Carlos Bardem y Miguel Alcantud, actor y director de Diamantes negros, respectivamente, estuvieron presentando su película en los Cines Princesa el pasado lunes por la mañana. F. J. Guerrero entrevistó a ambos, siendo acompañado por Banafcheh Pérez en la conducción del encuentro con el hermano del oscarizado Javier Bardem.
B.P. ¿Cómo surge tu interés hacia este proyecto?
Me hicieron una propuesta para leer este guión. Yo no conocía a Carlos ni a Miguel, la verdad. Me sorprendió mucho el guión, me gustó mucho. Yo pienso que, de vez en cuando, los actores debemos permitirnos el lujo o el placer, siempre que podamos, de trabajar en proyectos que nos conmuevan. Yo entiendo que el cine es entretenimiento pero a mí el cine que más me interesa es el de cultura, el que retrata una realidad, la señala con el dedo, la muestra y la pone ahí para que, el que vea la película, la juzgue y la modifique en función. A todos nos gustaría creer que esta película servirá para que alguien reflexione sobre esto. Por lo menos, que se adopte una postura crítica o se tomen soluciones a este problema tan tremendo que se retrata.
B.P. Tienes una implicación muy fuerte en la vida cultural y social como actor. Estás muy presente en las manifestaciones. ¿Esto lo ves como un derecho, una obligación, una necesidad de denunciar?
Creo que es un derecho irrenunciable, aunque nos quieran convencer de que está de más hacerlo. Vamos a ver: yo no soy mi trabajo. Yo no soy un actor. Yo soy un ciudadano que trabajo de actor o que a veces trabajo de escritor. Pero a mí me importa, mucho más que el cine y mucho más que mi trabajo, el país y el mundo en el que vivo. El país donde se desarrolla mi existencia y la de la gente que me importa. A partir de esto, creo que es un derecho irrenunciable de todo ciudadano manifestarse y protestar contra lo que se crea que es injusto. Ahora nos lo quieren restringir. Hay veces que me dicen: esto te perjudicará profesionalmente. Supongo que sí. Pero a mí me interesa mucho más el Carlos Bardem ciudadano que el Carlos Bardem actor. A mí. Me interesa ejercer mis derechos siempre que pueda. Creo que eso no es lujo: es un derecho. Es una obligación. Es algo en lo que no podemos ni debemos renunciar.
F.J.G. Dentro de tus terrenos puramente interpretativos hemos visto que, en los últimos años, has elegido personajes muy diferentes entre ellos. En Solo quiero caminar, Celda 211, Alacrán Enamorado. Incluso llegando cambiar el acento, el idioma, la nacionalidad. ¿Esto es algo concienzudo para no encasillarte a ti mismo?
No, esto es que uno hace lo que le ofrecen. (Risas) La madre de la madre de mi madre ya era actriz, y en mi casa, de pequeñitos, aprendimos un dicho: dios mío, que lo que me ofrezcan sea bueno porque si es malo, lo voy a hacer igual. Los actores tenemos que trabajar para vivir. Esas campañas que nos hacen, donde dicen que somos todos unos subvencionados y que vivimos del cuento, son falsas. Es un colectivo y una profesión, por definición, inestable. Trabajador por cuenta ajena con un nivel de ocupación muy precario, y cuando te llegan proyectos intentas emocionarte con todo lo que te venga y hacerlo. En mi caso, como es lógico, necesito trabajar para vivir, como todo el mundo.
Tengo la suerte de tener una cara que es muy peculiar y parece ser que sirve para interpretar a todo tipo de latinos y latinoamericanos, y tengo cierta facilidad para trabajar otros acentos que no son el mío. Poco a poco, me han ido llegando proyectos de Latinoamérica, o en inglés, o proyectos americanos. Mi carrera, no por una decisión concienzuda, me ha ido llevando hacia allá. Ahora tengo por estrenar varias películas: una es mexicana; otras dos películas son en inglés: una con Benicio del Toro y Josh Hutcherson (Paradise Lost); otra con Stephen Dorff, David Strathairn y Alberto Ammann, que la rodamos en Perú (Oliver’s Deal).
