Uno de los factores diferenciadores de lo audiovisual es que desde el salón de tu casa puedes recorrer cualquier parte del mundo casi como si estuvieras presente allí. Aunque la máxima expresión de este hecho se obtiene mediante el género documental, el cine de ficción no ha sido ajeno a este hecho, y durante los últimos años han proliferado las llamadas “películas-postal”. Es decir, películas cuya fuerza radica primordialmente en la ciudad donde acaecen los hechos. A nadie le resultará raro este hecho si ha visto algunas de las últimas películas de Woody Allen, como Midnight in Paris o A Roma con amor, donde las respectivas ciudades alcanzaban una belleza de tal magnitud que ni las más eficientes políticas turísticas hubieran hecho más por promocionarlas.
Pues bien, la alemana Caroline Link, a la que muchos recordarán por ser la ganadora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 2001 con En un lugar de África, parece querer apuntarse a esta corriente. Para ello, ha escogido otra de esas ciudades que por su belleza atraen a una gran afluencia turística: Marrakech. Allí acude el joven Ben para reunirse con su padre, divorciado tiempo atrás de su madre y con el que no mantiene una gran relación. Fruto de este desacuerdo nacerá el interés de Ben por recorrerse la ciudad de cabo a rabo. Pronto quedará cautivado por la ciudad marroquí, sus calles, su gente… Y sobre todo por Karima, una joven prostituta de la que parece enamorarse. De aquí se desprenderá el hilo narrativo principal de la obra, cuyo título no es otro que Exit Marrakech.
Lo más interesante de la película, pues, son las tomas que nos ofrece de una bellísima ciudad, de cuyas posibilidad se aprovechan más los acaudalados blancos europeos que los nativos del lugar, los cuales viven sumidos en una pobreza cuyo mejor reflejo en la trama de la película es el del personaje femenino, la ya comentada Karima. La historia parece quedar supeditada en todo momento a los designios del lugar. Lo primero es la localización.
Buena culpa de ello viene porque el guión tampoco ofrece nada extraordinario ni impactante. Sí tiene algo muy de agradecer y es que la historia en ningún momento parece resultar previsible. Pero una vez terminados los 122 minutos de metraje, descubrimos que debajo de ese relato amable, realista y por varios momentos entretenido (lo alterna con otros pasajes un poco más tediosos), hay poco que rascar en Exit Marrakech. El protagonista Ben, aunque está bien interpretado por Samuel Schneider, no logra una empatía definitiva con el espectador y es difícil conectar con sus motivaciones. Tampoco su padre (al que da vida el buen actor Ulrich Tukur), acaba de ser un personaje redondo. Sí resulta algo más atractiva la figura de Karima, en tanto que con su descripción si se puede encontrar un vestigio de crítica social, pero su peso en el guión desfallece demasiado pronto.
Tampoco hay que llevarse a engaños: Exit Marrakech es una buena película para relajarse y estar un par de horas contemplando una región muy bonita sin que el cerebro tenga que estrujarse lo más mínimo con lo que la trama le puede ofrecer, una A partir de ahí, poco más hay que decir. El trabajo de Link no resulta para nada decepcionante, se nota que le ha puesto mucha pasión al asunto y en consecuencia la obra luce bastante bien. No hay fantasmadas ni empalagosidades, el guión discurre sin demasiadas turbulencias y el acabado final es satisfactorio. Resultado más que suficiente para una película destinada más a la evasión que a otros menesteres.