Después de la llegada del primer episodio en esta maniobra que nos ha llevado a tener que esperar un mes para poder enfrentarnos a la segunda parte de las memorias de Joe, Nymphomaniac. Volumen 2 (con esa innecesaria coletilla que, por suerte, no habrá que usar en posteriores visionados) atribuye al conjunto, más allá de una ya supuesta continuidad, la necesariedad de conocer detalles que dotan al relato (no tanto al centrado en Joe, sino más bien al secundario y no menos importante) de un sentido, encontrando principalmente en el rostro de ese hombre interpretado por Stellan Skarsgård los porques del equilibrio que aportaba al relato y a las propias disertaciones realizadas por Joe entorno a su propia concepción ya no como mujer, sino como ser humano.
En un revelador giro descubrimos la naturaleza de Seligman (cuyo nombre no es más que una indicación, un indicio) y podemos llegar a comprender el motivo de esa visión más fría y analítica entorno a un relato tan visceral como el de Joe. donde las disquisiciones de ese personaje más allá de cobrar sentido, revelan una esencia propia y definen los límites de un carácter que en esta ocasión cobra entidad más allá de su propia concepción.
Sin perder su estructura episódica, el relato de Joe sigue allí donde lo habíamos dejado, con la relación entablada junto a Jerôme ofreciendo nuevos frutos y una nueva dimensión a lo hasta ahora narrado por la propia protagonista con ese vacío existencial que afirmaba padecer en los últimos compases de la primera parte. Un vacío que se nos manifiesta en una de las secuencias más bizarras del conjunto, que prácticamente inducen al espectador a salir escupido del film ante la enésima ocurrencia de von Trier, pero sin embargo preparan el terreno para uno de los fragmentos más interesantes de Nymphomaniac.
Es a partir de ahí cuando se comprende en realidad de donde procede esa extraña concepción que Joe tiene de si misma, promulgada por un hecho tan enigmático como relevante, y alentado quizá por las peripecias de la joven, que lejos de intentar encontrar un significante a esa idiosincrasia, lleva sus actuaciones hasta extremos consecuentes en esa situación, pero no alentadores. Una vez comprendido la procedencia de ese vacío, esas actuaciones emprenderán un camino todavía más complejo en la búsqueda de una emoción o, mejor dicho, una percepción que termine apartando esa extraña angustia.
Esa búsqueda y sus frutos devuelven a Joe a un camino que ya se había intuido con anterioridad pero que en esta ocasión se materializa. La negación, no tanto de lo que es sino de lo que supone para la sociedad, la lleva a una circunstancia que, dada la propia naturaleza de la protagonista, quedará bien pronto reducida, pero para su propia sorpresa se verá reflejada en uno de los últimos actos, donde las habilidades adquiridas servirán, por primera vez, para encontrar cierta estabilidad en el particular trayecto de la autodeclarada ninfómana, que no adicta al sexo.
Las analogías realizadas por Seligman vuelven a constituir buena parte del peso de Nymphomaniac, aunque en esta ocasión entendidas ya como un todo debido a la revelación realizada por él. Ello otorga un sentido distinto al film y lo que antes podían parecer retales engarzados para que Von Trier realizase sus singulares aportaciones, ahora se interpretan como una aportación al propio relato incluso por Joe, que incluso realiza apreciaciones acerca de esas relaciones establecidas por Seligman.
Quizá el periplo de Joe no resulte tan estimulante y rico en matices en esta segunda parte, dado que algunas de las conclusiones más sugerentes surgían de aquella primera parte, pero lo cierto es que no se podría tachar a Nymphomaniac y su conjunto de cuatro horas de duración (al menos, en el corte para salas) como excesiva en un metraje que sabe definir a la perfección cada arista de la obra, más allá de las escisiones realizadas por Von Trier, y que en Nymphomaniac. Volumen 2 vuelve a dejar fragmentos intensos y atronadores, como esos encuentros con K, o la relación con P, que logran completar una obra cuya última secuencia bien podría ser una especie de redención para su director en una obra que nos ha llevado durante cinco años a conocer el reverso más oscuro y extraño de un autor que, por si todavía no había quedado claro, es único.
Larga vida a la nueva carne.
Gran reseña.
Gracias! :)