En una década, la de los cincuenta, en la que los géneros clásicos empezaban a experimentar una agónica decadencia tras haber conocido tiempos de gloria en años precedentes, el nombre de Phil Karlson resulta imprescindible para todos los que amamos al cine negro. Sin duda el americano fue el director que lideró el género negro puro en la década de los cincuenta, siendo por tanto el gran refundador del noir estadounidense en una década en la que salvo gratas excepciones muy puntuales el noir clásico (este es, el de los detectives y femmes fatales inspirados en los universos literarios de Hammett y Chandler) languidecía ante los cambios en los gustos y preferencias de un público estadounidense que comenzaba a abandonar las salas de cine para disfrutar de la ficción hogareña que ofrecía la televisión. Después de comenzar su carrera en la dirección en las trincheras de la serie B más radical, colocándose al frente de productos de diversos géneros y de escasa calidad media, la carrera de Karlson dio un brusco giro en el año 1952, justo el año en el que el norteamericano cogió las riendas de dos proyectos de cine negro que cambiarían la historia del género. Como los buenos aficionados al cine adivinarán, estoy hablando de las emblemáticas Trágica información y El cuarto hombre, dos inspirados thrillers muy secos, magnéticos y entretenidos que denotaban el talento de Karlson para obtener resultados sobresalientes con muy escasos recursos a su disposición.
Estas dos magníficas obras se convirtieron en el trampolín que catapultó a Karlson a la leyenda del noir cincuentero, gracias a una virtuosa trayectoria que continuó con cintas como Calle River 99, Testimonio Fatal o la que posiblemente sea la obra maestra del cineasta nacido en Chicago, la imprescindible El imperio del terror, violenta película de tono documental que se halla entre las favoritas de un cinéfilo de la talla de Martin Scorsese. Así tras la filmación de esta obra imperecedera, Karlson optó por dirigir Los hermanos Rico un thriller de talante mafioso y urbano basado en un libreto de cierta relevancia mediática escrito por Georges Simenon, en el que el de Illinois volvía a situar su punto de vista alrededor de la delgada línea que separa el compromiso familiar del de la organización criminal que adoptaba la forma de una rígida e inquebrantable estirpe de la que resulta imposible escabullirse. Uno de los puntos más llamativos del film es sin duda el magnífico guión hilvanado a seis manos por Lewis Meltzer, Ben Perry y un Dalton Trumbo cuya persecución llevada a cabo por el senador republicano Joseph McCarthy impidió que su nombre se reflejara en los títulos de crédito.
Sin llegar a las cotas de maestría de los mejores títulos dirigidos por Karlson, Los hermanos Rico es un film indispensable para todo fanático del noir, puesto que en el mismo se atisban a la perfección las variaciones experimentadas en la concepción del género a lo largo de la década de los cincuenta. En este sentido, la cinta refleja con elegancia y ambigüedad dialéctica esa decadencia que comenzaba a apoderase del noir americano, por lo que podríamos catalogar a la misma como una especie de noir crepuscular, protagonizado por personajes carentes del glamour y poder de atracción de los viejos villanos engominados hasta las cejas y propietarios de clubs de alta gama. Por contra, la galería de personajes que afloran a lo largo del metraje del film se encuentran más cercanos al universo arrabalero un tanto hortera emparentado directamente con el primario cine de los hermanos Coen (uno de los matones de la cinta recuerda y mucho a ese vaquero asesino a sueldo de Sangre fácil), o con los villanos arribistas y traicioneros de las cintas mafiosas de Brian de Palma (y es que otro de los hampones de poca monta que aparecen en Los hermanos Rico evoca directamente al putero Benny Blanco de Carlito´s Way). Igualmente, la cinta se aleja del estilo directo, violento y contundente de los anteriores trabajos de Karlson, haciendo descansar la espina dorsal de la historia entorno al impotente y homérico viaje que iniciará el protagonista del film (un siempre correcto y cumplidor Richard Conte) en busca de su hermano pequeño, en un desesperado intento por resguardar la vida de su infante fraterno de las funestas garras de la organización criminal que le anda buscando con la oculta intención de ajustarle las cuentas por haber abandonado la familia sin permiso ni previo aviso. Tal como sucedía en la cinta de De Palma, Karlson esbozará con un tono nostálgico, melancólico y algo somero, el talante y la sustancia de esos hombres atrapados por su pasado delictivo cuyos frustrados intentos de re-inserción en la vida civil apartados de la trayectoria criminal tornarán en quiméricas pretensiones, siendo ese pasado un estigma tatuado con hirientes letras de fuego en el rostro de los protagonistas. Otra de las innovaciones de Karlson impregnada en la presente cinta, es su gusto por ofrecer el protagonismo de sus filmes a la parte oscura del sistema, es decir a los delincuentes, los cuales suplirán a los policías y detectives que protagonizaban las historietas hardboiled de los cuarenta. En Los hermanos Rico el director americano retratará a la perfección la psicología y los conflictos familiares sufridos por los maleantes, dibujando una estampa muy humana del delincuente, hecho que también recuerda a otro clásico contemporáneo del policíaco como es HEAT de Michael Mann, autor que al igual que Scorsese cuenta entre sus cineastas favoritos a Phil Karlson.
