En 1972 la Guerra de Vietnam se encontraba en su punto más álgido y cruento, casi definitivo. La televisión por primera vez en la historia había mostrado en primer plano y con todo detalle de imágenes la crudeza, las violaciones de los derechos humanos y la crueldad de una Guerra. Las escenas gore insertadas en la más intensa realidad cambiaron la forma de tratar la violencia de la sociedad americana y por tanto también del cine. El tan aclamado en tiempos pretéritos heroísmo no era suficiente para apaciguar el horror, las mutilaciones y los actos para nada heroicos que cada día acompañaban a los estadounidenses a la hora de comer. Los hippies ya no estaban de moda. La imagen que ciertos grupos de presión ligados al gobierno habían conseguido reflejar de los psicodélicos hippies, también unido al carácter descerebrado, indolente y de viva la vida de buena parte de las comunas del ‹flower power›, había hecho caer bajo mínimos el prestigio de esta icónica tribu, la cual quedó reducida a una caricatura compuesta por pacifistas, drogadictos y adoradores del LSD. El ejército estadounidense se retiraría de Vietnam tras la firma de los acuerdos de paz de París en 1973. Por tanto el año de filmación de esta grandísima obra de culto del cine de terror (y de crítica social) estadounidense aún se hallaba de rabiosa actualidad el debate interno alrededor de la Guerra de Vietnam.
Este hecho convierte a Crimen en la noche en una de las cintas más valientes de la historia del cine americano puesto que fue la primera película que se atrevió a denunciar las terribles consecuencias que la guerra provocaría en toda una generación de jóvenes americanos justo en el mismo momento en el que el conflicto armado se encontraba en una encrucijada, es decir, aún se desconocía que depararía el futuro a nivel político y social. Las grandes películas críticas con la Guerra de Vietnam, entre otras Platoon, Nacido el cuatro de Julio, El cazador, La chaqueta metálica, La colina de la hamburguesa, Acorralado o Corazones de hierro partían con la ventaja de conocer el posicionamiento mayoritario de la población estadounidense una vez pasada una década del final de la aberración. Bob Clark y su guionista Alan Ormsby se atrevieron a censurar a la clase media estadounidense de principios de los setenta, o lo que es lo mismo, aquellas familias a las que el presidente Richard Nixon denominó la mayoría silenciosa presuntamente a favor de la participación estadounidense en el conflicto, construyendo una cinta de terror amarga, novedosa, profundamente crítica y desesperanzadora. Lo que más me gusta de la película es que su posicionamiento crítico lo establece no desde el drama o la sátira, instrumentos típicos empleados por los autores para verter su mala leche en contra de las injusticias, sino desde el cine fantástico, un hecho éste tremendamente provocador para mentes adoctrinadas acostumbradas a los convencionalismos aceptados y establecidos por esa mayoría silenciosa que presumía conocer Nixon.
Crimen en la noche es una inteligente metáfora acerca de las funestas secuelas que la Guerra de Vietnam induciría en toda una generación de jóvenes estadounidenses. Esta metáfora se camufla bajo el revestimiento de una cinta de terror del subgénero de ‹zombies›, que tan de moda se puso a finales de los sesenta tras el estreno de la legendaria cinta dirigida por George A. Romero La noche de los muertos vivientes, film del que igualmente brotaba una sentida crítica acerca del racismo y la indolencia de la sociedad americana. Narra la historia de Andy Brooks, uno de esos jóvenes que acudieron a la llamada del Tío Sam para luchar en contra de un enemigo desconocido. Andy perece en una de las múltiples batallas nocturnas sin sentido llevadas a cabo en territorio vietnamita (escalofriante es la voz que clama, tras la escena del fallecimiento en la guerra, el retorno de Andy a casa). Su familia, clara representación de la clase media americana católica y conservadora moradora de los barrios residenciales de las pequeñas ciudades dormitorio situadas en la periferia de las grandes urbes estadounidenses, recibe la noticia del fallecimiento de Andy una noche mientras estaban cenando. La familia está compuesta por Charles (el padre que es el típico contribuyente al que le gusta la tranquilidad y huye de los problemas), Christine (una ultra protectora y perturbada madre a la que la marcha de su hijo a la guerra ha trastornado la mente) y Cathy (la cariñosa y responsable hermana de Andy).
