Este fin de semana se ha estrenado en nuestras pantallas el último film de Nicole Kidman, Grace de Mónaco (Olivier Dahan, 2014), una co-producción financiada por Francia-USA-Bélgica-Italia , que viene avalada por la enorme polémica que provocó tras su estreno en la «Premiere» del Festival de Cannes 2014; por un lado, fue vapuleada por la crítica internacional por su falta de rigor y porque fue considerada por unanimidad como un dramón tremebundo de baja estofa; por otro, la familia real monecasca se ha negado a ver la película ya que la consideran un insulto a la memoria de la Princesa Grace.
Aunque Grace de Monaco ha sido publicitada como un biopic, en realidad no lo es tanto ya que el film se ocupa tan sólo de un periodo concreto de la vida de la ex-actriz. En mi opinión, se trataría más bien de un melodrama protagonizado e inspirado en un personaje real —tal como sucedía por ejemplo en Hitchcock (Sacha Gervasi, 2012) o Diana (Oliver Hirschbiegel, 2013)— y que se centra en un acontecimiento más o menos crucial del biografiado (el rodaje de Psicosis, los amores secretos de la princesa de Gales o la crisis personal de un actriz convertida en princesa).
Como alternativa a este estreno, proponemos un biopic en toda regla: Harlow, la rubia platino (Harlow), dirigida en 1965 por Gordon Douglas, un más que competente artesano que abordó practicamente todos los géneros (la comedia, el western, el cine negro, el cine de aventuras medieval, la ciencia-ficción, el drama o el musical) con bastante pericia y que nos dejó titulos memorables como Chuka (1967), Río Conchos (1964), La Humanidad en peligro (1954), Hampa dorada (1967), El detective (1968) o La mujer de cemento (1968), e incluso algunas rarezas como la impagable Zombies en Broadway (1945), peculiar comedia con un Bela Lugosi en decadencia y Darby Jones, el “negro” de Yo anduve con un zombie (1943) de Jack Tourneur; Zombies en Broadway estuvo muy de moda en los primeros videoclubs de alquiler vhs/beta de los años 80 y la verdad es que la recuerdo con mucho cariño.
Harlow, la rubia platino pertenece a tanto a su mejor época, aquella en la que realizó sus films más celebrados entre los cinéfilos o aficionados al cine clásico. Sin embargo, la película que abordamos en esta reseña es posiblemente una de las más desconocidas o menos visionadas de su filmografía, algo que me parece bastante injusto ya que, aunque se trata de un film con evidentes errores, posee suficientes elementos de interés como para recomendar su visionado.
Como bien indica el título, se plantea como un biopic centrado en la biografía de Jean Harlow (Carrol Baker), actriz que se convirtió en todo un símbolo sexual en los años 30 hasta que una grave enfermedad acabó con su vida con tan sólo 28 años, truncando así lo que parecía una gran y prometodora carrera cinematografica. La vida de Harlow poseía a priori los suficientes elementos oscuros y trágicos como para realizar un biopic potente, de alto dramatismo, con todas las papeletas para abordar aspectos morbosos o truculentos de la personalidad de la actriz biografiada; sin embargo, el resultado final se aleja por completo del amarillismo o la crónica escandalosa al estilo Hollywood Babilonia, aun a costa de falsear en un 80% la presunta biografía. En ese sentido, como biopic el film no funciona en absoluto ya que nos ofrece una visión de Harlow que poco tenía que ver con la real; tampoco los diversas anecdotas o acontecimientos que jalonan la acción sucedieron en ningún caso tal y como los cuenta la película. Resulta curioso como los únicos personajes que aparecen con su nombre real, aparte de la actriz, sean la madre (Angela Landsbury) y el padrastro de Harlow (Raf Vallone) mientras que el resto son personajes de ficción que representan a los hombres más importantes que pasaron por la vida de la actriz pero que no aparecen con su nombre auténtico.
