La comedia mezclada con el genocidio nazi nos viene dando títulos desde tiempos inmemoriales. Charles Chaplin, cuando en los que Estados Unidos todavía no había entrado en la guerra, rodó El gran dictador, donde realiza una de las mejores sátiras que se han hecho de Hitler y la política del Tercer Reich. Por aquellos tiempos, Ernst Lubitsch, con la aún más divertida Ser o no ser, también se reía del totalitarismo nazi con gran acierto. Años después, la sensiblera La vida es bella no dejaba un ojo seco en los cines mezclando el tema de los campos de extermino nazi con elementos cómicos. Ahora nos llega, con varios años de retraso a nuestras pantallas, Adam resucitado de Paul Schrader, que sin llegar a ser una comedia pura y dura, utiliza como punto de partida ese triste episodio de la historia del ser humano, dándole un enfoque bastante humorístico pese a su dramatismo imperante.
Basada en la controvertida novela El Hombre Perro de Yoram Kaniuk, publicada en Israel en 1968, nos cuenta la historia de Adam Stein, un artista multidisciplinar judío (músico, mago, payaso y empresario del mundo del espectáculo) con gran éxito en el pasado entre el gran público y los nazis. El artista se encuentra ingresado en un centro psiquiátrico en el desierto de Israel, donde maneja a su antojo al resto de pacientes, desafiando las normas del director del centro. Tiene el don de adivinar los dolores del resto de los internados con sólo tocarlos, sufriendo una herida en su propio cuerpo que posteriormente desaparece. La aparición de un niño que se cree un perro abrirá las heridas del pasado, en el que fue encerrado en un campo de concentración tras la llegada del Tercer Reich, y no pudo salvar a su familia. Allí se topó con un comandante alemán, que como consecuencia de una broma que le hizo en una actuación, obliga al cómico y artista a vivir durante años comportándose como un perro, viviendo y comiendo con perros.
Nuestro protagonista lucha constantemente por entender el sentido de un mundo en el que la línea que separa la cordura y la locura desaparece de manera definitiva. La historia de Adam Stein es el hilo central de la narración, que da lugar a otros dramas, cobrando especial protagonismo el citado niño-perro con el que Adam establece una relación que tiene en ambos efectos asombrosos. El niño encarna lo que Stein fue en el pasado, un ser humano en un estado de degradación que no puede olvidar estos acontecimientos por mucho que lo intente.
Adam resucitado está ambientada en dos de los escenarios más oscuros que puedan existir, un campo de concentración y un centro psiquiátrico, mediante un retrato extraño y original en su punto de partida y en su desarrollo de un rebelde a través de complejos juicios morales e incómodas situaciones, en un recorrido a lo más profundo del dolor humano por vía de la locura del protagonista. En la narración predominan las dudas existenciales del ser humano, señas de identidad de los guiones de Schrader junto a sus religiosos temas favoritos: la culpa, la redención y la salvación (fue educado en una estricta fe calvinista que le marcaría profundamente y cuya influencia es una constante en toda su filmografía). A pesar de su crudeza no resulta un relato que invite al victimismo; tiene un humor negro que contrasta poderosamente con el dramatismo de lo que se narra, y una serie de conceptos sobre los que reincide a lo largo de todo el metraje. Schrader no sólo ha sido capaz de crear humor en una etapa tan oscura del ser humano, sino que también logra destacar entre tanto estremecimiento una historia de cariño entre dos seres humanos que se quieren en la demencia y consiguen hacerle frente merced a ese extraño vínculo.
Sin embargo, tras la atractiva presentación de los hechos, el conjunto está presidido por una voluntaria frialdad y cierto escepticismo en su tratamiento. Va perdiendo fuelle en la parte central, ocasionando cierta irregularidad en el conjunto global. El hecho de querer abarcar tanto espacio de tiempo provoca que queden dudas sobre algunos de los personajes y situaciones en una película que tiene momentos ocasionales muy potentes y otros que dejan al espectador completamente indiferente.
En el apartado formal es una obra poderosa que combina a la perfección el blanco y negro del pasado con el gótico colorido del presente, dotándole de un aspecto visual muy atractivo. Destaca su magnífica puesta en escena, con la habitual relevancia que otorga Schrader a la presencia de objetos en pantalla.
Una de las mayores sorpresas está en la excelente actuación de Jeff Goldblum, en su mejor papel hasta la fecha, interpretando a un personaje muy complejo repleto de matices. Una actuación que le ayudará a ganar prestigio. También destaca el siempre eficaz Willem Dafoe en el papel de un oficial nazi difícil de olvidar.
Adam resucitado pese a estar lejos de sus mejores trabajos como director nos devuelve a un Paul Schrader más clarividente que el de sus últimas obras, recuperando parte de la tenebrosidad y la perturbación tan característica en sus más inspirados trabajos.