La invasión alienígena es explorada desde la siempre apreciable serie B con dos títulos dispuestos a ganarse el cariño del aficionado al género: por un lado, de uno de los maestros de este tipo de films, Jack Arnold, que dirigía a inicios de los años 50 Vinieron del espacio (Llegó del más allá); y por otro de Bernard L. Kowalski, un cineasta afincado en el terreno televisivo que a finales de esa misma década brindaba una pieza que se reconocería en posteriores films, La bestia infernal.
Vinieron del espacio – Llegó del más allá (Jack Arnold)
Pocas premisas en la ‹sci-fi› clásica pueden llegar a resultar tan estimulantes como esa amenaza invisible que se cierne, como si nada estuviera sucediendo, sobre la sociedad moderna. Tanto por el modo en que se han llegado a desarrollar esas invasiones alienígenas que no han dejado de encontrar actualizaciones en el tiempo, como por las parábolas expuestas por cineastas de la talla de Don Siegel —por citar quizá uno de los ejemplos más recurrentes y habituales—.
Con Vinieron del espacio (o Llegó del más allá, otro de los títulos que ha tenido en sus distintas ediciones), Jack Arnold, uno de esos artesanos de la serie B y firmante de una de las grandes joyas de la ciencia ficción de todos los tiempos como El increíble hombre menguante, sostiene a través de dicha premisa uno de esos títulos cuya mayor virtud reside en aprovechar al máximo sus recursos en un film que se despliega templada pero concienzudamente, encontrando a cada minuto el desarrollo adecuado desde el que emplear sus armas.
Nos encontramos, pues, ante uno de esos títulos que hacen de lo sugerente de su propuesta una de sus mayores bazas: sin rechazar otorgar al espectador la información necesaria, Arnold va dando forma a un relato que siempre encuentra en los mecanismos desde los que se consuma un plus. Tanto en lo meramente visual como en aquello que trasluce a nivel discursivo, otorgan un calado distintivo que aleja Vinieron del espacio de la mera distracción de que dotaba el propio concepto de la serie B a no pocos títulos.
Resulta curioso, en ese sentido, que por momentos podamos sentir que estamos más ante un film que se desgrana poco a poco más como una intriga que como un film de terror al uso, algo que su autor privilegia a través de esa narración tan frugal madurada en sus primeros compases casi que alrededor de sus dos personajes centrales, esa pareja que descubrirá la caída de un meteorito cerca del pequeño pueblo donde viven y acometerá la respectiva investigación.
Vinieron del espacio se va desenvolviendo de este modo como un film que pervive a través de su mesura, y que halla en su exposición gradual uno de sus mayores aciertos, incorporando personajes que dotan de sentido a la trama y hacen que avance en la dirección idónea, sosteniendo y tejiendo ese misterio con firmeza, y aportando detalles desde los que desarrollar esa suerte de mitología propia que envolverá a los extraños visitantes.
Pero, ante todo, y más allá de cualquier éxito por cómo se despliega su narrativa o se manifiestan sus bondades formales, cabe destacar la presencia de esa disertación sobre el temor y la hostilidad en torno a lo desconocido. Un mensaje que si bien no se despliega con sutileza, cuanto menos explora posibilidades muy distintas y otorga, junto a una consecuente conclusión, los medios que demostraban, ya a mediados del siglo pasado, la inagotable riqueza de un género siempre presto a ser explorado y reivindicado incluso acudiendo a sus tentativas más modestas (pero lúcidas).
Escrito por Rubén Collazos
La bestia infernal (Bernard L. Kowalski)
Una vez el nombre de Roger Corman se convirtió en una garantía de diversión, su labor como productor nos ofreció experiencias creativas como esta creada con Bernard L. Kowalski, La bestia infernal, donde se adentraron en la ciencia ficción para hablarnos de intriga y dominación interplanetaria, en un año productivo en el que también realizaron juntos el drama Hot Car Girl.
Con una premisa que nos lleva a pensar en la evolución de hits posteriores como Alien, el octavo pasajero o La cosa, La bestia infernal representa una magnífica low-fi que nace en una nave que, al entrar en contacto con la atmósfera comienza a tener problemas y, de un modo sencillo, desde el punto de vista del interior de un pequeño cubículo se lleva todo el protagonismo junto a la tensión de su único tripulante. Unos pocos minutos bastan para mostrar ese aspecto de grandes fábulas contadas con mínimos recursos, con el espíritu aventurero y terrorífico equilibrado como base de los grandes acontecimientos que está dispuesto a contar.
Nace así el espíritu de una película que se cuenta a través de conversaciones y espacios cerrados, con la trama sucediendo en gran parte fuera de cámara, donde un pequeño grupo de estudio que se encuentra alojado en una especie de centro de investigación en mitad de la montaña y por tanto lejos de la civilización debe enfrentarse a, primero la muerte y después el retorno a la vida de su compañero astronauta tras el accidente a su llegada a la Tierra. Comienzan así las actitudes erráticas y los accidentes en la base donde todos trabajan y la intriga se va volviendo más imaginativa: en un grupo donde encontramos técnicos, médicos y expertos en biología se presenta la oportunidad de enfrentarse a un gen extraterrestre con todas las connotaciones que ello conlleva. Pasamos por el miedo a lo desconocido, la emoción de un descubrimiento que puede abrir puertas a infinidad de estudios y la violencia sin control con la que combatir el intrusismo, este grupúsculo sobrelleva entre conversaciones acaloradas y deducciones científicas una noche, ciertamente, infernal.
Cambia el ritmo de la película en el momento en que todos se convencen del verdadero enemigo al que se enfrentan y comienzan las especulaciones de cómo terminar con él. La bestia infernal gira entonces su enfoque y convierte la teorización en una realidad, con la materialización del mal (dando sentido al título del film). Aparecen entonces los primeros efectos especiales y maquetas que rompen una lanza a la imaginación y nos llevan a un punto de no retorno, sus decisiones finales, que quizá se cargan el espíritu experimentador que mantenía hasta el momento, llevando el tema al sacrificio humano, el raciocinio y demás temas comunes en la sci-fi más clásica a la que había dado la espalda la historia hasta el momento.
La bestia infernal sabe aprovechar su corta duración para abrir camino a la posteridad del género, con ideas frescas y la complicidad del texto sobre la imagen, capaces de sacar imágenes aterradoras sin necesidad de ser explícita una visión interesante de esa posible invasión extraterrestre con la que se lleva especulando en la ficción desde siempre.
Escrito por Cristina Ejarque
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