Aunque debutara en 1959, en pleno amanecer de la ‹nouvelle vague›, el propio Hanoun siempre consideró, y cito textualmente: «Nunca pertenecí a ningún movimiento, no habría sido capaz de adecuarme, de asumir un tipo concreto de ideas acerca del cine». Un cineasta que siempre se sintió más cerca de otros de su generación que nada tenían que ver con el movimiento francés y del que muchos destacan la desnudez de su cine, así como la pobreza de unas imágenes inducida por la propia falta de medios de alguien que nunca buscó el lucro, más bien una libertad en su creación que queda reflejada en el manifiesto a través del cual dejó sus películas como herencia en una web.
Así nos deja un cineasta que murió la pasada noche del 22 de septiembre (2012) y nunca pareció arraigado al mundo cinematográfico, siempre actuando de un modo que bien podría ser la clave para el propio desarraigo de otros cineastas galos como Garrel o Pialat.
Deseándole que descanse en paz, le brindamos un último y pequeño homenaje dejando su obra al descubierto como él mismo quiso y mostrando un manifiesto que también escribió Hanoun acompañando a sus creaciones, tan libres como él quiso ser:
«En el crepúsculo de mi vida, como cineasta sé hace mucho tiempo (siempre lo he sabido) que la excepción y la diversidad cultural son trampas para hacernos creer que la cultura está separada del dinero, que no está condicionada por la previa rentabilidad financiera, que es un puro comercio del espíritu, insumisa a las reglas del vulgar comercio y su transacción.
Casi nunca he vivido materialmente de mis creaciones cinematográficas. Sólo he soñado mis películas; en ellas he sido, la mayoría de las veces, el pintor y el escritor. Mis obras nunca han vivido a través de instancias, de instituciones sumisas y alejadas de sus deberes culturales.
Con medios pobres e irrisorios, con la ayuda y la buena voluntad de los que han trabajado conmigo, he podido realizar mis películas. Las he robado, sacándolas de una zona de sombra, prohibida, ofreciéndoselas raramente al público. Mis películas no han tenido nada que ver con la propaganda de cierta inteligencia crítica, servil y de conveniencia, sin creatividad, sin curiosidad, que sólo sobrevive gracias a tomar partido por lo que tiene un horizonte comercial.
Hoy regalo mi creación, ya consumada, a esa otra parte creativa y consciente de todos aquellos a los que se quiere encerrar para siempre en un ser anónimo despersonalizado, reduciéndolos a una masa globalizada: el Público.
Personalmente, devuelvo a quien las quiera mis películas robadas.»
Larga vida a la nueva carne.