Cada vez me llegan más cosas de allí y me alegro, de congratulo de ello porque, evidentemente, el panorama laboral aquí es muy complicado. Pero no se debe a una especial visión o inteligencia, ha venido dado así. He tenido la suerte, en concreto en el cine mexicano, de participar en películas que creo que están entre las mejores del cine mexicano de los últimos 10 o 15 años: La zona, Días de gracia, Gónzalez, que me ha servido para que me dieran, en el último festival de Morelia, el premio al Mejor Actor. Cine muy potente el que se hace en México.
B.P. ¿Estás satisfecho con el recorrido de Alacrán Enamorado?
Me hubiera gustado que hubiera funcionado mejor en taquilla, pero creo que es una película que tiene una vida muy larga. Es una película que le gusta a la gente que la ve y está funcionando bien a nivel de ventas internacionales. Funcionó muy bien en la plataforma de descargas legal. Creo que es una película que va a seguir viva y va a seguir dando alegrías. Luego, para mí, independientemente de todo eso, es una película que me ha dado muchas satisfacciones como actor. Es el papel más bonito que he interpretado nunca. Esto muy satisfecho de ese trabajo, no solo del mío sino del de todos en esta película, con un nivel interpretativo muy alto. Es una muy buena historia, así que creo que seguirá dando alegrías.
F.J.G. ¿Has pensado extender tu carrera como novelista?
Sí. Yo siempre tengo una cosa empezada. Lo que pasa es que soy muy asistemático: soy incapaz de escribir con una disciplina todos los días. Lo empiezo, lo dejo, lo vuelvo a retomar. Sé cuándo empiezo una novela pero nunca cuándo la acabo. Y se me van cruzando cosas por en medio, rodajes. Ahora estoy adaptando una novela mía: Buziana o el peso del alma, una historia sobre unos años en los que viví en Brasil y un lugar que conocí. La estoy adaptando con Everardo Gout, que es un director mexicano con el que trabajé en Días de gracia, para rodarla en inglés y que sea un producto internacional potente. En eso estoy ahora, con este trabajo de guión.
B.P. Si le tuvieras que pedir 3 deseos al cine, ¿cuáles serían?
Trabajo, trabajo y trabajo. No tengo más deseos. Cualquier otro deseo es consecuencia del trabajo.
Media hora más tarde, F. J. Guerrero charló con el director, Miguel Alcantud.
Como director, al afrontar un proyecto lejos del territorio español, fuera del país, ¿Cuál es la primera complicación, el primer obstáculo?
El primer obstáculo es el obvio: el cultural. El idioma, la manera de ser, la manera de hacer. Tuvimos la mala suerte de haber llegado a Mali justo en Ramadán, en pleno Agosto. Lo peor que puedes hacer si quieres ir a Mali, lo hicimos nosotros. Nacimos con esa vocación. El primer problema es el cultural; el segundo problema, o el segundo reto más que un problema, es hacer que no parezcas un europeo visitando Mali. Ese fue el reto que le planteé a todos los equipos que trabajamos: tenemos que ser invisibles. Y ser invisible en Mali es muy complicado. Invisibles a la hora de enseñar, a la hora de mostrar, a la hora de vestir, a la hora de hacer el arte. Queríamos no ofrecer nuestra visión sino intentar entender su visión.
¿Por qué Mali concretamente?
Porque yo conocía el país, ni más ni menos. Yo trabajé allí como cooperante y tenía unos ciertos conocidos o contactos por allí. La elección de Mali fue por eso. Podría haber escogido cualquier otro país y la historia habría sido la misma.
Te voy a hacer una pregunta peliaguda. El guión, el proyecto, la propuesta, tienen mucha sangre existencial tanto en cuanto la denuncia social es muy evidente durante la película. ¿La elección de Willy Toledo como uno de los actores, como uno de los colaboradores especiales, tenía que ver, de alguna forma, con su activismo, con su participación social?
