La buena letra (Celia Rico Clavellino)

La buena letra llega a las salas de cine el miércoles 30 de abril en el estreno adelantado de esta semana, después de su paso por el Festival de Málaga donde se llevó una Mención especial del Jurado. Una historia ambientada en el contexto de la posguerra española en un pueblo valenciano basada en la novela homónima de Rafael Chirbes y rodada en diversas localizaciones de la Comunidad Valenciana.

La película de Celia Rico Clavellino se sumerge en los peores años de la historia contemporánea de nuestro país, pero lo hace de forma indirecta, acudiendo a la intimidad de los espacios interiores de los perdedores. Aquellos que sufrieron las consecuencias políticas y represión en un país lacerado que surgía a duras penas de sus cenizas. La directora se detiene en Ana y Tomás, su hija y la abuela. Un núcleo familiar donde sus miembros se mantienen en pie soportando salarios paupérrimos, humillaciones fuera de casa o levantando la economía y subsistencia de un hogar maltrecho que quiere avanzar con una resistencia enmudecida. Familia que podría extrapolarse a otras muchas que malvivieron entre ruinas, miseria, hambrunas y sometimiento.

En La buena letra, la voz es más bien femenina. Tributo a esas mujeres que cargaron un lastre demasiado pesado mientras sus hombres iban a la guerra y regresaban distintos, no volvían o tenían que huir como maquis. En este caso son voces hundidas en el silencio, en la repetición callada del día a día, de no querer o poder opinar, de disimular antes las nuevas generaciones mientras se consumían. Ana representa a muchas mujeres que apuntalaron sus hogares como pudieron. Cocinando unas cáscaras de naranja, haciendo pucheros que sabían a gloria, comprando achicoria en vez de café, remendando, cosiendo y limpiando bajo un anonimato humilde que nunca obtendría la gloria, pero cimentó una generación con una impronta indeleble.

La directora plantea las causas del sufrimiento pasado y presente en fuera de campo, nos interpela para imaginar lo que ya sabemos, o intuimos por los personajes que circulan por la historia. Lo hace de forma muy austera, con un despojamiento menos habitual en esta temática tan recurrente en el cine español. Quizá ese prescindir tan buscado de lo sentimental, de reducir a un ámbito íntimo y la ausencia de garra en las escenas y acontecimientos provoque que las virtudes del inicio hagan tambalear lo dramático y la emoción que debería despertarnos. Lo exento, la excesiva sobriedad de su propuesta y una linealidad dramática terminan por separarte de esa atonía que se hace notable hasta lo abrupto de su final. Un cierto hieratismo en la interpretación de Loreto Mauleón, provista de una contención que roza la frialdad, no ayuda a captarte del todo. Su mutismo, su parquedad de palabras encierra mucho, pero termina por volverse en contra del personaje.

Las heridas sin cerrar subyacen con la vuelta de Antonio, el hermano de Tomás, que huyó y vuelve inesperadamente, mientras su cuñada inventaba numerosas cartas imitando su letra para que su madre pensara que no estaba muerto y que vivía en el extranjero.

Ana es generosa, abnegada, ese modelo de mujer que nunca llamaría la atención, que sufrió el cercenamiento de cualquier avance social anterior, estando sometida a doctrinas del nacionalcatolicismo sin pestañear. Mujeres que padecieron como un sino también el machismo de una sociedad sombría donde el aire fresco de personajes femeninos surgidos de repente no era bienvenido. El desarrollo de la historia con la aparición de Isabel hace que todo se tambalee, aunque este personaje quede algo desdibujado, ambiguo para lo que significaría su presencia, la polaridad respecto a Ana y el avance de la obra.

La película tiene aspectos remarcables en sus formas visuales, como la penumbra constante de los numerosos interiores, los encuadres de los personajes a menudo enmarcados por puertas, habitáculos estrechos que subrayan su estado mental, la presión a que están expuestos (sobre todo los femeninos). La ausencia casi de exteriores contribuye a ese aire claustrofóbico que domina el metraje, la presión por las traiciones que se suceden, las derivas ideológicas por la supervivencia y la angustia por la insatisfacción y reconocimiento tardío.

Como remarcable también es el homenaje a las mujeres de esa generación que aguantaron embates y los soportaron mientras entristecían, disimulaban su decepción y envejecían con su sacrificio discreto, adoptando un mutismo que escondía deseos de existencias y proyectos vitales diferentes que nunca llegarían. Historias femeninas presas del desengaño y desconocidas que Chirbes con su novela, y Rico con esta película, sacan de su anonimato para darles voz.

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