Sin embargo, a pesar de que como biopic la película deja mucho que desear, sí que funciona como film dramático; es decir, sí nos olvidamos que Carrol Baker interpreta a una actriz que existió en la vida real, el pulso narrativo de Gordon Douglas resulta bastante sólido, consiguiendo un melodrama amable y eficaz, que se ve con agrado y que no pierde interés, aunque vista hoy en día la película resulta también bastante kitsch y exagerada, algo que para mí resulta uno de los aspectos más motivadores del film.
La fotografía es excelente, así como la ambientación de la época, aunque a este aspecto no se le saca el partido suficiente ya que la mayoría de los sucesos del film suceden en interiores, por lo que la ambientación se centra más en recrear los peinados o en el diseño de los vestidos de los años 30, creados por la gran Edith Head, o en la decoración de los escenarios; impagable, el “nidito de amor” del personaje interpretado por Leslie Nielsen, nada que envidiar al pensado por Doris Day para Rock Hudson como castigo en Confidencias a medianoche (Michael Gordon, 1959).
Con respecto a la estructura narrativa del film, parece que la historia alterna dos tonos muy diferentes aunque complementarios; hasta practicamente la mitad —y que describe los infructuosos esfuerzos de Harlow por hacerse un hueco en el cine con ayuda de su fiel y voluntarioso agente—, la película se me antoja como bastante más liviana e inofensiva que la segunda, que se torna mucho más grave y dramática. Semejante progresión no se produce de manera forzada sino como lógica evolución del personaje principal cuya trágica existencia la llevan a la autodestrucción.
Gran parte del éxito de la función reside en Carrol Baker, hermosa y no lo suficienteme valorada actriz, quién realiza, desde mi punto de vista, una creación magnífica y emocionante que contrasta con la sosería o apatía con la abordan sus papeles actores tan insipidos y mediocres como Peter Lawford o Leslie Nielsen. Del resto del reparto, destaco la competente labor del gran Red Buttons (excepcional en Danzad, Danzad, malditos de Sidney Pollack) como el agente de Harlow, el único hombre que creyó en ella, y de Ángela Landsbury, que interpreta a una madre buena pero algo pusilanime, pero que nada tenía que ver con la posesiva mamá de la Harlow real. Con respecto a Raf Vallone, quien aborda con su caradura habitual al padrastro italiano de la actriz, y que siendo italiano no se corta un pelo a la hora de interpretar su personaje con todos los tópicos posibles hasta el punto de que, en algunas ocasiones, me daba la impresión de estar viendo a un trasunto de Chico Marx, intentando vender guías para ganar las apuestas en las carreras de caballos, sólo le faltaba el sombrerito típico de Chicollini.
Sin embargo, los momentos mejores de Harlow, la rubia platino suceden en la escenas de presentación o de transición del film. Al comienzo de la película, mientras van apareciendo los títulos de crédito, se nos ofrece una detallada descripción de un día laboral en un gran estudio de cine; Douglas nos regala una serie de secuencias en la que nos muestra un Hollywood despojado de todo glamour; el estudio parece más una fábrica (y no de sueños precisamente), en la que los trabajadores fichan a la hora de entrar y cada uno de ellos aparece como una minúscula pieza de un gran engranaje. De igual modo, en algunas escenas de transición, como por ejemplo aquella en la que nos muestran los primeros castings a los que acude Jean Harlow se parecen mucho a la elección de trabajadores portuarios que aparecía en La ley del silencio (On the Waterfront, Elia Kazan, 1954). Es decir, da la impresión de que Douglas intenta en todo momento hacernos ver que Hollywood no tenía nada de glamouroso y que conseguir trabajar como actor o actriz no era fácil, sino una tarea ardua y muy sacrificada, no apta para espiritus débiles.
Interesante tu opinión sobre la película «Harlow, la rubia platino». En lo personal, me pareció deplorable cuando la ví hace algunos años. No tiene nada de biográfica, pues no coincide casi en nada con la vida de Jean Harlow por lo que en mi humilde opinión no creo que pueda ser considerada un «biopic en toda la regla». Existe otra película «biográfica» de Harlow con una tal Carol Lynley, que creo es peor. Es una pena que Hollywood no haya hecho una buena película sobre la vida de uno de sus grandes mitos. Saludos.