosa que a uno siempre le ha parecido bastante sexista, pero que aquí guarda su razón de ser por tocar temas cercanos a este género (maternidad, cambio de roles en tareas domésticas, etc.) y también porque es innegable que el personaje femenino está mejor trabajado, aunque sobre el papel pueda parecer lo contrario dada la superioridad interpretativa de Lellouche sobre su homóloga. En cualquier caso, no es de esas películas cuyo visionado pueda considerarse una pérdida de tiempo, ya que al menos tiene la decencia de no presentarse a sí misma como un producto superior al que verdaderamente es.