En la película de Gonçalo Tocha se habla de torres (inexistentes) y cometas (de las que se cantan) y así de fácil se traza un título perfecto para este trabajo metacinéfilo, un trabajo documental donde se muestran con orgullo las costuras de su trabajo junto al fiel escudero-ingeniero de sonido Dídio Pestana.
En sus andanzas por Portugal muestran con orgullo y también algo de segundas comprensiones, como quien debe mirar dos veces al pasar para asegurarse de lo que ha visto, la ciudad de Guimarães, tierra de reyes, obispos y presidentes de la República en su gran día en que celebrar el nacimiento de una nación, el 24 de junio, fiesta mayor de la ciudad.
Lo que comienza mostrando una degeneración de la belleza de la ciudad, con su plaza principal mermada por los estilos arquitectónicos que ofrecen mayor comodidad a los viandantes y automóviles, sigue con hilarantes reflexiones fuera de cámara por los que graban y no quieren quedarse como meros espectadores, siempre interfiriendo en el contexto para cambiarlo a su antojo. Es una hilaridad reposada, una risa vaga que llega tarde, con la reflexión y reposo adecuado de lo que hemos visto, ya que no quiere epatar al espectador con su visionado y sí remover un pliegue de cinismo en el orgullo patrio de sus participantes.
Así es, en lo mundano radica todo fervor, y Tocha busca a las personas adecuadas y capta los momentos exactos (y su antes y después, que cortar cuando el invitado a hablar piensa que todo terminó hace perder toda espontaneidad) para restaurar la historia y creencias del pueblo. Conocemos leyendas de todo tipo, algunas inverosímiles, también piedras que seguramente, por estar siempre en un mismo lugar, muchos ni han sido capaces de preguntarse el porqué de su diferencia con las demás.
Su juego de imagen y sonido hace que todo gane en la plenitud de la palabra, un trabajo a cuatro manos donde tan protagonista es el guión, como la alcachofa de sonido, siempre presente buscando la ambientación perfecta. Aunque en un principio pueda parecer que Torres & Cometas (continuación de su premiada Es la Tierra, no la Luna) puede ser perfectamente olvidable, lo cierto es que algunas escenas quedan grabadas tanto en la retina como en la memoria. En cuanto a torres se refiere, un hombre clama por la construcción de la segunda torre para la Basílica de São Pedro, otro no entiende el porqué de tener una de vigilancia, perteneciente al antiguo muro que cubría la ciudad, de hecho, la única que se mantuvo viva, está integrada en las construcciones de la ciudad. Están los santos que tanto están presentes para que ancianitas lloren que parezca quemados como consiguen que deje de funcionar el sonido en un místico halo misterioso que turba más a unos que a otros.
¿Y qué me decís de la cometa? ese número musical que se abre paso entre humo donde unos jóvenes cantan los males de un profesor, es el espectáculo ante el gran cierre, el momento Excalibur donde el cine dentro de cine toma el mando totalmente y destruye cualquier seriedad posible, otorgando otras muchas cualidades a la imaginería de Tochas y sus amigos, los apasionados del lugar donde viven, que pueden defender incluso desde un teleférico. Es lo bueno de hablar de la cuna de toda una nación.