El estreno en nuestras carteleras de la cinta de infiltrados Gun dirigida por Jessy Terrero nos permite rescatar como alternativa un auténtico clásico del cine de acción made in Hong Kong como es City on fire, una imprescindible pieza de museo del cine de infiltrados dirigida con pulso y mano maestra por uno de esos directores que han marcado un antes y un después en la historia del género de pura acción como es el maestro Ringo Lam, director que este mismo fin de semana os anunciábamos retornará al cine tras un periodo de letargo que ya duraba una década. Si bien en alguna ocasión hemos reivindicado la figura de Ringo Lam, no está de más recordar que este genio junto con John Woo rompió y refundó los paradigmas clásicos del cine de acción allá por finales de los ochenta legando para goce de todos los amantes de este tipo de películas algunas de las obras más influyentes y magistrales de toda la historia de este género. No cabe duda que City on fire se halla en la cúspide de las mejores obras del maestro, y si no es la mejor sí que podemos afirmar sin temor a errar que se encuentra entre las tres mejores cintas de Lam.
Si alguien se pregunta cuales son las características que mejor definen a las películas de acción de Hong Kong basta con indicarle que solamente tendrá que contemplar City on fire para degustar las cualidades que marcaron el género en el país asiático desde finales de los ochenta hasta nuestros días. Y es que esta es una película ejemplar que ha marcado la línea a seguir a buena parte de las cintas de acción que se han cocinado en años posteriores. Se suele remarcar que esta es la película que inspiró Reservoir Dogs por el hecho de que su argumento trate de un policía infiltrado en una banda de ladrones así como por la famosa escena del duelo a tres bandas que culmina ambas cintas (que haciendo un ejercicio de memoria también podríamos rememorar con el duelo final de El bueno, el feo y el malo), secuencia que es cierto que Tarantino copia descaradamente de la cinta de Lam. Pero remarcar únicamente que City on fire es la película germinal de Reservoir dogs sería un craso error, puesto que acotaríamos con este hecho puntual la verdadera valía de la obra de Lam, que es, más allá del caso Tarantino, uno de los films más espectaculares, vigorosos, trepidantes, hipnóticos y magistrales del cine de acción de todos los tiempos.
Si hay una palabra que define a esta auténtica joya esa es adrenalina, puesto que la testosterona más descarnada está presente en cada palmo de bobina del film y eso es así porque la película cuenta con unas estupendas secuencias de acción que engalanan en todo momento el resultado final del film. No puedo olvidar la increíble secuencia nocturna de apertura, de estilo muy clásico como mandan los cánones del cine de acción de aquel hemisferio, en la que vislumbraremos el asesinato en plena calle y a cuchillazo limpio de un policía infiltrado. Pero conforme discurren los acontecimientos Lam también nos deleitará con un tremendo asalto a la central de una joyería filmado con una planificación y nervio solo a la altura de los grandes maestros del género gracias al magnífico recurso de implantar un montaje en paralelo en el que se entrecruzan las pequeñas peripecias de los distintos grupos de asalto como de la policía y el jefe de la banda y una música vibrante. También resalto las secuencias de persecución urbana en la que Lam homenajea la soberbia secuencia del metro de French Connection saliendo airoso del atrevimiento. Todas estas secuencias culminarán en la típica escena final de tiroteo, también nocturna, en la que Lam además de filmar el famoso duelo a tres dotará a la misma de un halo tremendamente trágico, sangriento y pesimista, tal como los maestros hongkoneses gustaban culminar las criaturas salidas de su imaginario.
La obra adopta el argumento de las clásicas historias de policías infiltrados en bandas criminales, centrando la sinopsis en las peripecias de un guasón y heterodoxo policía interpretado con su habitual solvencia y chulería magnética por la estrella Chow Yun-Fat. El personaje de Fat se halla infiltrado en una banda de ladrones de joyas que ha impregnado de violencia y terror las calles de la ciudad sin que la policía haya podido parar sus criminales actos. Partiendo de esta premisa, muy trillada, Lam construye una película muy original en la que se cruzan con armonía y audacia secuencias de pura intriga y acción con otras más intimistas que sirven para perfilar la personalidad del policía interpretado por Fat, un auténtico outsider asqueado de su trabajo que opera en los márgenes de las ordenanzas policiales con una marcada fobia a la sociedad y a la propia institución policial, y harto a su vez de la corrupción imperante en el sistema. Así este fascinante sociópata únicamente encontrará consuelo y oxígeno cerrando los night-club de la ciudad y acostándose con mujeres de mala reputación. En estas escenas de ambiente más cómico alejadas del tono violento y seco de la espina dorsal del film es donde Lam demuestra el dominio del ritmo escénico del que es poseedor, puesto que lejos de anquilosar el desarrollo de la trama principal estos episodios otorgan el necesario humor y sentido melodramático para construir una película total que va más allá del mero hecho violento. Gracias a este sentido, Lam consigue que el espectador empatice con el personaje de Fat, el cual como nos tiene acostumbrados, hace gala de una interpretación maravillosa en la que mezcla con gracia la caricatura más bufonesca y pícara (impagable la escena del desnudo en la ducha, la cual parece sacada de una comedia de situación de alta escuela) con ese halo de héroe de acción romántico que interactúa con el mito del perdedor Hustoniano.
Igualmente fascinante es la subtrama de amistad y traiciones protagonizada por Fat y uno de los integrantes de la banda de ladrones con el que el personaje del infiltrado iniciará una relación de amistad y comprensión no experimentada con sus compañeros policías. Amistad esta que chocará con la relación fría y profesional que Fat mantiene con su jefe así como con el resto de la esfera del ámbito policial, de modo que en el momento clave de la acción el personaje de Fat deberá optar por traicionar la confianza y amistad que ha surgido en el seno de la banda que pretende desmantelar con el cumplimiento de su deber como policía, dicotomía que es dibujada con una grata profundidad humanista y filosófica por Lam.
Hay que destacar la espléndida banda sonora de toques jazz americanos en las escenas más intimistas que se transforma en melodías más tenebrosas y techno en las escenas de persecuciones y tiroteos, logrando así el objetivo de adornar el suspense de las escenas más espectaculares, lo cual es todo un placer para los sentidos auditivos del espectador. La fotografía muy nocturna, en la cual se aprovechan los tonos rojos y azules del ambiente canallesco, a la vez que zigzagueante y dinámica de Lam también es uno de los puntos fuertes de la película y toda una delicia para los amantes del cine de acción ya que gracias a la misma se incrementa la emisión de adrenalina por los cuatro costados. Todos estos ingredientes son cocinados por Lam para aliñar una escena final que es un puro gusto para cualquier amante del cine de acción en la que además de los tiroteos perfectamente iluminados para incrementar la tensión y belleza fantasmal que requiere la presencia de la muerte, Lam no olvidará en intensificar la tensión con unos espléndidos diálogos plenos de sentido trágico que muy bien podrían haber sido escritos por Shakespeare y Homero. Y es que el magnífico guión firmado por el propio Ringo Lam junto a otros dos colaboradores es uno de los puntos que diferencian a este espectáculo cinematográfico de otras obras similares gracias a la habilidad del maestro en configurar una historia de acción muy humanista en la que los diálogos desprenden balas tan afiladas como las lanzadas por una ametralladora. Esta mezcla de tragedia shakesperiana con humor desenfadado y pura acción es lo que me fascina de City on fire y lo que sin duda forma el dispositivo original que convierte a lo que podría haber sido una cinta más del cine de acción en una obra de referencia a la que acudir para degustar un plato de cinco estrellas cinematográficas.
Todo modo de amor al cine.