Exhuma (Jang Jae-hyun)

Avalada por un gran éxito de crítica y público y galardonada con el premio especial del jurado en la pasada edición del festival de Sitges, Exhuma, thriller sobrenatural del surcoreano Jang Jae-hyun, prometía ser un soplo de aire fresco dentro del anquilosado panorama del cine de terror occidental. El resultado, sin embargo, no termina de ser satisfactorio. Es cierto que durante su primera hora de metraje su director logra crear una intriga atravesada de signos ominosos e imágenes sugestivas, pero a partir de ahí la cinta sufre para mantener nuestro interés, enredándose en una trama en la que elementos históricos y legendarios se combinan de forma un tanto confusa (al menos a ojos de un espectador poco ducho en la historia de Corea), excediéndose además claramente en su duración, hasta el punto de tornarse algo pesada y reiterativa. Es esta descompensación general la que frustra su enorme potencial, ya que tanto la solidez de su ejecución como la brillantez de varios de sus apartados (especialmente la fotografía, que ayuda a potenciar esa riqueza atmosférica tan llamativa sobre todo en la escena del descubrimiento de la tumba sin nombre) hacían de ella una pieza destacada dentro del fantástico llegado de Oriente.

Como ya hiciera en su momento El extraño (Goksung, 2016) o más recientemente la tailandesa The Medium (2021), Exhuma explora y explota el folclore local y una sensibilidad cultural muy específica para dar forma a un cine de terror que, sin renunciar a formas y modos propios del cine comercial anglosajón (el ritmo ágil, cierta pirotecnia visual sobre todo en su último tercio), intenta encontrar una voz propia dentro del género. Pero, desafortunadamente, ni posee el magnetismo de la película de Na Hong-jin, ni tampoco el gusto por el desquiciamiento sangriento de la de Banjong Pisanthanakun. Lo que sí tiene es una historia que, partiendo del lugar común, esto es, la profanación de un espacio maldito, se ramifica luego en una trama en la que se examinan las heridas del pasado de la nación, desde la invasión de Japón a la separación de las dos Coreas, todo ello teñido con ritos, leyendas y supersticiones no solo propias del país, sino también del acervo cultural y mitológico japonés (la presencia imponente del Oni, encarnado en un sangriento guerrero del Japón feudal que tanto peso tiene en el desenlace).

A ojos de un espectador profano en la cultura y la religión orientales, Exhuma resulta a veces fascinante: el detalle con el que se exponen cuestiones relativas al ‹feng shui›, la geomancia, la limpieza espiritual o los ritos funerarios ofrece no pocas escenas interesantes, dominadas por cánticos, mantras y danzas ceremoniales que aportan frescura a un paisaje sobrenatural normalmente copado por ideas y códigos estéticos y culturales sobreexplotados. Asimismo, cuenta con un plantel de personajes tan llamativo como entrañable: el equipo que forman la joven chamana (Kim Go-eun) y el experto y veterano geomante (interpretado por el siempre solvente Choi Min-sik) bien podría protagonizar su propia saga de investigaciones de lo paranormal. Y quien busque algo más epidérmico, la cinta también tiene sus momentos de humor, violencia (sin resultar especialmente gore) y suspense sobrenatural, haciendo un uso efectivo de las sombras, los reflejos y la profundidad de campo.

En definitiva, estamos antes un trabajo correcto, que, pese a ir de más a menos, puede hacer disfrutar tanto al aficionado al cine de terror poco ducho en cultura asiática, como al que busque obras que se salgan un poco de los márgenes del cine hollywoodiense. Se nota que su director ha bebido mucho cine fantástico y de terror, y si bien los derroteros por los que acaba encaminando la trama pueden resultar un poco densos o farragosos (hasta el punto de lastrar la tensión real de la película: su largo clímax final, por otra parte visualmente logrado, no consigue generar el terror que uno esperaría), lo cierto es que el trayecto hasta llegar allí resulta en su mayor parte disfrutable, además de servir para acercarnos a una forma de entender y de contemplar ese Otro Lado (poblado por demonios, criaturas y espíritus de toda índole y condición) que atrapa por su exotismo y por la contundencia y la minuciosidad con la que Jang Jae-hyun lo recrea en la pantalla.

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