Los hermanos Riahi son dos jóvenes persas que tuvieron que exiliarse de su país en los años 90 junto con sus padres. Desde entonces han conseguido crear una carrera cinematográfica en el mundo del documental con una marcada defensa por los derechos humanos. En este caso Everyday Rebellion es una radiografía sobre la resistencia no violenta en el mundo, desde Nueva York a Teherán, pasando por Madrid, Damasco o Kiev.
Siendo claros, es un alivio encontrarse con un documental que aborda el tema tratado sin caer en la ingenuidad. Sus creadores tienen tan arraigada la idea de que la violencia es siempre algo un acto cruel y perverso que ni siquiera intentan explicarnos la eterna disputa entre resistencia violenta ante un acto injusto o resistencia no violenta ante la misma, de plena vigencia en la sociedad en la que (sobre)vivimos hoy en día. Pero sin embargo son conscientes, sobre todo a su pesar y tras vivirlo en sus propias carnes, que una lucha pacífica no es un camino fácil y que ante la brutal represión que han ejercido algunos dirigentes es muy complicado triunfar. Pero también se nos explica, y he aquí una enseñanza de vital importancia, que no es una lucha de poco recorrido ni puntual; se necesita una gran dedicación, entrega y tiempo para ir conquistando los objetivos sabiendo, como en el caso del activista sirio exiliado en Jordania, que el final puede estar tan lejos que no alcancemos a verlo en vida.
Curiosamente a pesar de lo que los entes que aparecen en nuestras pantallas televisivas nos repiten constantemente, la no violencia nunca ha sido algo dignificado por nuestra sociedad, donde poner la otra mejilla es sólo una frase hecha. Por eso es digno de admirar un documental que viaje de un lado del mundo al otro revelando los métodos y los obstáculos a los que se enfrentan los activistas representados que, recordemos, luchan día a día y no paran de protestar ni se limitan a puntuales explosiones violentas, a las que estamos más acostumbrados. También es de reseñar el momento en el tiempo donde se encuentra cada causa. Así, Occupy Wall Street o el movimiento 15-M parecen estar en una fase donde la violencia al menos es rechazada de forma generalizada por sus integrantes a unos activistas sirios o iraníes donde la violencia ha sido o aceptada como único método (previa brutal represión de por medio) o han sido machacados, casi vencidos. En las imágenes de Madrid o Nueva York hay una esperanza por el futuro inmediato y las acciones están dirigidas a “ganar”, mientras que en Irán y tras el fracaso de la revolución verde la resistencia está encaminada a, al menos, comunicar que aún en medio de la oscuridad absoluta hay un halo de luz disonante.
La solidaridad y la fraternidad es palpable a lo largo de un documental que, insisto, no cae en un optimismo infantil ni ingenuo. La no violencia como única alternativa para conseguir los objetivos propuestos sabiendo que a pesar de las buenas intenciones si el poder muta su estado de “protector” a “represor” poca misericordia se puede esperar de él. Y no obstante, y ahí en parte la grandeza del documental, la mirada de los cineastas se eleva por encima de cualquier derrotismo.
Se pasa muy de puntillas sobre la opción de lucha armada versus lucha pacífica. Es el activista sirio quien brevemente explica que se le pasó por la cabeza coger un arma y luchar contra la brutal represión de un pueblo que pedía progreso y, tras ser bombardeado y masacrado paulatinamente, se ha escorado a posiciones radicales e incluso en muchos casos yihadista. Pero se quitó de la mente esa idea y en su lugar hace acciones como sabotear las fuentes de Damasco para que bombeen agua rojiza como metáfora de lo que ocurre en su país, sabiendo que el castigo por ello sería el mismo que si portara un revólver. Así es el poder cuando se encabrona.
Intenta explicarse también que la lucha armada es contraproducente. El problema es que el que más y el que menos tiene asimilado que sin un asalto a la Bastilla bayoneta en mano las cosas no cambian. Que el poder tiene tantos mecanismos a su disposición que es una estupidez presentarse al campo de batalla con tanto en contra. Incluso muchos asimilan que la propia idea de no violencia es aprovechada por ese ente represor a su favor.
Sí, puede que los cineastas no consigan transmitir la idea de la no violencia como único camino en algunos espectadores. Pero desde luego la dignifican. Sin embargo no es fácil. Hace falta aplicarla siete días a la semana durante toda tu vida. La recompensa puede ser un porrazo o un balazo.
Yo sigo flipando que aún haya gente en este mundo que quiera cambiar las cosas sin una piedra en la mano. Y me alegro. Me reconcilian un poco con el ser humano. Al menos consigue transmitirnos toda la fraternidad posible con esa gente tan loca, que en vez de devolver el golpe, intentan aprovechar para que el mundo entienda los atroces mecanismos de represión a los que se enfrentan. Y ese es su mayor victoria diaria.
Buen documental, no apto para cínicos.