Sin embargo, pocas horas después de la amarga noticia, Andy se presenta en casa. La alegría inicial de sus familiares se torna en preocupación tras contemplar que Andy ya no es el chico alegre y esperanzado que marchó a la guerra. Es un ser triste, poco hablador, sociópata e introvertido que apenas come ni bebe y al que le gusta estar solo en su habitación balanceándose en una siniestra mecedora. Su comportamiento se asemeja más al de un muerto viviente que al de un ser humano, sospechas que se acrecientan en Charles cuando contempla como Andy mata a sangre fría al querido perro de la familia. Este extraño comportamiento alerta a Charles de que algo no marcha bien, sobre todo cuando unido con el retorno de Andy empiezan a acontecer una serie de siniestros asesinatos, como el de un camionero brutalmente degollado la misma noche que Andy apareció en casa y que al parecer recogió a un autoestopista uniformado de militar y el del médico Philip Allman el cual sucede tras visitar el doctor a Andy para revisar su estado de salud.
Pese a los temores de Charles, tanto Christine como Cathy confían en la recuperación de Andy. Por ello acordarán que Andy se re encuentre con su ex novia. El frío re encuentro culminará en un autocine en el que Andy, sediento de la sangre que necesita para poder subsistir, dejará ver su verdadero y monstruoso rostro deformado por la falta de alimento sanguíneo e iniciará una desesperada huida en la que no dudará en llevarse por delante a todo bicho viviente que se cruce en su camino.
Un hecho distintivo de la cinta consiste en dibujar al ‹zombie› protagonista desde un retrato cercano y muy humano. Como algún compañero ha comentado, Andy es el ‹zombie› más ‹cool› de la historia del cine. Perfectamente aseado, con un peinado moderno, ataviado con unas elegantes gafas de sol y carente de signos de putrefacción en su cara (signos que se retrasan hasta el final de la película), Andy es el prototipo de adolescente tímido y perdedor que habita las películas de adolescentes americanas. Del mismo modo el guión trata de manera muy inteligente el tema de la drogadicción mostrando simbólicamente la necesidad de inyección de sangre que Andy precisa para sobrevivir como una especie de calma del mono que el drogadicto sufre ante la ausencia de su dosis de droga diaria. Parece que tanto Clark como Ormsby quisieron reflejar la adicción a las drogas que conllevó la Guerra del Vietnam para buena parte de los veteranos de guerra de esta manera tan sutil y perspicaz.
Crimen en la noche es una película seminal e imprescindible para comprender el cine de terror de los ochenta. Todos los componentes integrantes del cine de género americano de los ochenta está presente en la cinta de Bob Clark: un incipiente gore adornado por el látex del gran Tom Savini, la ubicación de la historia en un pequeño barrio residencial con sus autocines y restaurantes de carretera, el humor negro y desenfadado que oxigena la dureza de las imágenes, la presencia del recurso de la intriga para hacer correr con dinamismo la trama, el hecho de otorgar el protagonismo a un adolescente acomplejado y asfixiado por el férreo control familiar, la presencia de personajes secundarios tremendamente divertidos cuya presencia sin ser necesaria para el desarrollo de la historia si que ayuda a dibujar un pequeño microcosmos de la sociedad americana y por último la cinta presenta un ritmo trepidante, moderno y entretenido, elemento éste indispensable en toda buena cinta de terror ochentero.
Sirva esta reseña para reivindicar el trabajo de Bob Clark, director a menudo vilipendiado por la crítica la cual le achaca su falta de contención y un gusto por lo grotesco y lo excesivo que espanta a los más sesudos de la profesión. Director de culto para los onanistas de medio mundo como padre de la saga Porky’s y gran director de cine de género (fantásticas son sus aportaciones en las geniales Navidades negras y Asesinato por decreto) la crítica únicamente parece alabar su trabajo en Historias de Navidad. Un simple vistazo a su filmografía basta para demostrar que Clark fue uno de los grandes talentos del cine de entretenimiento surgidos en los años setenta. Tristemente desaparecido en 2007 tras sufrir un accidente de tráfico, Crimen en la noche es un perfecto ejemplo del arte de Clark, un cineasta más complejo y crítico de lo que a simple vista se presupone.
Todo modo de amor al cine.
Gracias, Rubén, por acercarme este clçasico que no conocía y ahora quiero ver.
Gracias a ti! Es un pequeño clásico del cine fantástico de los setenta a reivindicar por su excelente guión y por su carácter seminal en lo que respecta al maquillaje y efectos especiales (creo que fue el primer o segundo trabajo del mítico Tom Savini, con eso se dice todo). Lo que me fascina es su modernidad y su sentido crítico. Si no fuera por el hecho de que conocemos que se filmó en 1972 pasaría por una película de los años ochenta, tanto por su fotografía como por su ritmo y narrativa. Espero que te guste y aumente el número de fans de este clásico del cine de terror que merece un puesto más arriba entre las preferencias de los fans del género. Un abrazo!