A veces te llaman para decirte que al día siguiente hay un pase para la crítica de una película que nadie puede cubrir y te amenazan amablemente paras que acudas a él. Y a uno le da mala espina porque sabiendo como sabe que se es el último mono de la web, eso quiere decir que antes de acudir a ti han acudido una larga lista de personajes que han dado largas, lo que muchas veces va parejo a la calidad de la cinta. Que vaya, que hay tortas para acudir lo nuevo de Wes Anderson siempre, pero a Un plan perfecto hubo desbandada general.
Las investigaciones previas no eran prometedoras. Actriz que se pasa a la dirección con una comedia romántica de por medio masacrada en Filmaffinity. Y sin embargo ocurrió el milagro. Un plan perfecto, sin huir nunca de la película comercial y romántica que es, está por encima no sólo de la media de las de su clase, sino que se convierte en una joyita por descubrir gracias a varias ideas que maneja, entre ellas destaca la obsesión por contar lo de siempre (chico conoce chica) de manera que parezca lo nunca visto, teniendo muy presente como funciona el género, lo que en cierta manera hermana a la cinta con aquella otra sorpresa que para muchos resulto ser 500 días juntos (500 Day of summer, Marc Webb). Resumiendo, recicla las herramientas del género. El sexo o el beso entre los tortolitos ya no es el final feliz de comieron perdices, sino el inicio que da paso al romanticismo que llega poco a poco, sin amores (reales) a primera vista.
La historia trata de un chico y una chica, amigos de siempre, que ya adultos y siendo los únicos del grupo de colegas que no tienen retoños, deciden criar y tener un hijo (por ese orden) aprovechando que se conocen desde la universidad, que viven en el mismo edificio y como único método posible para no matar al romanticismo una vez que hay chavales de por medio. O lo que es lo mismo, la típica historia de siempre pero contada de otra manera. Conocemos el desenlace, sabemos que en algún momento de la cinta él o ella comenzará a darse cuenta de sus sentimientos sobre la otra persona, pero queremos descubrir como ocurre. Ese es su gran acierto.
Y es que si bien la dirección resulta algo plana y lo único que hace es apoyar a la historia que se quiere contar, todo transcurre de manera orgánica y sin perder el interés, combinando los dos puntos de vista y retratando esa época en la que abandonas las pelis del club de la lucha por las del rey león y en una alocada noche de sexo pasa a ser la segunda prioridad después de cambiarle los pañales al nene. Pero con el interés que “el pacto” entre esos dos amigos resulta provechoso y salen del paso mejor, o eso parece a primera vista, que las otras dos parejas casadas.
De hecho esas dos parejas adquieren vital importancia, no tanto como punto narrativo o de construcción de personajes sino más bien por lo que simbolizan. Mientras una de las parejas naufraga la otra sobrevive entre gritos y reproches, pero en el fondo llenos de amor. Cada cual hace frente a ese momento de la vida que supone criar a un hijo de la mejor forma posible.
Tal vez la química entre los protagonistas no es lo más reseñable de la función, por decirlo amablemente, pero el relato es sólido y no deja de ser una peli romántica al uso. Pero como detalle un botón, se evita en todo momento la palabra “te quiero”. Será una tontería, pero no me queda más remedio que valorarlo positivamente. Porque su directora parece estar tan harta como yo de las películas que se enfrentan al guión como si el espectador nunca hubiera visto antes una peli romántica. Joder, que los noventa están a la vuelta de la esquina tío, y si hay algo por lo que destaca esa época a parte de las camisas a cuadros y las cintas de acción decentes, es la oleada de romanticismo que nos invadió, que caían una y otra vez en los mismos detalles y esquemas preconcebidos. Y esa omisión al “te quiero” se sustituye, porque Jennifer Westfeldt vivió los noventa y se sabe las historia chico conoce chica o viceversa de pe a pa. Y el espectador sale ganando.
Porque la clave es contar lo de siempre siendo consciente del terreno que se pisa. Y sí, al final la cinta pierde fuelle y resulta demasiado simple o previsible, pero nos la ha colado. No es una cinta sobre criar un niño en una familia no tradicional, ese es el contexto para narrarnos la historia de amor de siempre.
Así que vuelvo a remarcar, en su terreno y siendo claros en que hay ciertos aspectos a mejorar, como un humor no tan inspirado como debería, Un plan perfecto (Amigos con hijos) es más que decente. Es una sorpresa.