Los amantes del cine negro y de mafias estamos de enhorabuena, ya que este fin de semana llega a las pantallas españolas la primera parte del díptico Gangs of Wasseypur, cinta espectacular considerada por gran parte de la crítica internacional como El padrino hindú. El arribo de esta auténtica joya del cine oriental acontece con dos años de retraso, después de arrasar e hipnotizar a los espectadores de medio continente asiático tras su estreno en aquellas tierras justo hace un bienio. Desde el punto de vista estrictamente cinematográfico he de decir que esta es una película que va a hacer gozar de puro gusto a los fanáticos del cine de gangsters no solo por su extraordinaria originalidad apoyada fundamentalmente en su procedencia exótica, lo cual convierte a la cinta en una extraña rareza en comparación con el cine de género mafioso que estamos acostumbrados a visualizar en occidente, sino que primordialmente debido a los mandamientos fundamentales que cimientan la estructura narrativa de la trama que fluye en pantalla, una epopeya que bebe directamente de los grandes clásicos del cine de mafia de la historia del cine.
Son muchos los que opinan que Gangs of Wasseypur constituye un homenaje al cine de Martin Scorsese (cintas de la talla de Uno de los nuestros o Gangs of New York esencialmente) y de Francis Ford Coppola (como indicábamos en el primer párrafo el film es considerado como una especie de El padrino a lo Bollywood), hallándose igualmente trazos del cine de Michael Cimino (Manhattan Sur y El siciliano) o de clásicos modernos como Camino a la perdición o American Gangster. No les falta razón a los que han encontrado puntos de conexión entre la cinta hindú y estas obras maestras del cine, pero una vez vista esta primera parte, en mi opinión, el cine que mejor se adapta en términos argumentales y espirituales con este auténtico peliculón es el gran cine italiano versado sobre los asuntos de «la cosa nostra». Y es que las películas que vienen directamente a mi memoria cada vez que evoco las mejores escenas de Gangs of Wasseypur son sin duda el Salvatore Giulinano de Francesco Rosi así como el Érase una vez en América de Sergio Leone, incluso ¿por qué no?, el Novecento de Bernardo Bertolucci.
¿El motivo de estas conexiones? La causa estriba en el carácter social intrínseco que ostenta la cinta india (al igual que las películas italianas mencionadas), de modo que el puro espectáculo pirotécnico de acción más propio del thriller de fábrica cede el protagonismo a una visión más documental (con esbozos de película río con querencia a retratar los cambios sociales surgidos en el país oriental desde finales de la ocupación británica hasta nuestros días), sin que ello implique un abandono de la línea argumental que le es propia, la cual es abiertamente la de un noir muy entretenido que toma prestados muchos de los tics del cine de venganzas, en el que hay cabida en iguales proporciones para grandilocuentes escenas de tiroteos y acción (filmadas muchas de ellas al ralentí para enfatizar la belleza plástica de las secuencias más rimbombantes), un ácido sentido del humor, así como para el melodrama romántico más intenso o el cine de denuncia social de reminiscencias históricas que ampara la evolución manifestada en las bandas de bandidos y maleantes así como los cambios de hábitos y costumbres de los delincuentes ubicados en la región que da título al film, hecho este que servirá para lanzar una metáfora acerca de las propias alteraciones habidas en el país del río Ganges.
La película narra la historia de tres generaciones de dos familias de gangsters originarios de la región india de Wasseypur enfrentadas desde la época colonial por la disputa de la supremacía delictiva de la zona. Así nos contará la historia de los Khan, cuyo primer patriarca (Shahid) se ganaba la vida asaltando los trenes de mercancías del Imperio británico suplantando la identidad de un bandido revolucionario (Sultan) famoso por sus victorias frente a las tropas de ocupación británica. Detectada la suplantación de personalidad, Shahid será desterrado de la ciudad por los familiares del bandido Sultan, ganándose el sustento laborando en una inhumana mina de carbón gestionada por cruentos capataces indios al servicio de su Majestad. Sin embargo, la fuerza y la astucia de Shahid provocará que tras la independencia de la India de la metrópolis, entre a trabajar en nómina como capataz y hombre de confianza del cacique Ramadhir Singh. A partir de ese momento, las sospechas, las traiciones, los asesinatos y la venganza acompañarán la existencia de los miembros de ambas sagas de delincuentes en una lucha encarnizada por el poder y la supremacía del hampa de la comarca.
Llama poderosamente la atención la escena que abre el film. Un hipnótico plano secuencia que desembocará en un nervioso y violento tiroteo en las calles de un pequeño pueblo. Sin duda esta secuencia establece las credenciales del film, implícitas sobre todo en ese fogonazo en el que un matón ejecutará de un tiro a bocajarro un televisor en el que se está emitiendo una de las típicas películas de Bollywood. Esta carta de presentación firmada por el cineasta Anurag Kashyap parece querer anunciar la muerte del cine con la etiqueta Bollywood tal como se conoce en occidente, es decir, el amparado en cargadas secuencias musicales fotografiadas a todo color y que se apoya en ñoñas historias románticas como eje argumental de las mismas. Y es cierto que Gangs of Wasseypur huye intencionadamente de ese cine made in Bollywood, abrazando los esquemas más característicos del cine occidental o incluso del cine de acción realizado en Hong-Kong. No obstante, a pesar de este intento de homicidio premeditado, Kashyap no hace ascos a lanzar ciertos guiños al cine más popular de su país, insertando en el metraje un par de escenas musicales de carácter más bien gratuito así como una preciosa secuencia en la que se incluye un homenaje al mayor clásico del cine de acción de Bollywood, la magnética Sholay, película que aparecerá en pantalla en la escena en la que los protagonistas disfrutan de un rato de esparcimiento en el cine.
En esta primera parte las secuencias más melodramáticas priman sobre las de pura acción y sangre, siendo el punto fuerte de este vector sin duda el virtuosismo mostrado por Kashyap para soldar con la precisión de un maestro cirujano el avance de los distintos episodios que tejen el esquema argumental del film. Así, la cinta fluye con un ritmo dinámico y trepidante haciendo gala de un montaje y fotografía de auténtico lujo. El humor más descarado (en el que se atisban influencias del cine de Quentin Tarantino) se mezcla con gracia y talento con la violencia más descarnada y desgarradora, surtido todo ello con la voz en off del narrador de la historia al más puro estilo Uno de los nuestros. Los personajes y las situaciones aparecen y desaparecen como fogonazos luminiscentes, estructurando el film por ello a base de chispazos de genialidad en el que los años y peripecias discurren a la velocidad de la luz deconstruyendo el tiempo y el espacio, en detrimento de ese estilo lineal más clásico.
El espectador que acuda a ver esta magnífica obra debe tener en cuenta que este primer sector del film supone principalmente una carta de presentación que sentará las bases del segundo vector, mucho más truculento y sanguinario según se anuncia, por lo que es imprescindible una mente paciente y abierta a contemplar una fábula más dramática que de acción. Y es que, esta primera parte culminará con una escena que alimentará el apetito de cine del espectador, dejando por ello un magnífico sabor de boca que nos hará salivar hasta que podamos contemplar el desenlace de esta estupenda película de mafia que es Gangs of Wasseypur.
Todo modo de amor al cine.