Tokarev (o Rage si lo prefieren) tiene el encanto de la comodidad de unas zapatillas viejas en invierno, o lo que es lo mismo, la capacidad de disipar cualquier miedo de que el Nicolas Cage que todos amamos pudiera no volver nunca. Sensación esta nada exagerada a tenor de su anterior film, Joe de David Gordon Green, donde realizaba una interpretación bordeando lo serio y lo creïble.
En definitiva, Tokarev es la vuelta a aquello que nos hace disfrutar, al Cage peluquinero, histriónico hasta decir basta.Un Cage que se hace amo de la función hasta tal punto que practicamente nada más importa excepto ver hasta donde puede llegar su grado de alucinación interpretativa. Claro está que esto no solo es merito del bueno de Nick, evidentemente, para poder perpetrar semejante despliegue tiene que tener detrás, o mejor dicho no tener, nada que le haga mínima sombra.
Secundarios prescindibles, guión (?) con vuelta de tuerca rozando el nextismo, violencia “posguyritchiana” todo ello fruto de la mano del director español Paco Cabezas, que después de su prescindible Carne de Neón, se estrena en el mercado americano de la manera más práctica posible: descuidando todo lo que no sea estilizar la violencia y dejando via libre a la versión más salvaje de Mr. Cage.
Sí, la violencia es sin duda el liev motiv de esta especie de versión psicotrópica de Taken, pero no tanto por motivos argumentales sino por mero divertimento, La sensación constante es que todo lo que no sean disparos en slow motion, torturas sádicas, cuchilladas o puñetazos son meras pantallas de transición para llegar a lo que de verdad importa que no es otra cosa que ver todo estos actos violentos ejecutados a gritos y muecas por un Nicolas Cage que, eso sí, más que gozarselo parece estar poseido por alguna especie de espíritu demoniaco que le hace ser muy malo, muy vengativo o algo así.
Hay que reconocerlo, Tokarev es muy divertida, cierto pero ello no nos debe distraer del hecho de que lo es a su pesar, porque la clave de que estemos ante un despropósito delirante de dimensiones gigantescas es que la película se toma muy en serio así mismo. Los planos de reflexión grave, el giro espiritualista, los mensajes al respecto de la lealtad, la amistad, la familia, o la inutilidad de las armas y la violencia apuntan a una voluntad de que el espectador se someta a un proceso de interiorización al respecto de los temas tratados. Un objetivo, por supuesto, que no alcanza ni de lejos. ¿Como hacerlo ante tal alud de sinsentidos visuales y argumentales?
Sí, estamos ante la vuelta de ese cine que convirtio a Nicolas Cage en casi un género por si mismo y por ello estamos de enhorabuena. Vuelve la emoción de saber hasta que profundidad avernaria es posible caer, y por ello nada mejor que enfrentarse a estos productos con la actitud correcta que no es otra que la de la predisposición a las risas y a no buscarle los tres pies al gato. Entre otras muchas cosas porque a pesar de sus intenciones pseudofilosóficas Tokarev ya desde su poster promocional no engaña, es el show de Cage y estamos todos invitados. Pasemos pues y gozemos.
Parece ser que con esta película será imposible aburrirse por lo que estoy leyendo. La trama es muy buena y con el super actor con el que cuenta como protagonista desde luego que valdrá la pena ir a verla el 27 de junio que se estrena en España. También he estado viendo el trailer y las escenas son una auténtica pasada. Hay que felicitar de nuevo y sin lugar a dudas al director sevillano Paco Cabezas.