Es fácil relacionar el nombre del grupo Pussy Riot a aquel movimiento musical y feminista de principio de los noventa de los Estados Unidos conocido como Riot Grrrl, del cual hace no mucho hablé en la web, movimiento que me entusiasma en cualquiera de sus expresiones, sea artística o política, tan irremediablemente unidas en su feminismo combativo que destilaban.
Así que cuando el jefe de todo esto me designó por encima del resto de compañeros en una purga a la soviética para asistir al preestreno del presente documental mi alegría era máxima. Desgraciadamente la experiencia resultó poco enriquecedora, pero sí interesante para escribir mis pajas mentales habituales.
En primer lugar el documental se centra casi en exclusiva en la parodia del juicio mediático que tuvieron, dejando en segundo lugar lo relacionado a su creación como grupo artístico lleno de “performances” y, sobre todo, centrándose más en su actividad política contraria al régimen de apariencia democrática de la Rusia de Putin que en su música. Vaya, que de documental musical tiene poco. Porque todo se resume en una cinta de consumo occidental y es aquí donde comienza a patinar peligrosamente.
Hay por tanto casi más que decir de las contradicciones en la manera en que se enfoca el documental que del documento en sí. Sin duda es un alegato contra la situación particular que se vive en el país eslavo y como tal es tan necesario y loable, pero desde luego es fallido y hasta discordante en más de un aspecto. Tal vez el problema resida en un servidor, ya que esperaba encontrar cierta luz sobre su feminismo, su ideario político, su música y el entorno del movimiento, explicando sus acciones y reivindicaciones. Hay poco de eso, aunque cuando se nos explica mínimamente su pasado, el documental coge cierto vuelo.
Es cierto que no se pierde interés, todo sucede de manera rápida y sirve para no olvidar las contradicciones de la Rusia post-comunista. Es aquí donde mejor funciona la película y cuando de manera velada se entiende que las protagonistas son las hijas de la Perestroika, de los desechos del comunismo moribundo de los 80 y de la crisis de los 90, con sus privatizaciones y unos pocos quedándose con todo. Unas chicas de esa clase media comunista que huyen tanto de ese oscuro pasado como de la alianza del presente formada por el poder político liberal y la iglesia ortodoxa.
Las Pussy Riot han recibido la atención mediática de medio mundo de la misma manera que el apoyo de algunos artistas de renombre. Lo paradójico es que al final ha terminado distorsionándose su imagen hasta simplificarlo en «las dos Pussy guapas y la otra», y no hay más que meterse en la wikipedia y buscar a las tres integrantes y que se le quede a uno la cara de idiota al ver cuanto más atractiva se es, más palabras se han escrito sobre ella. Puede que Rusia no sea una plena democracia, pero la mirada de occidente ha sido lamentable, prejuiciosa y sí, machista. Y hasta el documental se contagia de esto cuando imprime más atención, incluso nos regala una música épica de manera vergonzosa, en los alegatos finales de las tres chicas, otorgándole mayor interés a una por encima de las otras, teniendo en cuenta la fama mediática de una con respecto a las demás.
Esto no es culpa de las integrantes, obvio, pero no es justo para con su postulado feminista, político y musical. En resumen, han sido engullidas tanto por la maquinaria del poder ruso a las ordenes de Putin como de la noticia simplista por occidente disfrazada de libertad con aroma a maquillaje de la que el documental peca algunas pocas veces. Sí, es demasiado simple y termina siendo algo peligroso, pues como es habitual, comienzan a surgir los ladridos tipo «hay que ver cuanta atención se le da a estas tías y lo poco que se le da a los de Greenpeace encerrados», que siendo cierto o no, no es algo buscado por las integrantes Maria, Nadezhda o Yekaterina, con afiliación en la propia organización en algún caso.
No es mal documental, pero desde luego yo le exijo algo más y a pesar de alguna idea que apunta en buena dirección (esa conversación sobre los medios de comunicación, el poder iglesia-estado, esas chicas como idea de la clase media comunista contraria tanto a su pasado como a su presente, etc) acaba cayendo peligrosamente en el panfleto sin profundidad, en mostrarnos un anuncio bonito e inodoro sobre tres chicas y su lucha contra la injusta justicia rusa y la iglesia ortodoxa.
Documental descafeinado. Le falta garra, gritos, saltos, brincos, escupitajos y letras incendiarias. Te acerca al chiste de juicio que tuvieron y a conocer mínimamente a sus integrantes, pero poco más.