La llegada de uno de los talentos más recientes del cine noruego a nuestras pantallas, bien merece un momento de atención más allá de la consabida reseña por su estreno, y es que aunque Noruega no sea un país del que conozcamos autores en exceso (más allá del ganador del Oscar, Petter Naess, o de otros cineastas más conocidos como Bent Hamer, Nils Gaup o Erik Skjoldbjærg, y de éxitos recientes como Kon Tiki y Headhunters), lo cierto es que destacar en una cinematografía como la Escandinava si que posee mayor mérito, en especial teniendo en cuenta que Oslo, 31 de agosto era la segunda obra de un Joachim Trier que pasó por Cannes con ella y empezó a recibir elogios mostrando un talento prematuro que ya había ofrecido buenas sensaciones años atrás, tanto con su cortometraje Procter, en el que ese análisis entorno al individuo adquiría tintes más sombríos, como en su ópera prima, una Reprise que pasamos a analizar a continuación.
Que Reprise era el incio de algo grande ya se podía entrever ojeando únicamente los galardones conseguidos por el trabajo de Trier: hasta tres premios —incluyendo Mejor película y director— en los Amanda Awards (algo así como los Goya noruegos), Mejor película en Estambul, Mejor dirección en Karlovy Vary y Discovery Award en Toronto, e incluso un galardón menor en el IFFR, todo ello sin contar la multitud de selecciones que le llevaron por medio mundo y culminarían con una nominación a los European Film Awards. Pero más allá de los premios, algo bastante común entre el buen cine de autor, lo que se empezaba a cocer en Reprise era mucho más importante que todo ello, y es que Trier conseguía impregnar el film de una identidad y un carácter fácilmente identificables y, en especial, muy personales, algo que uno puede constatar viendo Oslo, 31 de agosto.
En ella, el noruego nos cuenta la historia de dos escritores, Erik y Phillip, tratando diversas etapas de su vida, desde la publicación del primer libro del primero, hasta su internamiento y la particular relación de Erik con su novia. No obstante, en el caso de Reprise hablar sobre una sinopsis o trama sería un ejercicio baladí, pues Trier muestra una inclinación entorno a sus personajes que rebasa los límites del simple relato, del mero hecho de trazar conflictos y encontrar en ellos la senda adecuada para poder orientar las luces y sombras sobre esos personajes. Para ello, el autor de Procter se desprende de una narrativa al uso y alza como principal herramienta tanto el flashback como una voz en off que nos hace partícipe de los distintos estados por los que pasan tanto Erik como Phillip, pero siempre focalizando en las relaciones de ambos personajes tanto con su entorno como entre ellos.
El individuo es, de este modo, el punto de partida a través del cual poder dibujar tanto sus emociones como esa angustia vital que parece envolver siempre a sus protagonistas, en este caso centrada en Phillip, a quien interpretaba el actor que mejor ha sabido entender hasta ahora el cine de Trier, Anders Danielsen Lie. Además del trabajo del intérprete, cabe destacar también el buen hacer del elenco central de Reprise, otro de los puntos fuertes del cine de un autor que no únicamente tiene una mitad —refiriéndome a como complementa Danielsen Lie su cine—, sino dos, y es que la presencia del guionista Eskil Vogt se antoja imprescindible en los lienzos de Joachim Trier, lienzo en el que, finalmente, termina tomando un camino dispar y quizá no del todo satisfactorio en Reprise, aunque probablemente respuesta a ese universo repleto de claros y oscuros donde el gris también resulta un color necesario y, en cierto modo, perceptible.
Larga vida a la nueva carne.