Uno de los aspectos más fascinantes del film de Karlson es indudablemente su exquisito revestimiento formal, dotado de una fina elegancia y una llamativa luminosidad (al más puro estilo del Chinatown de Roman Polanski) que huye por tanto de la seña de identidad del noir clásico en cuanto a cubrir la atmósfera con una fotografía turbia y tenebrosa amparada en misteriosos juegos de luces y claroscuros expresionistas, siendo pues la pulcritud escénica más cercana al cosmos del melodrama la atmósfera elegida por el director de Chicago para configurar el tejido visual del film. Y es que a pesar de que Los hermanos Rico adoptará los mandamientos fundacionales del cine de intriga y policíaco, cierto es que éstos son una mera excusa utilizada por Karlson para dibujar una película de acción y suspense que adolece fundamentalmente de acción y suspense, ya que los inexistentes tiroteos y persecuciones exhibidos en la cinta serán sustituidos por las peripecias vividas por el personaje de Conte en las diversas localizaciones y ciudades que deberá atravesar para alcanzar su objetivo de localizar al personaje que responde al nombre de su hermano pequeño.
La cinta narra la historia de Eddie Rico (Richard Conte), un antiguo delincuente que ha abandonado la vida criminal para casarse con una bella mujer (llamada Alice) y regentar un próspero negocio de lavanderías en la bella ciudad de Miami. La tranquilidad de la vida matrimonial únicamente se halla perturbada por los deseos de Alice de adoptar a un pequeño que colme la felicidad del matrimonio. Sin embargo una noche repentinamente el bienestar marital se romperá con una llamada a medianoche llevada a cabo por el antiguo jefe de Eddie, un siniestro mafioso llamado tío Sid Kubik que continúa maltratando a la ciudad de Miami con sus sádicas ansias de poder. El requerimiento de Sid tiene por objeto que Eddie localice a sus dos hermanos (Gino y Johnny) desaparecidos tras un fallido golpe perpetrado por la organización. Sin embargo, pronto Eddie notará que el encargo de Sid esconde funestas intenciones para con sus parientes, hecho éste manifestado tras el encuentro de Eddie con Gino, el cual advertirá al confiado Eddie del peligro que le acecha tanto a él como a su hermano pequeño Johnny tras la huida de este último de la organización para casarse con una desconocida dama, suceso que acarreará las sospechas de la familia ante una posible delación de Johnny de los miembros de la estirpe mafiosa al Fiscal del distrito. Así, tras el fugaz encuentro con Gino, Eddie iniciará un viaje contra-reloj en aras de localizar a su ingenuo hermano antes de que las fauces de la organización den con su paradero.
Sustentado en un guión perfectamente engarzado en el que hay cabida tanto para la tragedia de reminiscencias griegas como a portentosas gotas de drama de suspense, el cual encaja con destreza en el marco contextual en el que se desarrolla la epopeya de la cinta, Karlson erigió una película rotunda de contornos graníticos con una mayor querencia al melodrama que a la violencia exploitation habitual de los mejores trabajos del realizador estadounidense. Pese a no disponer del sostén vigoroso y enérgico que la inserción de escenas de acción suelen dotar al eje conceptual de la trama, Karlson construye con soltura una intriga sobre la base de los peligros inconscientes e invisibles que acecharán a Eddie bajo la forma de toda una serie de estrafalarios personajes que se toparán con nuestro protagonista en su nervioso trayecto vital. En este sentido, ciertamente admirables son las hipnóticas escenas urbanas rodadas en los exteriores de Miami, Nueva York y Los Ángeles, las cuales otorgan al film un traje visual de resultados espectaculares, en el que se atisban ciertas influencias del cine documental que empezaba a triunfar en Festivales Internacionales entre la crítica más sesuda y que acabarían desembocando en la Nouvelle Vague gala. Quizás el punto más débil del film sea su desatinado final, el cual resta grados de credibilidad al conjunto argumental esgrimido en la trama, y que lejos del tono trágico y pesimista en el que se enfunda el guión del film acabará besando los falsos labios de un happy end que no acaba de encajar en el dispositivo característico de Karlson. A pesar de este pequeño tropiezo, Los hermanos Rico sigue siendo un perfecto botón de muestra que exhibe todo el talento desplegado por un genio del cine negro americano que dinamitó los cimientos del arcaico noir de los cuarenta para modernizar su concepción, convirtiendo pues el noir en el muy bien denominado thriller.
Todo modo de amor al cine.