Master of the Universe nos promete un interrogatorio ante un banquero del que esperamos que arroje luz sobre la crisis económica actual que nos azota. Un hombre, Rainer Voss, que no parece arrepentido por su vida pero sí crítico, dispuesto a hablar del gris que rodea a su trabajo.
Desgraciadamente tras unos pocos minutos comprendemos que no va a ser así. Que muchas respuestas no serán arrojadas porque tampoco se formula en la mayoría de los casos la pregunta que deseamos. No resulta esquivo, simplemente en ocasiones nos aburre. Y eso es tanto problema de un espectador que sólo quería ver a Rainer Voss rehuir de su vida anterior como una mirada no inquisidora pero poco resolutiva por parte del cineasta Marc Bauder. Uno acaba preguntándose si el banquero elegido era la mejor opción. Un hombre que por lo demás desprende una frialdad elegante, como así es la mirada del director.
De hecho el cineasta acaba estando por encima del objeto entrevistado en más de una ocasión, con recursos formales bien resueltos y sencillos dentro de la escasez de oportunidades que tiene a su disposición. Por contra, el resultado entre entrevistas e imágenes de archivo acaba siendo demasiado desigual y tampoco parece ayudarnos estas segundas a comprender lo que ocurre.
Rainer Voss nos cuenta su vida desde que comenzó a trabajar en un banco. Hay momentos interesantes, sobre todo ya cercanos a la parte final, pero nos agota. Además, habla con el convencimiento de estar arrepentido, algo que nos cambiará la forma de mirar la coyuntura actual. No lo consigue. Tampoco ayuda que cuando hable más en profundidad de la crisis y sus efectos en la población, coja a España como ejemplo desde una óptica tremendista. La situación es nuestro país no se entiende como un gran crack que ha destruido nuestro sistema, más bien como pequeños pero continuos retrocesos que no tienen fin y que no se sabe donde nos dejará. El barco no se ha hundido, simplemente va ahogando poco a poco a todo el mundo, comenzando desde abajo hasta las clases medias.
Aunque fallida, tiene cosas que la salvan del bostezo. Es interesante escuchar a alguien de ese sistema bancario con cierta crítica hacía la gestión del poder pero siempre con matices. No es un renegado del sistema. No asistimos ante la furia del converso que ataca su anterior vida. Tampoco parece buscar excusas. Le creemos, aunque no estemos de su parte. Es complicado discernir si se trata de una propia estrategia por parte de él o no, pero lo dicho, Rainer Voss está lejos de caer simpático, pero no se le desprecia. Y aunque no hay empatía posible con su persona (esa frialdad, esa cantidad de datos que o bien ya olíamos y son vendidos como el descubrimiento de América o nos aburrimos con detalles de su vida profesional) resulta curioso ver las contradicciones de su mundo, donde explica, que no justifica, la lejanía de los hombres y mujeres como él hacía el resto de la población. Viven en una burbuja que acaba asfixiándote, un circulo cerrado donde se sale una vez terminan de masticarte y pasan a escupirte sin más. Un universo donde se exige una fidelidad absoluta a cambio de una patada final. Eso sí, con cuentas desorbitadas en la cuenta corriente al acabar el mes. Pero por encima de todo, él lo recuerda como un mundo exigente al máximo, donde había que sacrificar tu vida por el trabajo, siempre al borde del desmoronamiento personal.
Es ahí donde más hay que rascar. Unos amos del universo más burócratas que otra cosa que obedecen sin más. Sin preguntas de por medio. Que confabulan en enormes edificios mientras observan la ciudad a sus pies soñando con acariciar el cielo. Y ahora muchos de esos edificios están vacíos. Y desde uno de ellos, Rainer Voss nos permite asomarnos a las ruinas.