Parece que la animación española no posee bastante rédito suficiente entre nuestras fronteras, o ello podemos inferir cuando al desplazarse Tadeo Jones a Perú para iniciar su particular aventura, un oportuno mapa lo sitúa al otro lado del charco, nada más y nada menos que en los Estados Unidos. A través de ese ligero pero concluyente detalle llegamos a la deducción que o bien los héroes nacionales no tienen tirada aquí o bien hay una necesaria apertura del mercado para que Las aventuras de Tadeo Jones dé el rendimiento como para recuperar la inversión.
De todos modos, no es necesario remitirse a ese detalle para darse cuenta de que los esquemas del cine norteamericano siguen teniendo tirón, algo que ya nos advierte su prólogo rememorando aquella fantástica introducción de Toy Story 3, y que continuaremos divisando durante los siguientes noventa minutos en cantidad de particularidades que probablemente alejen al film de Enrique Gato de mayores virtudes como hubiese podido ser ese jugueteo en clave paródica o irónica a que induce un personaje como el de Tadeo Jones. Y es que si bien es cierto que el hecho de que sea un simple albañil enfrascado en una aventura en la que podría verse inmerso su homólogo Indiana Jones le da un relativo aire a ese enfoque, nunca se terminan de aprovechar realmente las posibilidades de un trabajo donde se prefieren trabajar otras bazas en lo que concierne a su parte romántica.
No es de extrañar, pues, que Las aventuras de Tadeo Jones pueda sentirse en determinados momentos como un ‹déjà vu› en el que incluso los diálogos caen en la repetición en alguna que otra ocasión; repetición de términos, clichés y sempiternas frases de postín que ya hemos oído demasiadas veces como para que ahora, y en una cinta cuyo carácter se antojaba más descocado que en otros trabajos patrios similares en el campo de la animación, fuesen a funcionar tras tanto tiempo oyéndolas.
Es, no obstante, en su faceta cómica donde quizá gana enteros esta cinta de animación, pues aunque entre su reguero de personajes secundarios nos topemos con topicazos que uno conoce como la palma de su mano, hay que admitir que funciona a la perfección su incorporación para dar ligereza a un conjunto al que le sientan de maravilla esas ingenias pero bien medidas apariciones; de hecho, podría decirse incluso que le confieren otro tono a una película que, entre huida y huida quizá necesita dar un poco de descanso a una trama que por suerte tampoco se recrea excesivamente con los momentos de acción ni intenta esconder sus defectos rebozando el film con rimbombantes persecuciones.
También cabe destacar un sentido del ritmo adecuado para unas aventuras que a nivel técnico no dejan demasiado que desear, e incluso en algún alarde se permiten reproducir lugares emblemáticos como Machu Picchu o las líneas de Nazca con verdadero trazo, y que complementan a la perfección un trabajo que, si bien es cierto que posee carencias más que palpables, nunca pierde el norte y siempre encuentra un desarrollo que no se encuentra ni por encima, ni por debajo de sus posibilidades, haciendo así de Las aventuras de Tadeo Jones una de esas cintas simpáticas que quizá poco tenga que hacer en taquilla contra dos mastodontes como Piratas! o Brave, pero a buen seguro alegrará la tarde del espectador que decida acercarse a verla. Esto puede suceder por la versatilidad de una trama que siempre encuentra cómo reformular la esencia de una propuesta tan menor como agradable, o por un buen puñado de personajes que, aun con sus taras (podría achacarse aquí cierta falta de carisma en su protagonista), consiguen hacer del debut en largo de Enrique Gato uno de esos rincones en los que pasar poco menos de hora y media no se antoja tan complicado como lo fue en pasadas citas con el cine de animación español.
Larga vida a la nueva carne.