El documentalista francés Yves Montmayeur lleva años acercando a la televisión la figura de diferentes personalidades del mundo del celuloide, como la del espléndido director de fotografía Christopher Doyle, la de Miyazaki, la de Juliette Binoche, la de Johnnie To, o el cine coreano contemporáneo en general. Ahora, con Michael H. se centra en la influyente figura de Michael Haneke, que a lo largo de su extensa carrera como director de cine ha puesto énfasis en hacer sentir incómodo al espectador, transformando la cotidianeidad en un tortuoso camino, e indagando en la conciencia de la audiencia mientras lanza multitud de cuestiones que requieren de su participación activa. Un autor que ha creado escuela en Europa en las últimas décadas con su frío y seco estilo utilizado para diseccionar el comportamiento humano.
La cinta arranca con la escena más impactante de El vídeo de Benny, para a continuación mostrar a Haneke con su esplendorosa barba blanca mientras se cepilla los dientes en la intimidad de su hogar. La cámara le acompaña en su tránsito por un pasillo oscuro e inundado, mientras grita acongojado, en estado de shock, por temor a la presencia de un desconocido con malas intenciones; una secuencia que remite claramente al sueño que tiene lugar en Amor A partir de ese momento, el documental se adentra en el universo Haneke a través de su propia visión, la de sus actores, filmaciones inéditas y fragmentos de todas sus películas (excepto de Funny games U.S.) que son presentadas a la inversa cronológicamente, desde Amor a El séptimo continente, aunque en la parte final las anotaciones e imágenes sobre sus tres primeros filmes son casi testimoniales. También hay espacio para mostrar su función como profesor de dirección en la Academia de Cine de Viena que lleva ejerciendo desde el año 2002, intentando transmitir a sus alumnos sus conocimientos del medio, centrándose básicamente en la dirección de actores, mediante unos exigentes métodos, similares a los utilizados con los actores en sus películas.
Tras un par de preguntas, de ésas a las que no le gusta contestar, Haneke se hace con las riendas del documental y empieza a realizar todo tipo de elucubraciones sobre su cine sin atender demasiado a lo que se le cuestiona, como si se tratase de una película suya. El director austriaco siempre ha rechazado intentar dar una interpretación a sus películas para no influir en el espectador, pero aquí no tiene problemas en contextualizar sobre ellas con la intención de encontrar la esencia de su obra, aunque continúa sin dejar ningún indicio de las motivaciones que le llevan a mostrar unas historias con un componente tan oscuro. De todos modos, sería un poco absurdo que un director que huye de dar explicaciones psicológicas sobre los actos de sus personajes en sus filmes lo hiciese con su propia persona. El director de Funny Games proclama que sólo intenta aproximarse a la realidad, a la observación de ésta, y que para ello intenta tomarse en serio al espectador; algo no muy habitual en las producciones de Hollywood. Según sus palabras, la elección de los temas en sus filmes sirve a modo de terapia personal para contrarrestar el miedo ante diferentes situaciones. También afirma algo evidente, que sus películas no tienen lugar porque posea una imaginación desbordante, sino gracias a la metódica observación de la realidad.
La cinta presenta a un Haneke más simpático y cercano que la impresión que dejan sus películas y las entrevistas que suele conceder, aunque sigue sin librarse de la imagen de pedagogo humanista que transita por encima del bien y del mal. El momento más divertido llega cuando afirma que no le quita el sueño el reconocimiento a través de los premios, y se conforma con poder obtener una mejor pieza de carne cuando va a comprar a la carnicería. Tampoco tiene desperdicio la parte en la que comenta una oferta que le llegó desde Estados Unidos para realizar una película con escasez de diálogos, protagonizada por unos osos en la jungla, que lógicamente rechazó. Sin embargo, no hay ninguna alusión hacia aquella absurda versión americana de Funny Games. Una pena, porque era el lugar perfecto para explicar las oscuras motivaciones que le llevaron a realizar un calco plano a plano con diferentes actores, en un remake que dejó una clara sensación de tomadura de pelo hacia los productores y los espectadores que habían visto la versión original y pasaron por caja.
Michael H. es un documental de corte «spoileador», realizado especialmente para ser degustado por incondicionales que hayan visto toda la obra de Haneke, ya que está plagado de algunas de las secuencias más impactantes y claves de su filmografía. Montmayeur no pone demasiado interés en seducir a los menos iniciados en la filmografía del austriaco y se queda en un condescendiente homenaje que deleitará a sus seguidores por los pequeños detalles del proceso creativo de sus filmes y por la citada presencia constante de fragmentos de sus películas. Los comentarios de Emmanuelle Riva, Juliette Binoche, Isabelle Huppert y Jean-Louis Trintignant sólo buscan acercarse al lado amable de la visión de la figura del austriaco, a pesar de que todos dejan claro que, como era de esperar, es un director que siempre coloca a éstos en una encrucijada, explorando sus límites; además de controlar enfermizamente todos los detalles del filme. Entre estas observaciones destaca la simpática Isabelle Huppert, que desconcierta al hablar del constante sentido del humor que impregna el austriaco a sus películas; un tono cómico que un servidor sólo puede ver en algunas escenas macabras de Funny games y La pianista; pero que suele brillar por su ausencia en el áspero proceder del director austriaco.
Montmayeur centra todo el interés de su austero e instructivo documental en señalar las funciones y las responsabilidades inherentes a la función de un director de cine. Sin embargo, pese a la naturalidad pretendida en todo momento, hay situaciones que se notan claramente impostadas y que solamente parecen acontecer debido a la presencia de la cámara, como suele suceder en la mayoría de los documentos de esta naturaleza.