Telaraña (Jack Clark, Jim Weir)

Nadie dijo que ver una película siempre sea algo fácil o disfrutable. En ocasiones una película puede agudizar tus sentidos de una forma alarmante, concibiendo una complejidad capaz de anular todas las vías de conexión con el espectador y que esa repulsa que genera sea una forma de diagnosticar su verdadera habilidad para narrar y convencernos de su tono agrio. Telaraña es una de esas películas.

Sí, Jack Clark y Jim Weir son debutantes, pero han sabido compatibilizar ideas para convertirse en un tándem eficaz, uno peligroso. Telaraña tiene todo lo que ofrece su título —el original es Birdeater que proviene de la araña Goliat, un bicho gigante que realmente por su tamaño podría alimentarse de pájaros—, pues todos y cada uno de sus personajes están atrapados por una red comunal donde, en realidad, es difícil convencerse de quién se alimenta de quién. Este tejido sinuoso nace en su inicio de las metódicas interacciones entre la joven pareja protagonista. Louie e Irene repiten constantemente momentos en el que ella le mira con esos enormes ojos como si fuese dependiente de él, mientras él sale de casa para pasar un rato distendido. Ella es el regalo complaciente que siempre está ahí, mientras él parece el salvador sin espada que la apoya incondicionalmente. En ese aura de relación feliz y soportable en la que ambientalmente no todo parece encajar a la perfección nos sumen los directores a través de la repetición para llevarnos a su lado más salvaje.

Louie tiene la oportunidad de celebrar su despedida de soltero con sus amigos de toda la vida, también con aquellos que conoce de la universidad, algo que deciden hacer en mitad del bosque, alejados de todo y de todos, donde esos amigos, conocidos y extraños están dispuestos a disfrutar de la noche más loca de sus vidas. Se habla mucho de la sinceridad de borrachos y de niños pero, ¿en qué términos nos movemos frente a los drogados? ¿Es el descontrol absoluto de tus constantes vitales motivo de sinceridad o de algo mucho más determinante?

Clark y Weir se aprovechan de la soledad física y emocional de los presentes para que una noche de celebración se convierta en el lugar más oscuro y recóndito de la mente humana. Una vez terminada la película es difícil no relacionarla con el terror pese a que se trate simplemente de un thriller muy bien armado donde la toxicidad en las relaciones, tanto de amistad como amorosas, es la más absoluta protagonista. Y lo es porque no hay forma de conectar realmente con ninguno de sus personajes, pero tampoco existe la posibilidad de escapar de esta rueda paranoica que se va construyendo poco a poco, donde no caen realmente caretas, simplemente las difuminadas figuras que nos presentan en un inicio van volviéndose más nítidas tal y como va avanzando la noche. No es baladí que al inicio de la película aparezca algo borroso en una pared el póster de la mítica película ‹aussie› Despertar en el infierno (Wake in Fright, 1971), los directores beben de algunas de sus ideas y conforman una radiografía del fuero interno de sus protagonistas a pequeñas pinceladas, esas que vistas a distancia y en conjunto dejan un retrato más que claro de aquello que uno ni siquiera es capaz de controlar y que tan bien le termina definiendo.

Telaraña ya no es una simple punzada, es un puñetazo que te doblega. Tiene la virtud de aferrarte a una historia en la que aparentemente no ocurre nada, pero que en suma es un despropósito que no llega a ofrecernos una apología de la maldad, simplemente la expone como algo que empasta fríamente con la propia naturaleza. Los excesos conviven con ciertas artimañas y una hostilidad creciente que es capaz de poner a cada uno de los presentes en su lugar, uno inesperado y locuaz, donde realmente no pesa el no ser capaz de congeniar con sus tramas, es algo totalmente necesario para celebrar con ellos este posible fin del mundo camuflado como una despedida de soltero. Hay que verla pero no entenderla explícitamente —o acaso siempre comprendes lo que sucede a tu alrededor cada día—, pues Telaraña es una de esas películas en las que te quedas atrapada mucho tiempo tras sus créditos finales. El amor, no importa de qué tipo, puede ser más que asfixiante.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *