Es muy interesante la deconstrucción de géneros de la que hace gala David Lowery en su tercer largometraje. Huye del thriller a pesar de tener todas las herramientas y situaciones que podrían dar pie a una mirada clásica del mismo. Por momentos nos recuerda a Bonnie & Clyde, pero estamos (casi) siempre en la calma resultante después de una violenta tormenta que funciona como prólogo. También podría caer en una cinta romántica al uso y sale airoso de la tentación. Al final todo parece bascular sobre una concepción del western, tomando las formas de este para hablarnos de la perdida, la redención, la expiación y el reencuentro. Al precio que sea.
La historia es un triángulo afectivo entre personas que se buscan y se esperan. Bob es un fugitivo que desea volver con su mujer y conocer a la hija que ambos tuvieron 4 años atrás, y por eso se fuga. Su mujer, Ruth, se debate entre el amor a su marido que le recuerda la anterior vida delictiva que llevaban y su nuevo rol como madre de una pequeñaja. Por último tenemos a un policía esperando el regreso de Bob para ajustar cuentas por un incidente acontecido años atrás con la pareja criminal donde fue herido, culpando de ello al ahora fugitivo.
Lo cierto es que la historia no puede ser más simple. Al cineasta le interesan más las sensaciones que puede desprender de su relato, en especial un aroma a derrota o fatalismo que lo impregna todo desde el inicio, ayudado por una excelente fotografía cruda que nos ejemplifica las almas atormentadas de los personajes. Pero si algo sobrevuela a lo largo del filme es «la pérdida» en cualquiera de sus expresiones. Todos están condenados a acostarse con ella. Entendemos que en una historia de tres, alguien tiene que salir derrotado. El dramatismo es constante, ayudado en las vertientes que se sustenta el relato; la historia de amor entre Bob (Casey Affleck, el Affleck que sabe actuar) y Ruth (Maravillosa Rooney Mara). Curiosamente apenas comparten un puñado de planos juntos, pero que es tal la fuerza que el relato transmite gracias a herramientas que no se encuentran en un guión (las formas, esa es la clave) que entendemos y tememos el reencuentro.
En definitiva, son como Bonnie & Clyde después de un final alternativo donde no murieron acribillados, sino que él fue encerrado y ella perdonada gracias a una mentira. Un mal final, dirán algunos. Tal vez debieron haber caído en la emboscada, como la mítica pareja, pero no fue así. Toda la cinta transcurre en esa sensación de fatalismo, como si ahí arriba hubiera alguien cabreado porque las cosas no sucedieron como estaban escritas. Como si todo se debiera a un error. Así son los personajes. Y todo parece indicar que el destino se tomará su venganza y corregirá la historia.
Ese es el logro de la cinta. Ayudados en una fotografía, que al igual que a todos los críticos me recuerda también a El árbol de la vida, la obra gana enteros ayudada en sus actuaciones, en su cámara y sus encuadres (realmente parece como si por cámara quisiera unir a los dos protagonistas pero al mismo tiempo se nos recuerda que si esto sucede alguien puede acabar con una bala en el cuerpo, creando un choque muy interesante no sólo a nivel emocional, sino también a nivel conceptual), imprimiendo unas sensaciones que dejan huella.
Lo cierto es que por todo ello la obra de David Lowery acaba siendo un pequeña joyita. No se dejen engañar por su sencillez o incluso su simpleza narrativa. Es un diamante en bruto de sensaciones.