No. Además, esta pregunta ya me la han hecho y no es peliaguda. Es casi una pregunta obvia, tanto por Willy como por Carlos. Los dos han significado mucho; igual Willy es más amigo de los micrófonos. Pero, realmente, yo estaba buscando actores que se ajustaran a los personajes que quería. Siempre haces una lista de varios y, si uno te falla, pasas al siguiente y así Producción gana tiempo. No todos son significativos o significados, en ese sentido. Me gustaba mucho la levedad de Willy a la hora de afrontar este ser maldito, si quieres decirlo así. (Risas) Este señor que se dedica a captar jóvenes y lo que menos le importa es precisamente lo que capta. La distancia que pone a todo lo que hace se basa en la levedad más absoluta. Me gustaba ese contrapunto casi cómico a esta cosa tan malvada que estaba haciendo. La elección de Carlos fue por una cuestión de peso. Carlos es un señor que te dice “voy a hacerte rico” y tú piensas: “pues este señor me va a hacer rico”. Carlos es un señor al que te crees por su planta, por su forma de hablar. Me encantaba eso. Y luego me gustaba mucho lo peleones que eran. Son actores que no son para nada dóciles y eso es algo que me encanta. Te discuten todo, te hacen crecer el proyecto. Conversas, creas una película con ellos. No solo los controlas como marionetas.
Precisamente en esto que comentas, la conversación y la dirección de actores propiamente dicha, respecto a los chicos de Mali: ¿cómo fue este proceso?
El proceso era totalmente distinto porque son unos chicos muy jóvenes, que no tienen experiencia audiovisual ni teatral ni nada por el estilo. Les gustan las chicas, jugar al fútbol y poco más. Y montar en moto. Pero no tienen nada de esto ni se les había pasado por la cabeza ser actores. Ahora quizás se planteen que es divertido ser actor pero antes, en la vida. Con ellos lo que hacía era un sistema de juegos. Diseñé un sistema de juegos porque es muy complicado: al no rodar en continuidad, ellos no sabían de dónde venían ni adónde iban, ni qué estaba pasando. Con lo cual, yo les planteaba juegos para que ellos jugaran con las emociones desde el juego, no desde las técnicas del actor ni de aquellas de introspección y búsqueda. Era muy divertido, cuando se juntaban actores profesionales y estos chicos, porque tenías que ir jugando mitad y mitad. Tenían que adaptarse todos a lo que hacía el otro y provocaba mucha realidad porque, en gran medida, desconcertaba a los actores profesionales. No siempre se ceñían a lo que tenían que hacer.
¿Podríamos decir que, dentro de tu carrera como cineasta o realizador, aquí es donde más retos has encontrado?
Sí. Con muchísimo, ha sido la película más complicada en todos los sentidos. En cuanto a dirección de actores, puesta en escena, en cuanto a todo. Sí, creo que ha sido el más complicado.
¿Reescrituras de guión?
¿Mil? (Risas) Yo tenía una primera versión de guión, con la que fui trabajando. Luego empecé a trabajar con el productor. Siempre está bien tener un espejo en el que mirarte y con quien pelearte. Yo soy muy peleón, me gusta mucho tener contrincantes. Una vez que llegamos a un acuerdo él y yo, la siguiente reescritura era la obvia: llegar a Mali e involucrar a todos los actores en esa reescritura en busca de la honestidad. Hacíamos lecturas. Ellos me hacían ver: esto jamás lo haría o jamás lo diría así una persona de Mali. Hay situaciones enteras que saltaron del guión o que cambiaron y hay otras cosas que entraron bien. Así íbamos discutiendo continuamente. Cuando los chicos vinieron a España, que era la primera vez que salían de Mali, la primera vez que viajaban en avión, la primera vez que se enfrentaban a unas escaleras mecánicas o que veían el mar, había una serie de cosas que hacían que el guión se actualizara intentando ver Europa desde sus ojos, no desde los míos.
En cuanto a la filmación, a la realización en sí, ¿llegaste a pensar en un estilo más documental que ficcional en un principio?
