El estreno este fin de semana de una nueva versión norteamericana de ese mito del cine de género fantástico japonés como es Godzilla, tras el fiasco monumental de ese remake llevado a cabo en los noventa por Roland Emmerich, es sin duda una perfecta oportunidad para rescatar una de esas películas que cimentaron la leyenda de este monstruo prehistórico demoledor de castillos ancestrales y tradiciones del lejano oriente. Para ello hemos decidido revisar la segunda parte de la saga, Godzilla contraataca, quizás la película puente que sirvió de lanzadera para el origen del símbolo, siendo pues la obra que cimentó los mandamientos que regirían de forma indestructible la ley made in Godzilla. Y es que mientras que Godzilla, Japón bajo el terror del monstruo era una película de género fantástico y de catástrofes con irradiaciones de cine de autor en la que con un ritmo pausado, sostenido y un guión muy bien trenzado se mezclaba con sapiencia el melodrama romántico con la sci-fi de serie B originaria de EEUU, narrando a su vez a modo de metáfora una trama de ciencia ficción con claras evocaciones al pacifismo y a las funestas consecuencias de las Guerras diseñadas desde los intrigantes laboratorios de las potencias mundiales (siendo casi una obra que apostaba por la redención y el sentido común para cicatrizar las sangrantes y recientes heridas que la Gran Guerra había supurado en el alma de los japoneses), esta segunda parte huye de toda línea argumental ortodoxa, apostando por tanto por la fiesta total y el despelote de acción y efectos especiales, dando el protagonismo absoluto al monstruo y a sus peleas contra otros saurios así como contra edificaciones automáticamente demolidas por sus potentes puños.
Tratar de resumir el argumento de Godzilla contraataca sería una osadía por mi parte, puesto que el mismo es prácticamente inexistente. La cinta avanza a partir de pequeñas subtramas, no siempre conectadas entre sí, en las que la presencia de los humanos es meramente testimonial. Tramas asimismo tejidas gracias a unos diálogos delirantes que beben del teatro del absurdo y del esperpento (impagable esa reunión de científicos en la que efectua un cameo el grandísimo Takashi Shimura, que aparece unos breves minutos como nexo de unión entre la primera y segunda parte de la saga, escena en la que se simplemente se comenta con una enrevesada terminología científica las características y cualidades del saurio rival de Godzilla).
Este es el arte de la serie Z, y lo que convierte a este subgénero en una auténtica delicia para los fanáticos del cine trash sin pretensiones filosóficas que basa su razón y fundamento en la compleja quimera de entretener y cautivar al gran público con historias sin complejos ni rigideces metódicas, siendo la libertad en su más amplia concepción y el desenfado las señas de identidad que marcan el terreno propiedad de este tipo de cine de trincheras, territorio en el que Godzilla es sin duda uno de los reyes indiscutibles para deleite de todos aquellos que nos lo pasamos pipa con las hazañas bizarras de todo tipo de bichos cinematográficos.
Así, Godzilla contraataca, posee todos los ingredientes indispensables que convirtieron al monstruo japonés en una leyenda del séptimo arte, otorgando pues la espina dorsal de su esqueleto a las tres apariciones fulgurantes del monstruo insertadas a lo largo del metraje. Al espectador no le importará el devenir del romance que parece atisbarse en el argumento, ni tampoco querrá preguntarse como es posible que después de la destrucción total del edificio de oficinas que alberga a los protagonistas humanos del film acto seguido en la siguiente escena éstos mismos se encuentren perfectamente ubicados en un edificio con todas las necesidades de acomodo y acondicionamiento laboral precisos. También nos importará un pimiento el triste destino que parece atisbarse en ese pardillo aviador cuya timidez impide declarar su amor a la hija del jefe de su empresa… ¡basta! Como admiradores incondicionales de Godzilla no queremos ver rostros piadosos, sino que al contrario, deseamos que Godzilla aparezca en pantalla para destruir todo tipo de inmuebles y palacios, así como para darse de yoyas con otros gigantescos saurios en clara lucha por refrendar la supremacía de la especie, pelea en la que el ganador se colgará el cinturón de campeón de lucha libre y sin cuartel jugada dentro del cuadrilátero delimitado por la ciudad de Osaka.
Y si eso es lo que buscáis, Godzilla contraataca será vuestra película, porque gozaréis de puro gusto con las escenas de devastación avivadas por este saurio japonés. Cierto es que los efectos especiales y las maquetas son indudablemente artesanales a ojos de un espectador del siglo XXI, si bien este carácter de orfebrería es uno de los puntos más cautivadores del film, hecho que hechizará sin duda a los fans del arte vintage. La película se estructura por medio de tres fastuosas apariciones de Godzilla, inducidas las mismas por la acción humana que molestará la tranquila existencia del monstruo en las apartadas tierras de una isla. En la primera unos aviadores atisbarán la presencia de Godzilla y de un temible saurio en una ínsula retirada de la civilización y el progreso. Esta observación dará la voz de alarma entre los científicos y el ejército japonés, el cual atosigará al monstruo para hacerle aparecer en el puerto de Osaka (segunda irrupción del monstruo en la trama). Las consecuencias de este acoso marcial instarán a que Godzilla y su rival del pleistoceno combatan hasta la muerte en la ciudad de Osaka, destruyendo toda obra de ingeniería que encuentran a su paso y sin que las bombas y las balas lanzadas por el armamento militar inflijan una sola herida en el cuerpo de los saurios.
Tras destrozar y demoler la ciudad, los seres humanos no contentos con la lección impartida por Godzilla volverán a insistir en su búsqueda para aniquilar esa inexistente amenaza latente. Y en esta ocasión, el descanso de Godzilla en otra apartada isla será de nuevo mancillado por la presencia militar de los osados humanos, los cuales volverán a bombardear con todo tipo de bombas y técnicas de aniquilación (fantásticos esos kamikazes que sacrifican su propia vida por la ¿humanidad?). Al pobre Godzilla no le quedará más remedio que defenderse de estos ataques sistemáticos, despedazando pues a cuanto humano que se aventure a molestar su tranquila vida.
Y tras mamporro y mamporro y demolición prehistórica, me surge una pequeña duda a modo de reflexión metafórica que se desprende de la trama: ¿no somos los seres humanos los inductores de la destrucción por nuestro miedo a lo desconocido? Y es que el bueno de Godzilla simplemente se defiende de las acciones beligerantes procedentes del ser humano. Él únicamente quiere vivir en paz, abofeteando a otros animales de su especie y tamaño, y echándose una merecida siesta tras vencer por KO al aspirante a Rey de la isla. Godzilla, pasa de nosotros, no le interesamos lo más mínimo, nuestra minúscula presencia no es merecedora de su atención. La demolición y devastación que acarrea su paso por nuestras ciudades es estimulada más por las bombas lanzadas por nuestros semejantes contra su cuerpo que por la propia acción del monstruo. Las explosiones, incendios, puertos arrasados por el fuego y la muerte son causa del ansia de desintegración de los pequeños homo-sapiens, no por acción directa de Godzilla. Y este punto es quizás el hecho que convierte a esta serie Z un tanto «trash» que es Godzilla contraataca, en una simpática película de ciencia ficción y acción desmedida un tanto surrealista que hace pensar inconscientemente que el verdadero monstruo se halla escondido en la cara oculta de nuestro ser.
Todo modo de amor al cine.
Es una película que sabe sorprender y eso es muy importante en cualquier historia, no cae en ser una Godzilla es una película que tiene un buen desarrollo y debo admitirlo supero mis expectativas, la recomiendo… en especial si te gustan los dinosaurios tanto como a mí.