Desde Cine Maldito no podíamos dejar pasar más tiempo desde que se anunció la muerte del mítico documentalista brasileño Eduardo Coutinho hace justo hoy una semana, para rendir un sentido homenaje a su arte reseñando una de sus cintas más premiadas y emblemáticas, y para el que escribe la que más me ha cautivado de las que he tenido la oportunidad de visionar. Esta obra que menciono es la impresionante Edificio Master, film que profundiza en el punto de inflexión de tono (que no de temática ni de estilo) en la filmografía del paulista que supuso el documental Babilonia 2000, después de un periplo de casi una década dedicada a reflejar la miseria de las clases más desfavorecidas y pobres de Río de Janeiro en sus trabajos Santa Marta- Duas semanas no Morro, Boca de Lixio y Santo Forte.
¿Qué significó Edificio Master para la carrera de Coutinho? Sin duda es una de las cumbres del maestro tanto a nivel artístico como de reconocimiento y premios (este es uno de los documentales más premiados del genio a nivel nacional e internacional). Es una pieza de una sensibilidad supina que muestra sin tapujos y artificios la realidad cotidiana de un grupo de personas conectadas únicamente por su residencia en un mastodonte arquitectónico como es el Edificio Master, un inmueble de dimensiones colosales sito en la orilla de la Playa de Copacabana que alberga desde hace más de 50 años a toda una fauna de personajes fiel reflejo de la evolución social que ha experimentado la clase media-baja brasileña en el último medio siglo. La cinta es todo un ensayo social gracias a la fascinante y cautivadora presencia de Coutinho que efectúa una triunfante labor de investigación gracias a su poder de embrujo sobre los distintos vecinos que aparecen en pantalla, los cuales desnudan sus miserias y alegrías ante las incisivas y acertadas preguntas del entrevistador brasileño.
El documental posee las cualidades de los reportajes periodísticos de investigación, ya que básicamente la cinta se estructura narrativamente a través de las distintas entrevistas que tienen lugar en cada apartamento entre el equipo de rodaje de Coutinho y los inquilinos de los habitáculos del edificio que da título a la cinta. A través de su espontanea cotidianidad, Coutinho lanza una afilada denuncia en contra de los miedos, miserias y fobias sociales presentes en las grandes urbes de los países en vías de desarrollo como es el Brasil de principios de siglo, tales como la asfixiante opresión urbana así como el pánico a establecer relaciones interpersonales cuanto mayor es la aglomeración de individuos existente en un espacio reducido (paradoja que dibuja con mano maestra Coutinho al reflejar las nulas relaciones vecinales forjadas entre los incontables inquilinos de los apartamentos del inmueble).
Muy bien podríamos calificar a la cinta (también a toda la carrera de Coutinho) como un reportaje fabricado por un programa de televisión dedicado a la producción documental (un Documentos TV por poner un ejemplo) e igualmente para hacer una idea a un espectador que aún no haya podido contemplar ningún trabajo de Coutinho, podríamos comparar el estilo de la cinta con el de los beligerantes trabajos de Michael Moore, si bien Coutinho prefiere mantener un discreto segundo plano oculto detrás de su cámara, apareciendo en pantalla únicamente de forma residual haciendo ver sus apariciones como accidentes de montaje, cosa que dista del estilo narcisista del autor norteamericano.
Edificio Master hace gala también de ese recurso tan utilizado por Coutinho en sus diferentes proyectos, como es el empleo de una doliente equidistancia con el entrevistado, manifestando por consiguiente una gélida mirada con su interlocutor aunque éste exponga situaciones dantescas de puro sufrimiento o acontecimientos surrealistas que invitan a la carcajada a lágrima viva. El maestro cumple su función de negar todo tipo de complacencia o comprensión hacia su interrogado, lo cual ayuda a brotar un halo de fascinación supina en el espectador, ya que será éste el que tenga que tomar partido por sí mismo de los acontecimientos narrados en primera persona por la víctima narradora de su propias desdichas vitales.
Uno de los aspectos más seductores e hipnóticos de la película es el hecho de que Coutinho renuncia a mostrar la arquitectura exterior del edificio sobre el que versa el film, fotografiando únicamente su espina dorsal, es decir, los oscuros pasillos que cimientan interiormente la composición y alma del edificio. De esta manera tan poética el cineasta brasileño nos indica que no le importa lo más mínimo el aspecto superficial, sino que su apuesta se basa en extraer con una jeringuilla el tuétano interior que emana del edificio y por tanto de sus moradores. Los siniestros y oscuros pasillos que dan forma al inmueble conectando los 276 apartamentos que dan cobijo a 500 inquilinos son retratados como un laberinto en el cual habita un minotauro invisible que evita la interconexión humana.
Como ya habíamos anticipado en párrafos anteriores, sin duda Edificio Master es fundamentalmente una metáfora que denuncia la involución psicológica padecida por esa pujante clase media brasileña originaria de los estratos más bajos de la sociedad y que a base de lucha, sacrificio y trabajo ha podido avanzar (ojo, no sabremos si para bien o para mal) en la escala social. Así inicialmente se nos explicará a través del director gerente del edificio (un señor que más bien parece un caudillo de funestos métodos de eliminación social) que el inmueble ha evolucionado a mejor en los últimos años gracias a la eliminación del mismo de toda una fauna de putas, delincuentes, ladrones y despojos humanos que lo habitaban a mediados de los ochenta, lo cual había convertido en un infierno la estancia en el mismo.
Partiendo de esta carta de presentación, Coutinho visitará a los distintos vecinos que moran el mastodonte de hierro y ladrillo. Encontraremos a mujeres atemorizadas conocedoras desde su más tierna infancia de la historia del edificio que se han auto-impuesto un demoledor aislamiento social, divorciadas con serios problemas mentales motivados por su soledad, nuevos núcleos familiares compuestos por parejas de diferente edad o matrimonios formados por alegres divorciados que han decidido unir sus destinos en la vejez, una puta a la que no le da miedo desnudar su profesión ante la cámara de Eduardo narrando del mismo modo el camino que le llevó a ejercer la prostitución para mantener a su familia, jóvenes pijos mantenidos por sus padres que luchan por hacerse un hueco en el complejo mundo artístico, una joven profesora de inglés retornada a Brasil tras su estancia en EEUU incapaz de mirar a los ojos de su interlocutor por la neurosis que padece, un viejo enfermo incapaz de encontrar un trabajo por su padecimiento del que parece desprender cierto sentimiento de Peter Pan, un inadaptado que padece una extrema sensibilidad emocional, un jubilado brasileño que ha regresado a su país tras haber trabajado en una línea aérea estadounidense que le dio la oportunidad de conocer a su ídolo Frank Sinatra y que mantiene un nulo contacto con sus hijos los cuales continúan laborando en los EEUU o un antiguo futbolista y decadente entrenador de fútbol expulsado de la profesión tras haberse desnudado durante la celebración de un partido como signo de protesta ante la corrupción existente en el fútbol brasileño.
Toda esta galería de personajes sirve a Coutinho para exponer de manera fidedigna los mandamientos imperantes en una clase media brasileña acechada por el desempleo y un posible retorno a los caminos de la exclusión social así como igualmente reflejar el aislamiento y la soledad inherente en una clase fagocitada por el progreso incontrolado y la deshumanización existente en las sociedades occidentales contemporáneas que impide el establecimiento de relaciones plenas. Sin duda, un documental necesario de gran lirismo y poesía que no dejará indiferente a todo aquel que se atreva a acercarse al cosmos de ese genio del cine que nos dejó recientemente llamado Eduardo Coutinho.
Todo modo de amor al cine.