Mi admiración por Martin Scorsese va más allá que la devoción que siento hacia su figura como director de cine y autor total. Scorsese es, antes que cineasta (y de los más grandes de la historia), un cinéfilo que lucha año tras año para que no se pierdan en el olvido aquellas obras que le causaron fascinación en su juventud a través de su fundación dedicada a la preservación del séptimo arte, la ejemplar World Cinema Foundation. Gracias a esta impagable y desinteresada labor del viejo Marty he podido acceder al visionado de una obra hipnótica y magistral del cine turco, la espectacular y violenta El árido verano, cinta que allá por el año 1964 se alzó con el Oso de oro en el Festival de Berlín y que desgraciadamente se halla postrada en un incomprensible olvido a pesar del impacto que causó a mediados de los años sesenta en buena parte de los cineastas contemporáneos de esa maravillosa década para el cine.
Conviene recalcar que detrás de esta obra se encuentra uno de los nombres fundamentales del cine otomano, este es, el director e intelectual Metin Erksan, una auténtica leyenda del cine del país euro-asiático que años más tarde legó a los amantes de este viejo arte otra de las obras fundacionales del cine de autor de aquel país como es Sevmek zamani (Time to Love), considerada por buena parte de la crítica como una de las mejores cintas de la historia de Turquía, la cual es principalmente una refundación de los mandamientos del arte de Michelangelo Antonioni, si bien moldeados por una mirada asiática, pero con vistas a los vecinos europeos. Repasando la carrera de este maestro llama mucho la atención también el hecho de que en los años setenta Erksan abandonó los designios del cine de autor para abrazar el cine de género mockbuster gracias a la realización del remake turco de El exorcista, película absolutamente loca y enfermiza que a pesar de las malas críticas versadas sobre ella es un placer perverso en toda regla en el que se nota la presencia tras las cámaras de un técnico de primera fila como era Erksan.
Tras esta breve carta de presentación, nos vamos a centrar en reseñar esa impresionante obra cumbre del cine sesentero que es El árido verano, una cinta que no me cabe duda de que se trata de una de las sorpresas más agradables de eso que yo denomino el cine clásico oculto. Tras la visión de esta magna cinta aterrizó en mi cabeza una pregunta sin cesar… ¿cómo es posible que una película de esta calidad sea tan desconocida en occidente? Creo que la respuesta se halla en el hecho de que a pesar del impacto que causó en su presentación en el Festival de Berlín del 64, la obra fue inmediatamente censurada en Turquía al considerar las autoridades políticas de este país que la cinta daba una visión deformada y falsa de la realidad del mismo, permaneciendo desterrada de las salas de cine por tanto durante un período que abarcó más de 40 años. Este ocultismo censor fue derribado por las valientes gestiones de la cineteca de Bolonia que se encargó de restaurar la cinta a lo que se añadieron las labores de promoción y financiación de la World Cinema Foundation, de modo que desde hace relativamente poco tiempo hemos podido recuperar un clásico fundamental de la historia del cine, de ahí el desconocimiento que existía hace una década de esta auténtica obra maestra.
¿Por qué censuraron durante tanto tiempo los gobernantes turcos esta maravilla? Creo que el principal motivo puede radicar en el hecho de que se trata de una película con un tratamiento muy europeo de las pasiones y miserias humanas, alejada por tanto de la más reposada visión de estas impurezas que suele ostentar el cine de los países musulmanes. Y es que es El árido verano la primera película del ámbito musulmán en la que por fin he encontrado una escena de alto voltaje erótico en la que se muestran sin complejos besos en la boca en primer plano con los labios abiertos, escenas de cama apasionadas así como impresionantes tomas de fetichismo como las sensuales fotografías de las piernas y pies desnudos de la protagonista femenina de la cinta, la hipnótica sex-symbol Hülya Koçyigit, para el que escribe una de las actrices más bellas que jamás han asomado en pantalla.
Al hecho erótico se une una visión descarnada y violenta de la vida en los pequeños pueblos rurales de la Turquía profunda, de modo que la violencia más cruel y la ambición sin medidas parecen sustituir a la bucólica solidaridad y cooperación que parecería desprenderse de la convivencia rural y pueblerina. Y es que El árido verano se desmarca de los melodramas asiáticos para abrazar el ritmo y el espíritu del western americano a lo que se une una narrativa muy literaria en la que se esboza la clásica historia de hermanos antagonistas a lo Caín y Abel, uno de ellos guapo y bondadoso de fauces muy europeas que chocará con su pariente fraternal de tendencias brutas, primitivas y crueles con una fisionomía marcadamente asiática, enfrentados no solo por su diferente personalidad sino que también por el amor de una mujer, de modo que el feo tosco hermano envidiará la feliz vida en pareja de su caritativo familiar, una trama frecuentemente visitada por la literatura del siglo de oro europeo.