Sí, pero queríamos huir del falso documental porque queríamos alejarnos del documental que pudiera ofrecer una imagen muy directa. No nos interesaban los artificios. De hecho, hay un par de secuencias que han saltado del montaje final por ser demasiado bonitas. Curiosamente. Había un par, de las que estaba enamorado, que me ha dolido en el alma tener que sacar, pero eran artificiosas. Se veía la técnica y yo quería que la misma no se viera en ningún sentido. Quería que fuera invisible para que no plantearas que hay una realización detrás. Muchas veces, es mucho más complicado eso.
¿Qué es lo que más te ha enriquecido de este proyecto?
Yo creo que el conjunto, más que una sola cosa. Tener que investigar nuevos métodos de dirección de actores que no existen en ningún manual, en ningún libro sobre cursos actorales que haya podido leer o haya podido ver. De pronto, tener que inventarte un modelo nuevo me ha enriquecido mucho por las horas que he invertido para ello. Pero ha sido todo. Este modo de realizar, de afrontar el proyecto, viniendo de otros más comerciales. He hecho thriller, he hecho televisión, he hecho alguna película experimental también. Intento buscar y encontrar cuál es el lenguaje de cada película.
Te pregunto de director a director: ¿cuál fue la mayor anécdota del rodaje y cuál fue el momento en que dijiste “Tierra, trágame. No puedo más”?
Los momentos más extremos fueron en Mali. Trabajas sin infraestructura, trabajas sin red. Es un país que ha perdido hace muchos años la capacidad de prever, con lo cual preparar allí una película es un infierno. Primero, porque todo lo que tienes se te va a caer seguro. Y segundo, porque siempre hay algo que te salva cuando estás al borde del abismo, porque están acostumbrados a sobrevivir. Con lo cual, todo lo que has aprendido antes tienes que tirarlo y acabas yendo a pecho descubierto.
¿La anécdota más curiosa? Hay una secuencia, cuando la madre está hablando con el comerciante para que le deje dinero y así poder viajar su hijo a Europa, que comienza a la mitad de la misma. Se supone que ya llevan hablando un rato. Empieza en un no la secuencia. En un no puedo. Cuando hacía los ensayos, notaba que hablaban 30 o 40 segundos antes de decir lo primero que yo identificaba como un no. De las cinco palabras del idioma que conocía, el no lo tenía clarísimo. Ellos decían: hola, ¿qué tal? ¿Cómo va la familia? ¿Has dormido bien esta noche? Yo muy bien, ¿y tú? Dame dinero para mi hijo. No. Y yo les decía: la secuencia empieza en el no. La repetían y lo volvían a hacer igual. Desde mi punto de vista de colonizador occidental, yo les decía que no lo entendían. Y ellos me decían: no, no nos entiendes tú. Nosotros somos muy educados y tenemos que saludarnos.
Aunque luego vayan a entrar en una confrontación…
Sí, aunque no esté en la secuencia, ellos se tienen que saludar. Si empiezan una conversación, no pueden tomarla por la mitad. Tienen que empezar desde el principio, y además no son actores. Con lo cual, tuve que adaptarme para que pudieras saludarse adecuadamente.
Finalmente: ¿crees que la presencia de Guillermo Toledo y Carlos Bardem puede ser un superávit o un aliciente para el público de masas? ¿Nos puedes desvelar tus próximos proyectos?
Es complicado de saber. Creo que en España ya no existe prácticamente ningún actor que sea un aliciente comercial. El último podría ser Mario Casas, y ni siquiera es una garantía de todo. Véase La mula. Creo que no existe un aliciente en forma de cara de actor que te vaya a meter gente en el cine. Ahora bien, son actores muy conocidos porque son muy buenos. Eso suma y sí puede hacer que vaya más gente al cine porque la película la hacen mejor.
¿Te puedo adelantar algo de mis próximos proyectos? Complicado. Me encantaría decirte: ¡sí, tengo un contrato firmado con no sé quién! Pero no lo tengo. Tengo un par de proyectos que estoy moviendo: una película más social en Sudamérica y un proyecto de cine absolutamente comercial en Europa pero ninguno de los dos termina de conseguir la financiación. Estoy esperando que uno de los dos se dispare para enfocarme al 100% en ese. Pero ahora mismo no tengo nada seguro que pueda decir. Ya me gustaría.