La cinta desprende una atmósfera que recuerda al mejor cine de Sam Peckinpah dada su agreste violencia seca y turbia así como a la trama made in western en la que se basa. Podríamos dividir la película en dos vectores claramente diferenciados. Es en el primero de ellos en el que el western domina cada minuto de la atmósfera al presentarnos el conflicto existente en un pequeño pueblo entre una familia poseedora de una finca en la que se localiza un manantial que irradia el agua necesaria para poder regar las cosechas del resto de las parcelas del pueblo y el resto de pequeños campesinos, debido al hecho de que uno de los dos hermanos propietarios de la hacienda (el osco hermano mayor Osman) decidirá construir una presa para evitar que el agua de su manantial riegue las propiedades vecinas puesto que debido a la ausencia de lluvias en el verano el agua se ha convertido en un bien escaso e insuficiente para compartir con sus conciudadanos. A diferencia de Osman el hermano pequeño Hasan prefiere evitar los conflictos que al acopio de agua causará con sus paisanos y por tanto es partidario de compartir el tan preciado recurso con el resto de habitantes del pueblo.
Sin embargo tras una serie de disputas legales, un juez otorgará la posesión del agua a Osman por lo que el huraño hermano se saldrá con la suya en su obsesión por construir una presa que aglutine el agua para el propio consumo de la finca, asfixiando las cosechas del resto de campesinos del lugar. Ajena a este conflicto vecinal surgirá una historia de amor y pasión entre el pequeño Hasan y Bahar, una joven del pueblo de una belleza hechizante, de modo que tras un breve romance el amor de ambos consumará en matrimonio ante la mirada envidiosa y lasciva de Osman, el cual desea para sí el cuerpo de Bahar, y que no dudará en espiar cada noche a través del ojo de la cerradura de la habitación del matrimonio a la pareja mientras hacen el amor.
Sin embargo, la afrenta vecinal entre Osman y el resto de campesinos culminará una noche de forma violenta, puesto que tras la incursión de un par de vecinos en la finca de Osman para destruir la presa que aprisiona el agua del manantial, Osman acabará matando a uno de los invasores de un disparo de escopeta. Ante el miedo de ser acusado de asesinato sin atenuantes por su conocida propensión al uso de la violencia, éste convencerá a su hermano pequeño para que se autoinculpe del asesinato ya que al tratarse de un hombre más joven y sin antecedentes la sentencia será menor. Hasan aceptará el sacrificio siendo condenado a ocho años de cautiverio.
Tras esta secuencia dará comienzo la segunda parte del film, de atmósfera más melodramática, en la que seremos testigos de los tejemanejes y malas artes de Osman, el cual intentará aprovechar la ausencia de su hermano para conquistar el amor de su joven cuñada. Así, Osman destruirá las cartas enviadas por Hasan a su esposa y poco a poco adoptará una aptitud encaminada a seducir a la joven Bahar con el objetivo de hacer creer a la inocente esposa la mentira de que su marido se ha olvidado completamente de ella y por tanto ya no la ama. De este modo Osman urdirá un maquiavélico plan dirigido a desterrar el amor que Bahar siente hacia su amado Hasan y así sustituir en el corazón de la belleza asiática el puesto dejado por su traicionado hermano.
Como había dejado desprender en párrafos anteriores, la película es sencillamente espectacular a nivel técnico. La cinta cuenta con una fotografía en blanco y negro de una belleza pictórica inigualable, esto es así puesto que los parajes agrestes turcos son plasmados como si de un cuadro paisajista holandés se tratara. Igualmente la obra cuenta con un montaje magistral en el que entremezclan con maestría los primeros planos de los protagonistas para mostrar la psicología de los mismos en las escenas más violentas y sexuales con los planos abiertos así como planos medios para reflejar a los intérpretes en pleno trabajo en el campo o peleando por su supervivencia. Ciertamente llamativo es el elevado contenido erótico de la cinta, no solo reflejado en las escenas comentadas anteriormente, sino dejando que el erotismo se encuentre latente en el ambiente. Así una simple escena de violencia descarnada como es la de la picadura de una víbora a la joven Bahar es colmada de pulsación sexual gracias a la fotografía en primer plano de Osman chupando la picadura en la pierna desnuda de su cuñada con una clara connotación erótica.
Igualmente Erksan no duda en mostrar la violencia soterrada en las pequeñas poblaciones de la Turquía profunda al fotografiar escenas de violencia animal totalmente descarnada y sin censura. Así he de advertir a los amantes de los animales que hay un par de escenas insertadas en el film que van a herir profundamente su sensibilidad: una de ellas es la decapitación de una gallina con todo lujo de detalles y la otra es (una de las más crueles jamás filmada en una película y que a mi ciertamente me causó un impacto que me dejó un mal cuerpo durante más de un día) la ejecución de un escopetazo del perro de Osman, escena de un realismo que congela la sangre en la que se muestra el sufrimiento y los gemidos del perro herido de muerte por el disparo así como el cuerpo sin vida del animal perforado por el brutal boquete abierto de la bala asesina. Dichas escenas de una violencia cruel, junto a la magnética interpretación del actor que representa al hermano mayor Osman, la cual es una de las performance más salvajes y brutales que recuerdo haber visto, sirven para impregnar en la atmósfera de la obra un halo de fogosidad y arrebato único y singular.
Sin duda, nos hallamos ante una de las películas clave de la historia del cine turco que exhibe en toda su esencia esa vigorosidad y apasionamiento característico de los pueblos musulmanes, a lo que se une una fogosidad sexual que yo no recuerdo haber vuelto a contemplar en ninguna obra generada en el cine de un país de esa religión. Con un corte clásico a la vez que moderno, El árido verano no defraudará a los amantes del cine con regusto visceral y apasionado, es decir, aquel que dibuja a la perfección los instintos más bajos y depravados de los que estamos hechos todos nosotros.
Todo modo de amor al cine.